Insólita la explicación de la Armada colombiana sobre lanchas usadas para agredir a Venezuela

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Mercenario capturado por fuerzas bolivarianas en las costas de Venezuela.

Cubadebate

La Armada de Colombia informó este sábado que las tres lanchas encontradas en territorio venezolano y posteriormente incautadas, fueron “arrastradas por la corriente”.

“En hechos que son materia de investigación, tres botes de la Institución que se encontraban en un Puesto de Control Fluvial amarrados a la orilla del río Meta, en Vichada, fueron arrastrados por la corriente hacia territorio venezolano”, señala la Armada colombiana en un comunicado.

De acuerdo a la Armada colombiana, el hecho se presentó en el momento en que el centinela encargado de la seguridad de las lanchas, se dio cuenta que por efecto de la corriente, las embarcaciones fueron arrastradas sin poder recuperarlas.

“Ante esta situación, se ordenó el desplazamiento de Unidades de la Fuerza Naval del Oriente para la recuperación de los botes, pero dada la cercanía con Venezuela, estos fueron llevados por el río, adentrándose a territorio de este país, lo que le impidió a las unidades colombianas la búsqueda y rescate de los mismos”, indica el pronunciamiento.

El inaudito pronunciamiento llega después de que la Guardia Nacional Bolivariana incautara en la madrugada del sábado, tres lanchas de combate con emblemas de la Armada colombiana en estado de abandono en el sector Chorro El Mono, Río Orinoco, municipio Cedeño del Estado Bolívar.

A través de un comunicado de la Jefatura de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Fanb), las naves se corresponden con el tipo “lanchas de combate, modelo Boston Wheeler, cada una con dos motores 175 HP marca Evinrude, sin tripulantes (…) artilladas con ametralladoras calibre 50mm y M60, y su respectivo amunicionamiento”.

El comunicado amplía que “todo este material se encuentra en resguardo de la Fanb. El Ministerio Público y las demás instituciones del Estado venezolano llevan a cabo las investigaciones correspondientes”.

Los militares venezolanos se encontraban ejecutando las acciones previstas en la Operación “Escudo Bolivariano”, en servicio de la Estación de Vigilancia Fluvial El Burro.

“Se continúan las labores de patrullaje y escudriñamiento en todo el territorio nacional, como parte de la operación Escudo Bolivariano, a fin de garantizar la libertad, soberanía e independencia de la Nación”, concluye el documento, que lleva la firma del ministro de Defensa de Venezuela, general en jefe Vladímir Padrino López.

El domingo 3 de mayo, Venezuela fue objeto de una agresión armada mediante un intento de desembarco proveniente de Colombia.

Desde ese día, decenas de mercenarios participantes en la incursión han sido detenidos. Las autoridades refuerzan las medidas para neutralizar los posibles remanentes de personal y medios en la profundidad del territorio venezolano.

Mercenarios

El contingente era de un número reducido, no más de 60 integrantes, pero contaban con armamento sofisticado y esperaban contar con apoyo local. El gobierno bolivariano ha resaltado que la incursión fracasó porque contaban con informes de inteligencia y no fueron sorprendidos.

Sin embargo, resulta muy ilustrativo lo ocurrido en Chuao, donde las fuerzas policiales dispuestas eran muy escasas, apenas 6 efectivos, y pudieron detener a los invasores por la fuerte presencia de las milicias populares. La imagen de los mercenarios desarmados, tirados en el suelo y atados con hilos de pescar, tiene un alto valor simbólico.

Una de las fotos fue tomada y enviada vía satelital antes del fallido intento de desembarco y la otra muestra a uno de los dos «perros de la guerra» ya capturado. Foto: Martin Hacthoun/ Facebook.

La utilización de fuerzas mercenarias en agresiones ejecutadas por Estados Unidos y la presencia de estos contratistas militares, que son la expresión de la guerra privatizada, no son ninguna novedad.

Sus antecedentes fueron los llamados “contras” que fueron reclutados para enfrentar al gobierno de Nicaragua a finales de los 80, con dinero proveniente del tráfico de cocaína, y del tráfico de armas a Irán, en una operación que involucra a las mafias colombianas, la DEA y las altas autoridades del Consejo de Seguridad Nacional como el recientemente despedido John Bolton y el todavía vigente Subsecretario de Estado para asuntos Interamericanos Elliot Abrahms.

Pero lo que por aquellos años llamaba la atención, hoy es parte del paisaje del poder militar estadounidense, que se han convertido en una maquinaria de guerra que combina estructuras rígidas correspondientes al aparato militar tradicional con estructuras flexibles que agrupan a las contratistas militares, grupos de acción psicológica y mediática y núcleos operativos oficiales.

