Por Abdiel Rodríguez Reyes
Docente universitario
La geopolítica de América Latina está marcada por la influencia de potencias extranjeras y Panamá no es la excepción. La reciente visita del senador estadounidense Ted Cruz al Canal de Panamá, junto con la adhesión del país al Inter-Parliamentary Alliance on China (IPAC), resalta las complejas dinámicas de poder geopolítico. Además, la entrada de buques lanzamisiles, como el USS Lake Erie y el USS Sampson, ejemplifica la creciente militarización de la región y el papel de Estados Unidos como actor determinante. Ello revela el interés estratégico sobre la región y el futuro de la soberanía.
El reciente anuncio de la adhesión de algunos diputados al IPAC, en un evento que contó con la presencia del embajador estadounidense, Kevin Cabrera, no es solo un simple acto diplomático, esta alianza que busca defender los derechos humanos ante “el ascenso de China”, pone bajo tensión nuestro derrotero de mantener relaciones diplomáticas con otras potencias, sin injerencias externas.
Durante su intervención, el embajador Cabrera destacó que esta decisión refuerza «valores compartidos» como la democracia y la libertad. Sin embargo, es fundamental cuestionar qué tipo de democracia se promueve cuando viene acompañada de la influencia y el control de una potencia imperialista. La retórica de la defensa de los derechos humanos y la equidad en el comercio oculta intereses económicos y estratégicos estadounidenses.
A pesar de estas dinámicas, los diputados panameños que integran el IPAC han expresado su compromiso de defender la democracia y los derechos humanos. Sin embargo, es crucial que esta defensa no se convierta en un instrumento de legitimación de políticas imperialistas. La verdadera defensa de la democracia debe incluir la protección de nuestra soberanía y el rechazo a cualquier forma de injerencia externa.
El embajador también advirtió sobre la influencia del Partido Comunista Chino en América Latina, citando como ejemplo la millonaria deuda de una empresa de capital chino mantiene con el Estado panameño. Este argumento se utiliza para deslegitimar las inversiones extranjeras de esa otra gran potencia planetaria. Ese es un asunto que le compete otearlo, exclusivamente, al Estado panameño.
En este contexto, las inversiones chinas, pueden ser vistas como una alternativa a la dominación estadounidense, teniendo en cuenta el auge global de China y también de otras potencias, como Japón o India, por citar algunos ejemplos. La dependencia de un solo país, ya sea China o Estados Unidos, limita la capacidad para desarrollar una política exterior independiente, diversificada y sofisticada para aprovechar los avances tecnologías de ambas potencias y no estar sojuzgada a una.
A finales de agosto del presente año, el Canal de Panamá recibió la visita del senador estadounidense Ted Cruz, quien es presidente del Comité de Comercio, Ciencia y Transporte del Senado. Tengamos en cuenta que el Canal de Panamá está bajo la influencia de Estados Unidos y máxime con el presidente Trump, quien planteó en algún momento, “recuperarlo”. Esa visita se enmarca en una gira que el senador está realizando por varios países de América Latina. Cruz estuvo acompañado por miembros de su equipo de trabajo y fue recibido por el administrador del Canal de Panamá, Ricaurte Vásquez Morales.
Durante la visita, el senador tuvo la oportunidad de observar directamente las operaciones del Canal y conversar sobre su impacto en la conectividad global. El administrador Vásquez destacó la importancia de las relaciones que el Canal mantiene con los principales puertos estadounidenses, los cuales reciben y despachan anualmente mercancías a través de la vía interoceánica hacia diversos destinos en el mundo. El senador mostró particular interés en los temas de seguridad y operación del Canal. Pero lo curioso del caso es el contexto de la visita, donde se arremete contra la presencia China en Panamá, declarándola como una “amenaza”.
Aunado a la entrada del buque lanzamisiles USS Lake Erie al Canal, son ejemplos claros de la militarización de la región. Esas acciones no solo representan una amenaza para la soberanía panameña y su neutralidad, sino que también sirven como un recordatorio de que la presencia militar estadounidense en América Latina está más relacionada con el control geopolítico que con la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo.
El argumento de que la presencia militar estadounidense es necesaria para combatir el narcotráfico y otras amenazas “terroristas”, es una narrativa utilizada repetidamente para justificar la intervención en países soberanos. Ello es cuestionable. La militarización de la región no protege a los ciudadanos.
Es vital que la población panameña tome conciencia de las implicaciones de esas alianzas y de la retórica que las rodea. La participación en el IPAC debe ser vista con escepticismo. Realmente exigimos que nuestros políticos actúen en base a los más caros intereses del país, su soberanía, neutralidad y no al servicio de potencias extranjeras. La resistencia a la injerencia imperialista debe ser un esfuerzo colectivo que promueva la autodeterminación.
La adhesión de Panamá al IPAC y la poderosa e histórica influencia de Estados Unidos en nuestros asuntos internos, ciertamente vulnera nuestra diplomacia de la neutralidad. La lucha por la verdadera independencia debe ser una prioridad. Debemos cuestionar las narrativas impuestas y trabajar hacia un futuro donde nuestras decisiones no estén dictadas por intereses externos, sino que reflejen las aspiraciones de nuestro pueblo para garantizar nuestro propio bienestar.
La historia nos ha enseñado que, si nos unimos en función de un objetivo en común, somos capaces de enfrentar los desafíos del mundo actual, sin la sombra de potencias imperialistas que buscan controlar nuestro destino.