La huella de Antonio Maceo en el Canal de Panamá
- El pasado 15 de agosto se cumplieron los cien años de la inauguración del Canal de Panamá, una de las maravillas de la ingeniería contemporánea. Allí laboraron centenares de cubanos, incluidos varios combatientes de la gesta de la guerra del 68, como es el caso de Antonio Maceo y Grajales.
Por Ángel Freddy Pérez Cabrera | freddy@granma.cu
(Artículo publicado en el diario cubano Granma, el 20 de agosto de 2014).
El pasado 15 de agosto (2014) se cumplieron los cien años de la inauguración del Canal de Panamá, una de las maravillas de la ingeniería contemporánea. Allí laboraron centenares de cubanos, incluidos varios combatientes de la gesta de la guerra del 68, entre los cuales figuró uno de los personajes cumbres de la historia Patria: Antonio Maceo y Grajales.
Se sabe, que tras la firma del Pacto del Zanjón, el Titán de Bronce salió de Cuba a cumplir un exilio forzoso, etapa donde no hubo un solo segundo de reposo y en la cual siempre estuvo pensando en los destinos de su Patria esclavizada.
En ese ir y venir, que lo llevó a varias naciones latinoamericanas, entre ellas Jamaica, Honduras, Costa Rica, Perú y Panamá, entre otras, además de los Estados Unidos de Norteamérica, Maceo debió realizar diferentes actividades para poder sobrevivir a la penosa situación, y contribuir así a la manutención de su familia.
Tras el fracaso del último intento por traer a Cuba las expediciones que pudieran reavivar la llama de la ansiada independencia, a fines de 1886 el Héroe de Baraguá llegó al territorio istmeño, donde se forjaba lo que sería un canal interoceánico, incorporándose a trabajar en la construcción de casas en la zona de Bas Obispo.
Había trabajo abundante y seguro en Panamá. Una compañía francesa construía la vía interoceánica y miles de caribeños encuentran allí empleo, entre ellos muchísimos veteranos de la contienda del 68 como Agustín Cebreco, Francisco Carrillo, José Maceo y otros patriotas. Máximo Gómez es uno de los capataces en las obras del canal y Maceo se convierte en contratista.
De acuerdo a las estadísticas francesas consultadas, hacia 1886 se consignaban oficialmente a unos 275 trabajadores de nacionalidad cubana en diversos campamentos canaleros, el grueso de los cuales provenían del Ejército Mambí.
Como narra José Luciano Franco en su obra Antonio Maceo, Apuntes para una historia de su vida, el Titán de Bronce no era un extraño en Panamá. Los altos dirigentes de la Compañía Universal del Canal Interoceánico de Panamá, de Francia, que construía el canal, de la que Ferdinand Lesseps era el máximo animador, lo conocían y trataban, especialmente Mister Boyer, ingeniero principal de la obra.
Su llegada fue acogida con muy buena voluntad. La entidad necesitaba adelantar los trabajos, y ofrecía buenos contratos a cuantos hombres de energía y espíritu se dispusieran a encarar la dura faena, y Maceo se pintaba solo para aquellos fines.
Hasta cierto punto, el trabajo abrumador era para él una manera de calmar sus dolores morales. Tiene cierto éxito económico, lo que le permite realizar varios giros de dinero a Mariana, la madre, y a su esposa, quienes se encuentran en Jamaica.
Para la Patria, siempre poseía un espacio. Acudía con periodicidad a Colón, a la tienda de su amigo Antonio Alcalá, cubano radicado allí, donde se reúne junto a otros sobresalientes patriotas para el debate político por la independencia.
En medio del duro bregar, se ceba la malaria en los trabajadores del canal. Hay muchos enfermos y los muertos se cuentan por centenares. No se libra Maceo del mal; la fiebre, que lo devora, le obliga a guardar cama durante varias semanas. No está del todo restablecido, cuando a comienzos de 1888 recibe un mensaje que le hace olvidar los pesares. Lo suscriben Martí y otros patriotas que inicia diciendo: “La hora parece llegada”.
Maceo no demora su respuesta: “Hoy como ayer pienso que debemos los cubanos todos, sin distinciones sociales de ningún género, deponer ante el altar de la patria esclava y cada día más infortunada, nuestras disensiones todas, y cuantos gérmenes de discordia hayan podido malévolamente sembrar en nuestros corazones los enemigos de nuestra noble causa…”.
No permanecerá inactivo el patriota a partir de ese momento. Encarga a José, su hermano, el quehacer de contratista en las obras del canal y parte hacia Perú, donde cree que recaudará fondos para la lucha. No los consigue. Sostiene largas pláticas con el ecuatoriano Eloy Alfaro y preparan un plan de cooperación que abarca asimismo la independencia de Puerto Rico.
Entre marzo y diciembre de 1888, regresa a Panamá a incorporarse en los trabajos del Canal pero se topa con el hecho de que la compañía constructiva está envuelta en un escándalo financiero, que trajo como consecuencia la suspensión de pagos y la consiguiente parada de la obra.
La emigración cubana en Panamá se disgrega. Gómez marcha hacia Santo Domingo, Flor Crombet va a Nueva York y los hermanos Maceo, Antonio y José, se dirigen a Kingston. Nuevos planes y proyectos vendrán en lo adelante para lograr el propósito que ha marcado el sentido de su vida: la independencia de Cuba.
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