PROTESTAS, MURGAS Y ACORDEONES

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Profesor Milcíades Pinzón,

Por Milciades Pinzón Rodríguez
Sociólogo de Azuero
Publicado muro de Facebook

Las protestas callejeras están adquiriendo otro rostro popular y de alguna manera son una ruptura con las for-mas que tradicionalmente las mismas han asumido. En las áreas interioranas están cargadas de tunas, murgas, acordeones y otras manifestaciones. Y se comprende que sean así, tan llenas de coloridas y musicales expresiones.

Sin embargo, lo que observamos es la manifestación aparencial de un fenómeno más estructural que se vincula con el tejido social, económico, cultural y político. Como era de esperarse, el descontento popular, en muchos casos carente de objetivos claros y desligado de las causas reales que le originan, termina asumiendo el ropaje de las vivencias culturales de las zonas rurales, echando mano de lo que posee, el rico venero de la sociedad que le cobija, no exento de jolgorio y alienación colectiva.

En efecto, el poder del volador y la cohetería son más efectivos que la convocatoria social que pretende asumir posturas políticas que no forman parte de la vida cotidiana del coterráneo. En una sociedad que ha crecido hipnotizada por el embrujo del acordeón y la murga carnavalera, la cita en el parque, en el ágora social del pueblo o ciudad, reviste un encanto particular. Y aunque el pueblo llano no sepa en realidad el peso de la convocatoria político, se acude a la plaza para rememorar en ella la fiesta patronal o el toldo en donde se forja-ron amores sudorosos.

La tuna política es la excusa para no dejar de ser el ente colectivo, ese que es fruto de la depredación político partidista, de los caciques que han gobernado desde los tiempos del conservadurismo o el liberalismo del siglo XIX. Porque poco importa en este caso que la comparsa la organice un gamonal o la lidera quien afirma ser representativo de los intereses popu-lares. En el fondo ambos viven atrapados en una cultura de folklore adulterado, costumbres que se han con-vertido en otra empresa de rentabilidad económica.

Las protestas pasan como toda tuna, y de ellas solo queda el humo y los comentarios en los corrillos, porque no están integradas a un proyecto regional y nacional de desarrollo. Aparte de carecer, en la mayoría de los casos, de dirigencia lúcida y democrática. En el meollo del asunto no hay coherencia entre el fondo y la forma contestataria, porque el mismo sistema social, en un país anárquico como Panamá, se continúa morando en un mundo coyuntural.

La única esperanza radica en que es-ta forma de protesta, hasta cierto punto alienada, sea una etapa transitoria hacia una de mayor conciencia ciudadana, porque las urgencias es-tán allí, irresueltas y esperando; y no es cierto que se van a resolver a golpe de tambor y caja, sonido de corneta o fuelles de acordeón.

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