El acceso de la población a los alimentos del campo, es cada vez más angustioso. Las causas son diversas, pero en ello intervienen la manipulación de precios de las cadenas agroalimentarias y la falta de vínculos directos entre productores y consumidores.
En el último decenio, se ha hecho más perceptible la falta de una estrategía de desarrollo agropecuario y agroindustrial, que genere un comercio justo de carnes, granos básicos y legumbres.
La transferencia improductiva de subsidios del Estado con fines clientelistas a productores dependientes del modelo económico vigente, ha perjudicado el diseño de una organización que compita con las corporaciones que dominan el negocio de los fertilizantes químicos y la compra y distribución de la comida.
Para cambiar esa realidad desventajosa y poner freno a la especulación, se necesita un verdadero protagonismo de los pequeños y medianos productores, la transferencia de tecnología y el cese de los monopolios.
En ese esfuerzo, deberían matricularse las universidades y los sindicatos. Sin una producción nacional fuerte y sin mercados periféricos funcionales, la amenaza será aún mayor. De allí, la importancia de promover la efectiva soberanía alimentaria la equidad y el desarrollo humano.