Nuevas metas ante la frustración y la impunidad

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La mayoría delos panameños siente que los ciudadanos fueron sorprendidos en su buena fe y enfrentan en forma temprana la pérdida de la inocencia en el escenario político. En el horizonte oscurecido, frente a los que acudieron a las urnas en el 2014 para elegir al gobierno, ahora se levanta una ominosa montaña de corrupción, vicio y dolo que lastima y espanta.

Los procesos anti corrupción que surgieron como una especie de estandarte para detener a los corruptos, han derivado en una falsa bandera y en espejismo colectivo en un país saqueado y ultrajado por las élites gobernantes. Sin embargo, ese generalizado nivel de decepción es insuficiente para arrancar la mugre que empaña a la Justicia, atrofiada por poderosos intereses económicos.

Sacudidos por la frustración y la incredulidad en sus instituciones, los panameños son testigos presenciales de escándalos y falta de un adecuado manejo oficial para enfrentar el crimen. Las cárceles, diseñadas para la criminalización de delitos de gente proveniente de barrios marginales, no albergan a mafiosos de cuello blanco, banqueros tramposos y confesos “lavadores de dinero”.

Panamá vive momentos de incertidumbre ante un futuro incierto, y se requiere que los sectores más consecuentes asuman un papel de liderazgo y protagonismo para evitar que el país pierda su norte soberano. Es necesario detener el latrocinio, recuperar los cuantiosos recursos sustraídos de las arcas del Estado, y hacer un frente común contra el entreguismo y la usurpación.

Una de las principales tareas que se derivan de la urgencia determinada por las circunstancias imperantes, es vencer el miedo y la desconfianza que separan a las organizaciones populares con capacidad de movilización. Es indispensable identificar las actuales debilidades y amenazas para el diseño de un programa mínimo que permita a la sociedad panameña empinarse y avanzar.

A diferencia de lo que piensan los defensores del clientelismo, la realidad del país no cambiará con el resultado del torneo electoral en 2019. Las transformaciones profundas pasan por un programa de desarrollo a largo plazo, en el que sean privilegiadas la equidad y la eliminación de privilegios que generan dependencia, saqueo de los bienes patrimoniales del país y corrupción rampante.

Tras la conmemoración de la gesta patriótica de enero de 1964, está cada vez más claro que quienes fomentan la desorganización son los mismos que se asientan sobre el poder para seguir sometiendo a las mayorías. Se requiere voluntad política para cambiar las cosas y dar a las nuevas generaciones la oportunidad de vivir en un país justo y próspero, con crecimiento humano.

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