Por Julio Bermúdez Valdés
Especial para Bayano digital
Anoche, 29 de mayo de 2017, a las once dejó de existir el general Manuel Antonio Noriega, un hecho a partir del cual se producirán incontables versiones sobre su vida, su papel en la historia de Panamá, inclusive de América Latina y el mundo, dada su condición de hombre vinculado a las actividades de Inteligencia. Este enfoque puede ser una de esas versiones, que sin presumir de saber mucho sobre el tema puede acotar algunas verdades innegables, que ya se subrayan por ahí: murió y se llevó sus secretos a la tumba, fue leal al general Omar Torrijos.
Después de septiembre de 2011 cuando regresó a Panamá, tras 22 años detenido en cárceles norteamericana y francesa, me entrevisté con él dos veces, y hablamos varias veces por teléfono. Mi intención era escribir su biografía, lo que condicionó a su salida de la cárcel. «Si -dijo a mi petición- pero primero tengo que salir de aquí».
Estaba en marcha otra batalla. Supe luego que a algunos autores les habló sobre su papel en el Irangate, o en aspectos parciales de su vida, pero no de aquellos sustanciales de la política de Panamá. Ojalá me equivoque por lo valioso que serían esos testimonios. Me dijo que muchas de esas cosas aparecían en un libro que le había publicado la editorial Ramdon House, que estaba en inglés y que se proponía traducirlo.
Pese a los estragos de un accidente cardiovascular que le afectó el brazo y la pierna derecha, nunca, en las dos entrevistas personales que tuvimos, lo percibí amargado, triste o deprimido. Por el contrario, mostró siempre optimismo, hablaba de sus gestiones para salir de la cárcel de Gamboa donde una casa era su celda, y una excelente memoria con la que ubicaba hechos, personas, datos. Se acordaba de todo el mundo, no parecía haber estado ausente del país por mas de dos décadas.
En nuestra ultima entrevista, en agosto del año pasado me aseguró que se hacían gestiones para su salida, y en las que aparecía el Vaticano como uno de los actores, pero de gobiernos solo habló agradecido de lo realizado por la administración Martinelli, por haberlo traído al país.
Dos días antes de su operación conversamos vía telefónica. Yo estaba en el restaurante de un amigo esperando una conferencia sobre estrategias electorales. Lo llamé, le pregunté cómo estaba para la operación que le practicarían y le expresé mi preocupación por las posibles consecuencias de esa intervención y rió; dijo que saldría bien, que ese era otro reto de la vida.
Tuve entonces la convicción de que, independientemente de la valoración política que se haga de su figura, estaba ante un hombre de desafíos, que tentaba la batalla. No pude dejar de preguntarme entonces, si era así ¿qué pasó en diciembre de 1989? No sé si lo sabremos en algún momento. Y no me refiero al recorrido que hizo entre el 19 y el 20 de diciembre de 1989. Ese lo tengo completo. Me refiero a qué pensaba, qué lo llevó a rendirse ante las tropas de EE.UU, si solo tres días antes había enviado a través de Radio Nacional un mensaje de lucha, a las Fuerzas de Defensa y a los Batallones de la Dignidad?
De nuestras entrevistas personales saqué la conclusión de que «hablar» lo tenía como una responsabilidad. La primera vez que conversamos le dije: «General usted debe hablar; en Panamá hay dos enfoques frente a usted: el de los que no quieren que usted abandone esta prisión y el de aquellos que habiéndolo apoyado, que estaban dispuestos a morir con usted, se siguen preguntando «¿qué pasó?».
Ignoro si habrá dejado la respuesta en algún lugar. No me sorprendería de que así fuera, tratándose un hombre como él, consciente siempre de su papel. Un veterano luchador que lo conoció de joven cuando aun cursaba estudios en el Instituto Nacional y hacía parte de las luchas estudiantiles asevera que: «en una ocasión conversando después de una marcha me dijo, que esas peleas con la guardia darían pocos resultados, a la guardia también se le toma desde adentro».
Muchas cosas se dirán ahora que ha muerto, como muchas se dijeron en vida y quizás tenía plena conciencia de que ahora se abrirán las pesquisas sobre su vida, sobre lo que fue verdad o lo que fue mentira en medio de la vorágine política que fue su contexto histórico. Pero este 30 de mayo amanece con una verdad irrebatible, este tentador del destino ha librado su última batalla.