Es decir, los gastos militares que representan el 9% de PBI estadounidense y el 60% de los gastos militares en el mundo, ya no se aplican a conflictos puntuales y van a una sola canasta, sino que se distribuyen en función de una guerra global caracterizada como descentralizada y donde crece la utilización de fuerzas militares “no estatales”, que incluye a los mercenarios armados reclutados por las contratistas militares y a los mercenarios no armados que desarrollan su labor en el sistema mediático a través de su presencia en medios formales, como son la cadenas monopólicas de multimedios alineados con el imperio, como el ejército de operadores en las redes sociales.

Son ellos los encargados de demonizar a pueblos y países seleccionados como víctimas de futuras agresiones militares, debilitar la confianza en líderes, en luchas y en causas políticas, e ir creando agendas globales y locales favorables para el imperio.

Las transformaciones del poder militar de Estados Unidos no son inocuas para el propio sistema, porque si bien es cierto que las contratistas requieren autorización del gobierno para actuar, al separar el ejercicio de la guerra de su propia población, se van perdiendo controles sociales de sus actos.

Los mecanismos de vinculación con el Estado, que combinan el secretismo y la irrupción de intereses privados, promueven que las acciones de guerra caigan en manos de mercenarios y vulgares delincuentes.

La privatización de la guerra ahorra al poder militar estadounidense denuncias públicas como las que protagonizaron muchos veteranos de Vietnam, pero promueve que sus acciones quedan envueltas en marañas mafiosas que finalmente conspiran contra su propio éxito.

Es bastante ilustrativo que, con el aval de Trump, los contratistas militares de Silvercorp hayan realizado acuerdos con personajes como Juan José Rendón y Juan Guaidó. Las disputas hoy públicas entre estos personajes y el titular de Silvercorp, Jordan Goudrow por el no cumplimiento de los contratos, son lo que parecen: peleas de mafiosos.

En el terreno de los medios, también asistimos a este proceso de degradación y lumpenización. Basta comparar en Argentina lo que ofrecían en la década del 60, periodistas de formación de derecha como lo era Mariano Grondona; con lo que propone en la actualidad, operadores mediáticos como Luis Majul.

Mas allá de esas advertencias, me parece necesario no subestimar el nuevo escenario que crean las acciones del poder imperial en la percepción de la realidad. Resultan muy ilustrativos los dichos de Karl Rove, un asesor de Bush que comentaba en el año 2002: “La gente cree que las soluciones provienen de su capacidad de estudiar sensatamente la realidad discernible. En realidad, el mundo ya no funciona así. Ahora somos un imperio y, cuando actuamos, creamos nuestra propia realidad. Y mientras tú estás estudiando esa realidad, actuaremos de nuevo, creando otras realidades que también puedes estudiar. Somos los actores de la historia, y a vosotros, todos vosotros, sólo os queda estudiar lo que hacemos”.

Es decir, el imperio somos nosotros, nosotros definimos quiénes son los buenos y los malos, nosotros definimos cuál es la realidad y qué van a discutir.

Cuando en Argentina, el presidente Alberto Fernández incluyó en su análisis sobre la no implementación de la Ley de Medios algunas críticas a su formulación, gesto que fue reforzado por alguna reunión con los altos directivos del grupo Clarin, dejó la impresión de que era muy ingenuo, o que era portador de una astucia cuyos objetivos se nos escapaban.

Si pretendió ganar tiempo es evidente que los plazos se agotaron. Escuchar a los epidemiológos para manejar la cuarentena y la pretensión de hacer pagar algún impuesto a las grandes fortunas, ya fue suficiente para que los grandes medios fogoneen un ataquen con artillería pesada.

Las “brillantes jugadas tácticas” no invalidan preguntas que son incómodas. ¿Se puede gobernar con la intención de defender algún interés popular, con esta concentración de medios de prensa? ¿Se pueden desplegar propuestas de soberanía, sin enfrentar al Imperio? ¿Se puede enfrentar al Imperio con dirigentes como los de la CGT que, por iniciativa propia, proponen pactar una rebaja de sueldos de los trabajadores?

En Venezuela, no alcanzó la inteligencia militar y la astucia de los gobernantes para detener a los mercenarios. Fue necesaria la voluntad popular de resistencia, que encarnaron los humildes pescadores y trabajadores del cacao de Chuao, los milicianos y milicianas populares, para garantizar el objetivo.

Cuando el imperio ataca con sus ejércitos de mercenarios, la experiencia bolivariana nos da pistas para salir adelante.

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