Distintas recetas y un mismo final: la Argentina de Milei se asoma al abismo financiero

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Javier Milei, en el vórtice de la crisis argentina.

Por Rogelio Mata Grau
Docente y especialista en ciencias sociales

El proyecto libertario Libertad Avanza, liderado por Javier Milei, hoy enfrenta su prueba más dura. Durante la pasada primavera, Milei vivió sus días más dulces al frente de Argentina: la inflación parecía ceder, la economía mostraba signos de crecimiento y los consumidores podían volver a comprar productos importados tras la eliminación de restricciones.

El milagro de la motosierra parecía hacerse realidad. Pero era un espejismo. Medio año después, Argentina ha necesitado el auxilio de Estados Unidos para evitar la enésima crisis financiera de su historia.

🔹 El espejismo inicial: la ilusión del “shock liberal”

Durante los primeros meses de su gobierno, Milei logró un efecto inmediato en algunos indicadores macroeconómicos: la inflación mensual se redujo, el tipo de cambio se estabilizó y los mercados celebraron la llamada “disciplina fiscal”. El gobierno eliminó subsidios, recortó drásticamente el gasto público y liberó el comercio exterior.

El discurso oficial hablaba de una refundación del capitalismo argentino, capaz de enterrar décadas de populismo, gasto y déficit. Sin embargo, el costo social de ese ajuste fue devastador: caída del salario real, aumento de la pobreza y parálisis de la obra pública.

La aparente recuperación fue una recuperación estadística sin base productiva. El consumo interno se desplomó, las industrias operaron con capacidad ociosa y el empleo informal volvió a dispararse. En realidad, el “milagro de la motosierra” fue una ilusión construida sobre la contracción y el endeudamiento.

🔹 El retorno de la fragilidad financiera

A medida que la economía real se enfriaba, la fragilidad estructural del modelo se hizo evidente. Las reservas del Banco Central comenzaron a agotarse, la recaudación fiscal cayó y los capitales especulativos buscaron refugio en el dólar.

La apertura indiscriminada de importaciones profundizó el déficit comercial, mientras los sectores exportadores no lograban compensar la salida de divisas. En ese contexto, el gobierno volvió a recurrir a su viejo salvavidas: el endeudamiento externo.

El resultado fue previsible. Los mercados, que al principio aplaudieron la ortodoxia de Milei, empezaron a exigir mayores garantías. El riesgo país subió, la confianza inversora se debilitó y el gobierno tuvo que acudir al auxilio financiero de Washington para evitar un colapso.

El supuesto “cambio de paradigma” terminó repitiendo los mismos mecanismos de siempre: ajuste interno, fuga de capitales y dependencia del FMI.

🔹 La dimensión geopolítica: tutelaje y alineamiento

El respaldo de Estados Unidos no es un gesto altruista. Forma parte de una estrategia más amplia de reposicionamiento geopolítico en América del Sur. Washington ha visto en Milei un aliado útil para frenar el avance de China, Rusia y los BRICS en la región.

El presidente argentino ha respondido con entusiasmo: rompió el acercamiento con los BRICS iniciado por Alberto Fernández, criticó a Lula da Silva y Gustavo Petro, y se alineó abiertamente con la agenda ultraliberal y anticomunista de la derecha hemisférica.

En ese sentido, el “auxilio financiero” es también un instrumento de tutelaje político, que reduce la soberanía económica argentina y la vuelve funcional a los intereses estratégicos de Estados Unidos.

La paradoja es evidente: el gobierno que prometía liberar a la nación del Estado y de la “casta” ha terminado entregando su autonomía al capital financiero internacional.

🔹 Conclusión: distintas recetas, mismo final

Argentina vuelve a mostrar un patrón histórico:

Cada vez que un gobierno aplica una receta ultraliberal —ya sea con Menem, Macri o Milei—, la economía entra en una fase de aparente prosperidad que desemboca en crisis, desigualdad y dependencia.

El “experimento Milei”, presentado como una revolución antisistema, ha terminado reproduciendo los mismos mecanismos de subordinación financiera que pretendía erradicar. Hoy, el país vuelve a mirar hacia Washington en busca de oxígeno, mientras el tejido social se resquebraja y la pobreza alcanza niveles alarmantes.

Si el ciclo continúa en esta dirección, el experimento Milei corre peligro de no ser revalidado, ni por los números ni por la paciencia de un pueblo que ya ha visto este guion demasiadas veces.

La historia argentina vuelve a recordarle al continente que sin soberanía económica, no hay estabilidad política ni bienestar social.

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