Por Jairo H. Pertuz S.
Periodista y analista internacional
El injerencismo y la ocupación territorial de Panamá, por parte de Estados Unidos, no termina. Los diferentes gobiernos de los dos partidos políticos que se reparten el poder en ese país (los mismos con las mismas), no paran en su hegemonía frente a este pueblo y este país que no les pertenece, y del cual se han servido y beneficiado desde hace siglos, a cambio de nada.
Nunca le han pagado lo que deben y lo que le adeudan a Panamá por haberse apropiado de todo su territorio por más de un siglo, manteniendo aquí hasta 14 bases militares y haber usufructuado del Canal hasta nuestros días.
Donald Trump es un descarado, insolente en lo que respecta a Panamá. Tampoco Estados Unidos le ha pagado a Panamá por la contaminación territorial provocada por sus bases y las pruebas de armamentos usados en guerras e invasiones internacionales. Nada han pagado a Panamá por las sanciones ilegales y arbitrarias, previas a su última invasión criminal de 1989, que destruyó gran parte de este pequeño país, al cual aún no han indemnizado por todos los perjuicios causados.
Aun así, Trump se atreve a amenazar a un país indefenso militarmente, como Panamá, con el objetivo de volver a posesionarse en el Canal, para vigilar y beneficiarse del tránsito canalero. Estados Unidos siempre se ha valido de falacias y de vendepatrias para afianzar su hegemonía.
Ya no tienen a su agente MAN, pero siguen manteniendo a civiles igual de perversos. El pueblo panameño debe seguir vigilante ante esas permanentes amenazas. Panamá es un país con vocación de paz, que no comulga con guerreristas, expansionistas ni saqueadores. Si tienen algo de vergüenza y si sus estamentos y políticos creen en Dios, saquen sus manos de Panamá.