El cinismo de los políticos panameños

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Cinismo en la política.

Por Alberto Velásquez
Periodista y relacionista

Pareciera que la simulación, el cinismo y la mentira le han ganado la beligerancia a la verdad. La mentira, especialmente el cinismo entre políticos, es algo prácticamente aceptado. El silencio frente a muchos hechos es evidente.

Recientemente, un ex presidente desde un estrado extranjero se vendió como el gran estadista que había realizado una excelente labor. Y, para muchos, es conocido el hecho de que al final de su jornada, el déficit fiscal fue el doble de lo permitido. Sin contar la secuela del mayúsculo desastre administrativo en su mandato.

Otro ex presidente fue a comulgar y se promocionó con un acto de contrición, como el más angelical de los humanos. Ese sujeto de marras fue catalogado como prófugo, estuvo dos años detenido y paseó ante los ojos del mundo con grilletes en manos y pies. Un colega peruano suyo, acusado de desmanes, se encuentra recluido, quizás en la misma jaula que ocupó durante un año, para la gran afrenta de Panamá.

Muchos políticos mienten con frecuencia, como si creyeran que el ciudadano común no tiene memoria o que les creen ciegamente. También estos adoptan comportamientos apegados a sus intereses y no sienten la capacidad de desmentir. Y algunos hasta prometen o promueven proyectos que huelen a corrupción.

Las mentiras y el cinismo de políticos han provocado crecimiento del descrédito de los partidos políticos. A muchos, no se les cree. Peor aún, demuestran a través de sus acciones públicas una torpeza inaudita. No sólo por lo que hablan, sino por las decisiones que asumen, para luego tener que derogarlas o anularlas.

Después de las dos últimas administraciones gubernamentales, los panameños tienen los ojos puestos en cada uno de los pasos del actual gobierno, que está integrado por funcionarios que no se han percatado que en la actualidad todo se sabe. Toda actividad puede ser del dominio público en cualquier momento.

Se sabe que hay políticos, aupados por empresarios, quienes mienten en forma cínica sobre las cifras, estadísticas y situaciones socioeconómicas maquilladas a su personal interés. Algunos de ellos se sacian en su propia mitomanía para disfrutar las mieles de la coima y poder beneficiarse de la ubre gubernamental.

De allí, la necesidad de que el comportamiento ético de los políticos se convierta en una realidad. No importa la tendencia o la bandera que enarbolen o eleven.

Esas figuras deben evitar que sea trastocada la opinión pública, porque todo se sabrá al final. Deben sortear la posibilidad de verse envueltos en escándalos o casos penales de alto perfil, como le ocurre a varios personajes asoleados en los medios, a pesar de no sentirse culpables y esperanzarse en una justicia cada vez más desprestigiada.

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