Manuel Antonio Noriega

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General Manuel Antonio Noriega

Por Cecilio E. Simon E.
Ciudadano panameño que denuncia la invasión

Esta nota no compromete la línea editorial de Bayano digital. Solamente tiene el propósito de manifestar mi condolencia personal a la familia del General Manuel Antonio Noriega, a quien conocí políticamente.

Cecilio, es admirable que tan pocos hayan hecho tanto en tan poco tiempo, fue el mensaje que recibí en una tarjeta personal firmada por el General Manuel Antonio Noriega. El emisario fue Ransey Clark, ex procurador de los Estados Unidos quien, como presidente de la Comisión de Independiente de Investigación de la Invasión en Panamá de la que fui parte, lo visitó en la cárcel.

Mi última comunicación con el General Noriega fue en la noche del 19 de diciembre de 1989. Siendo Decano de la Facultad de Administración Pública recibí una llamada del profesor Saul Landau de la Univesidad de Nueva York, experto en Guerra de Baja Intensidad, a quien recibí en Panamá semanas antes de la invasión, como parte de una delegación  de académicos norteamericanos que vino al país, por gestiones de Cynthia Franklin, activista panameña en Nueva York, para solidarizarse con la lucha del pueblo panameño, que sufría una descomunal agresión de parte de los Estados Unidos.

Me decía el profesor Landau: La 82va. División salió a Panamá y no va de paseo. Llamé a Mario Parnther que estaba en Colón quien le dio el mensaje a Noriega que en ese momento visitaba la provincia. Luego, como decano de la Facultad de Administración Pública, escribí un comunicado en el que alertaba que esa noche seriamos invadidos. La nota fue leída por el periodista Mario Velázquez como última noticia en Televisora Nacional Canal 2.

La post invasión fue de persecución y exilio para quienes denunciamos las ejecuciones sumarias de soldados panameños, que con las manos atadas y un tiro de gracia en la cabeza, fueron enterrados en las fosas comunes abiertas por Ramsey Clark. De exilio para quienes denunciamos que miles de humildes panameños en el Chorrillo (noriegistas o no) murieron sin poder entregar los regalos que tenían bajo el árbol de navidad.

Eduardo, mi hijo de 7 años, resumió el pensamiento de los niños de la invasión en una conversación con su mejor amigo, uno de los hijos de Fulele Calvo.

  • Olíver ¿Sabes por qué no tenemos juguetes este año?
  • No, fue su respuesta.
  • Porque los gringos bombardearon el trineo de Santa Claus.

Fui exiliado porque me atreví a denunciar, ante el Black Caucus del Congreso de los Estados Unidos, que la oligarquía panameña que se instaló en una base militar norteamericana, se robaría los 42 millones de dólares aprobados para reconstruir el Chorrillo y compensar a las víctimas de la invasión. En efecto se lo robaron. Un conocido comerciante propietario de una cadena de supermercados, declaró públicamente que fue indemnizado por el saqueo que sufrieron sus establecimientos.

En cambio los combatientes y las víctimas civiles llamadas “daños colaterales de la invasión” que suman miles de muertos, heridos y huérfanos no fueron compensados. Un día de duelo nacional es lo mínimo que piden sus familiares.

Estando en el exilio denuncié, en la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) con sede en Costa Rica, que decenas de panameños prisioneros de guerra, encarcelados en los campos de concentración instaladas por los Estados Unidos, estaban  gravemente enfermos, entre ellos un compañero en un avanzado estado de esquizofrenia (omito su nombre para no afectar la sensibilidad de sus familiares).

Para el gobierno de la invasión y el ejercito de los Estados Unidos, esos hombres y mujeres no eran humanos, como tampoco lo fue Noriega, que enfermo y a su avanzada edad mantuvieron encarcelado.  ¡Que diferencia, ahora por un dolor de muelas dan casa por cárcel a ladrones confesos!

A la salida de la sesión de CIDH escuche cuando uno de sus integrantes, un guatemalteco sentado en una silla de rueda decir: A que viene este Norieguista. Me devolví y le respondí ¡Norieguista y qué!

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