Teatreros chilenos refugiados fecundaron escenarios ticos

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La actriz Sara Astica en escena.

La Cátedra Sara Astica de la Escuela de Artes Dramática de la UCR rinde homenaje al aporte del exilio chileno al teatro costarricense.

Por Ana Beatriz Fernández González
Semanario Universidad (Costa Rica)

Los recuerdos y el legado de la actriz y maestra chilena Sara Astica permanecen en la historia del movimiento teatral costarricense por los frutos de su excelso ejercicio artístico como intérprete y docente, y, ante todo, por su extraordinaria calidad humana.

En esto coinciden, sin lugar a dudas, las personas de teatro consultadas por UNIVERSIDAD, quienes tuvieron una relación cercana con la artista exiliada en nuestro país desde 1975 hasta su muerte en el 2007.

No sólo Astica huyó del régimen de terror de Augusto Pinochet y fecundó la escena local. También, otros actores chilenos –además de argentinos y uruguayos– se refugiaron en nuestro país para construir una vida nueva a salvo de la persecución y vejaciones por razones políticas, y dejaron un aporte fundamental en la cultura costarricense.

En honor a este contingente de valiosos teatreros, la Cátedra Sara Astica de la Escuela de Artes Dramáticas (EAD) y la Escuela de Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica (UCR) llevarán a cabo el conversatorio “El aporte del exilio chileno en el teatro costarricense”, el miércoles 6 de junio en el Teatro Universitario a partir de las 7 p.m.

En la actividad participarán Ana Istarú, María Torres, Roxana Campos y Maitén Silva, así como el Teatro Girasol de Estudios Generales. Al final de la tertulia, la cátedra rendirá homenaje a Sara Astica, Marcelo Gaete (esposo de Sara Astica), Juan Katevas, Marcia Maiocco y Carmen Bunster, actrices y actores provenientes de Chile que han muerto.

El director y actor Óscar Castillo tiene impregnada en la memoria la imagen de una de las primeras veces que vio Astica en una producción de la Compañía Nacional de Teatro (CNT), cuando fungía como director de la Institución.

“Tengo la cara de Sara en el teatro Castella pegando botones, porque lo único que pudimos ofrecerle era que ayudara en vestuario”, describió con emoción Castillo. “Si alguien sufrió el horror que significó Pinochet fue ella”, agregó haciendo referencia a la tortura y privación de libertad padecidas por la actriz.

La cátedra dedicada al exilio chileno se inscribe en el marco de un proyecto de acción social propuesto por Marisol Gutiérrez y Jáirol Núñez denominado “Dictadura, exilio y retorno en la literatura chilena: lecturas a 45 años del golpe militar”.

La agenda contempla otras acciones como un curso de Humanidades actualmente impartido, en el que la obra literaria del escritor chileno Alejandro Zambra es el punto de partida para el análisis de qué y cómo se escribe después del golpe.

Legado

Una de las invitadas a participar a la Cátedra Sara Astica es Maitén Silva, hija de migrantes chilenos, quien estudió en la EAD. Los padres de la actriz tuvieron que escapar de la dictadura porque los iban a matar. “A raíz de eso, yo nací aquí”, explicó.

Silva se siente muy cercana a Sara Astica y a su esposo Marcelo Gaete, pues fueron “casi como tíos” y junto a ellos experimentó una ideología y estilo de vida en el que prevalecía el respeto por el arte y la pasión por la formación teatral.

En el ámbito actoral trajeron una técnica depurada y rigurosa, pero, sobre todo, Silva alude a la humanidad y sensibilidad de Astica y Gaete, cualidades que hacen del quehacer escénico una manifestación integral, según su criterio.

“Gracias a ellos siento una gran inspiración y una gran responsabilidad. He recibido de forma fortuita la experiencia de los actores chilenos exiliados sin haber sufrido yo, porque no lo vi ni viví; a mí no me torturaron ni mataron a mis familiares directos. Por esa sensibilidad, no sé si soy mejor actriz, pero si soy una mejor persona”, dijo Silva.

La coordinadora de la Cátedra Sara Astica, Madelaine Martínez, explicó que el programa brinda un espacio para presentar distintas propuestas y ponencias en el ámbito teatral. Fue fundada por interés de Manuel Ruiz, exdirector de la Escuela de Artes Dramáticas, quien mantuvo un vínculo estrecho con Astica y Gaete.

El nombre de la cátedra hace referencia a esa relación que tuvieron los chilenos radicados en Costa Rica a finales de los setenta con el incipiente movimiento teatral costarricense, “y que hasta la fecha sigue dando frutos, pues hay varios estudiantes en la Escuela que son descendientes de esos compañeros chilenos”, declaró Martínez.

Al hacer una valoración personal del legado de Astica y Gaete, Martínez destacó su vínculo con la Compañía Nacional de Teatro y recordó la llegada de otros actores y directores como Bélgica Castro, Alejandro Sieveking, Dionisio Chavarría y Lucho Barahona, quienes fundaron el Teatro del Ángel con una propuesta diferente a la costarricense.

Así funcionaron como un grupo independiente, establecieron funciones de martes a domingo y mantuvieron un teatro de repertorio y una sala con su propia economía, aunque por un período recibieran una subvención de parte del Ministerio de Cultura.

Además, Martínez señaló que la influencia de los teatreros chilenos fue no sólo en la “formación de actores sino de un público ávido de ver buen teatro. Este aporte se conjunta con la fundación de la Compañía Nacional de Teatro, el Teatro Universitario y la Escuela de Artes Dramáticas”.

El director y actor Óscar Castillo afirmó que la venida de los chilenos proporcionó condiciones más académicas y menos empíricas al medio teatral, pues se profesionalizó con artistas con experiencia, madurez y tradición de una gran solidez. “Fue un salto cuantitativo y cualitativo que dio nuestro país”, aseveró.

Para Castillo, aunque hay personas que no reconocen el aporte fundacional y la posterior época dorada atribuida a la contribución de los actores chilenos (así como a la de los argentinos, uruguayos y españoles), es indudable la herencia que Astica dejó, por ejemplo, como profesora en la Escuela de Artes Dramáticas.

“Hay tesis dedicadas a ellos (Astica y Gaete). Su casa estaba abierta a todo el mundo, era (Astica) de una generosidad extraordinaria. Sin ellos, no hubiéramos podido hacer el teatro que se hacía”, alegó Castillo.

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