Querida Carmen

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Carmen Miró. (Foto: Wikipedia).

Por Alexis Rodríguez Mójica.
Experto senior en políticas públicas.

Conocía a Carmen Miró en las elecciones de 1984. Aún era un estudiante institutor, preocupado por la vida nacional. Mi abuela de crianza, Lilia Rosa Paredes, maestra de profesión, se había encargado de contarme las grandes luchas institutoras y la tradición nacionalista de su familia. En aquellos años no imaginaba el impacto y los cambios que Carmen provocaría en mi vida personal y profesional. Como suele pasar con las grandes amistades, todo fue casual.

Ese primer contacto con Carmen Miró fue a través Valentina Arauz Sánchez, una enfermera y ferviente admiradora del Dr. José Renan Esquivel y su proyecto de salud integral. Aquel primer contacto fue de lejos en medio de los debates sobre el programa electoral del Frente electoral del Pueblo Unido (FREPU). Por esos tiempos también conocería a Ricardo Arias Calderón por intermedio de Álvaro Miller, un viejo militante socialcristiano. Fueron tiempos agitados, con aprendizajes y reinicios.

Pasaron los años. En medio de la crisis del ochenta, caminé por las bananeras y las tierras comarcales en lo que denominaba la politización de los pobres. En distintos eventos sociopolíticos escuché también de lejos las posiciones de Carmen sobre el quehacer nacional. Con la invasión abandoné mis lecturas autodidactas y los caminos por las campiñas y volví la mirada hacia la universidad. Y sin quererlo volvería a cruzar caminos con Carmen. Esta vez en seminarios sobre la función de la universidad en la generación de conocimiento y el apuntalamiento de la soberanía.

Como buen estudiante, siempre que un cartel anunciaba a Carmen Miró, asistía a la conferencia y con un papelito le hacía preguntas de todo tipo. Una vez le pregunté qué debo hacer para convertirme en un investigador como Usted. Carmen como buena maestra, comentó en público, aquí alguien me pregunta como convertirse en investigador. Para explicar su forma de ver la investigación explicó su trayectoria y finalizó diciendo si quieres ser investigador tienes que investigar, tienes que leer, debes tener pasión por lo que haces. Casi al final de su intervención hizo un breve comentario sobre Hildebrando Araica y los estímulos a los jóvenes investigadores.

Aquellas palabras de Carmen me animaron a leer en la dirección que lo señaló. También me inquietó y me vinculé con un seminario que lideraba Juana Camargo. En esos tiempos no tenía idea de la relación entre los modelos de educación y las dinámicas de la desigualdad y la organización de la estructura social. A través de la lectura de los textos de Carlos Lerena, lograría ordenar algunas ideas y plantearme más de una pregunta.

A través de aquel grupo de investigación volvería a encontrarme con Carmen Miró y establecer una gran amistad. Juana Camargo, la líder del Grupo de Investigación sobre Educación del Instituto de Estudios Nacionales (IDEN), con su don de persona, me invitó a colaborar en la extensión de la palabra. Los debates que animaba Juana Camargo, dentro y fuera del IDEN, eran verdaderas escuelas de reflexión. En la Revista Opinión Pública dejó plasmadas un sinnúmero de ideas para sendas investigaciones sobre la Educación en el país. Tiempo después retomé la investigación sobre la educación con las posiciones de Lerena y Camargo. Tengo pendiente retomar una publicación de largo aliento sobre el tema.

En el IDEN, Carmen con su buena educación saludaba y preguntaba. Siempre eran preguntas directas y tenaces con las cuales lograba llamar la atención. La primera vez que me preguntó algo supe que Carmen estaba hecha de otra madera. Una mañana, pasados unos cuatro meses, alzó la voz y me dijo, Usted habla con Carmen Miró, era su respuesta a mis explicaciones sobre una noticia que reseñaba la posición de Ada Luz de Gordón.

Con Carmen nada era ni fácil ni sencillo. Siempre había preguntas, siempre existían comentarios. Tal como comentó Guillermo Castro Herrera en el sepelio, a Carmen había que quererla para conocerla. No había otro camino. Y así lo comprobé.

Un día en una conferencia se me acercó y me pregunto, conoces al Dr. Gandasegui. No sabía que era uno de sus familiares cercanos. Después de preguntar y repreguntar me indicó en donde vivía para que pasara a conversar sobre lo que estaba escribiendo. Para aquellos días Carmen había dejado el IDEN, después de una complicada campaña electoral universitaria donde no logró acceder a la rectoría. Pero como buen estudiante, había acompañado a Carmen en distintos debates y reuniones. Siempre escuchando aquellas historias de todo lo que había hecho y la forma como se gestaban las instituciones que generaban conocimiento. Financiamiento, grupos de investigación, repositorios creaban un ecosistema, pero como bien decía, no eran suficientes.

De las conversaciones con Carmen recuerdo tres momentos que marcaron mi forma de pensar. La primera, sus explicaciones sobre las posiciones del historiador y sociólogo del Ralph Miliband. Carmen me indicó dos lecturas de Miliband y cuando nos vimos tiempo después me preguntó y me dijo con voz fuerte, tienes que habitar la contradicción sí, pero debes conocer la contradicción para resolverla. La segunda, todo lo sucedido con el Frente Patriótico de la Juventud y los errores cometidos en las luchas sociales. En ese momento no comprendía bien porque Carmen se preocupada por explicarme tanto aquellos momentos históricos y sus desenlaces. La tercera, el análisis de la pobreza y la desigualdad. Cuando le comenté sobre el tema, me pregunto qué es lo nuevo y le expliqué algunos cálculos y, como buena maestra, me dijo piensa más y me explicas. Tarde meses analizando desde distintos ángulos esa relación pobreza / desigualdad hasta que un día que pasé a verla, le hice un comentario sobre las políticas públicas y su función, a lo que con una sonrisa dijo, tardaste, pero lo encontraste. La economía de enclave había generado políticas públicas igualmente de enclave y con ello distorsiones profundas en el estilo de desarrollo del país. No era sólo la soberanía sobre la franja.

Aunque esa no sería mi mayor lección de vida. Supe del gran aprecio de Carmen cuando me llamo al extranjero durante mis estudios de doctorado y me dijo, sabes que me preocupo y no escribes. Desde ese momento, desde donde estuviese, siempre le mandaba una postal, una carta contando mis aventuras y aprendizajes. A lo largo de la gran amistad que me permitió, pasé momentos difíciles, pero como me dijo alguna vez, ahora conoces a Carmen Miró y puedes decir que tenemos una gran amistad.

Así fue. Conocí a la otra Carmen, a la Carmen que pocos conocieron, a la Carmen humana, esa que se preocupaba por el país y su gente en todo momento. Hoy después de muchos años, en honor a la maestra, a la amiga, a la madre, sigo adelante retomando y replanteando las ideas y posiciones que Carmen Miró, tanto defendió. Gracias, Querida Carmen!

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