Arabia Saudita y el escalamiento del conflicto

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Arabia Saudita y el escalamiento del conflicto

Por José de La Rosa Castillo

La reciente ejecución por parte de la Monarquía saudí, del clérigo Chií, Al Nimr, cabeza visible de esta minoría en Arabia Saudita y que representa el 10% de la población saudí, ha desatado una tormenta política de tinte sectaria, pero de repercusiones geopolítica en esta zona de interés estratégico para las potencias mundiales y otras de alcance regional, pero de un peso específico para producir un escalamiento de inciertas consecuencias en el medio oriente.

La ejecución del líder de la minoría Chii, añade un nuevo conflicto a la creciente amenaza que constituye el denominado Estado Islámico y las rivalidades que había surgido en la zona, como lo son las tres guerras civiles Siria, Irak y Yemen, que no cesan de acercarse a un abismo que afecta a la estabilidad de la zona. Ahora se añade la escalada entre Arabia Saudita e Irán.

La ejecución por el régimen de los Saud del clérigo chií —hostil a la monarquía, pero sin vinculación con actos violentos— y el asalto a la Embajada saudí en Teherán, así como otros actos terroristas contra suníes en Irak, demuestran que la dinámica está en manos de los radicales.

En el caso saudí, se hallan en la misma cúpula del poder que emana desde la monarquía, desde que el rey Salman sucediera al fallecido Abdala, y su hijo, el joven príncipe Mohamed, tomara las riendas del poder. En el lado iraní, es el propio líder supremo, Alí Jamenei, y los Guardianes de la Revolución quienes quieren imprimir su dinámica radical por encima del reformista presidente Rohani.

El actual escalamiento de confrontaciones tiene sus raíces en las rivalidades religiosas entre chiíes y suníes, pero lo que está en juego es la hegemonía en la región del Golfo e incluso en el mundo islámico. La rivalidad alcanza a las relaciones con Washington, en el caso de Riad especialmente privilegiadas hasta ahora, aunque cuestionadas por el acuerdo nuclear alcanzado con Teherán. Ambos mantienen sistemas de gobiernos teocráticos y son dos los peligros que se ciernen sobre la zona: que la guerra fría se convierta en caliente y que el Estado Islámico siga avanzando gracias a que quienes pueden frenarlo se dedican a combatirse entre sí.

Durante la Guerra Fría, Arabia Saudí e Irán fueron los dos pilares de la estrategia estadounidense en la zona. La monarquía saudí aseguraba la provisión de petróleo. El Irán del sha Reza Pahlevi actuaba como gendarme regional.

Detrás de algunos de los conflictos actuales se esconde la vieja rivalidad por la supremacía en la región del golfo Pérsico, librada por Arabia Saudita e Irán. Esta dinámica es también evidente en Irak, de mayoría chií pero gobernada tradicionalmente por una élite suní, y que Irán pretende convertir en un satélite.

El hecho de que el reino saudí sea la cuna de la intransigente escuela wahabí, que considera herejes a los chiíes, sólo echa más leña al fuego. Como lo ha hecho la aparición en el tablero geopolítico del yihadismo suní, primero con Al Qaeda y ahora con el Estado Islámico, que se han ensañado con los chiíes, a sus ojos infieles.

Estados Unidos y sus aliados europeos la tienen complicada.

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