Por Baher Kamal
ROMA, dic 2017 (IPS) – La decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de reconocer a Jerusalén como capital de Israel no solo significa un “beso de la muerte” a la solución de dos estados, sino también un duro golpe para 57 países musulmanes, lo que aviva una región volátil y da más argumentos falsos a organizaciones terroristas para que escalen sus acciones criminales, además de agravar el conflicto de Washington con Irán.
Esas son las principales conclusiones de analistas y expertos internacionales sobre la situación en Medio Oriente tras el anuncio hecho el miércoles 6 por el presidente estadounidense de trasladar la embajada de su país de Tel Aviv a Jerusalén, reconociendo así a esta última ciudad, santuario para el judaísmo, el cristianismo y el islam, como capital de Israel.
La Ciudad Vieja de Jerusalén ha sido considerada por los palestinos la capital de su futuro Estado, que verá realmente la luz cuando se logren implementar los acuerdos internacionales que crean un Estado israelí y otro palestino.
Israel ocupó Jerusalén oriental, controlado por Jordania en 1967, y progresivamente la anexó, a pesar de las protestas y de la falta de reconocimiento internacionales. En la Ciudad Vieja se encuentra la mezquita de Al Aqsa, el tercer sitio sagrado del islam, tras la Meca y Medina.
Los líderes palestinos ya alertaron de que la iniciativa de Trump podría tener consecuencias peligrosas, como movilizaciones masivas que podrían terminar en nuevos derramamientos de sangre en los ocupados territorios palestinos de Cisjordania y Gaza, gobernado por Hamás.
“Esto es mucho más que un beso de la muerte al histórico consenso internacional de crear dos estados como una solución factible”, dijo a IPS un ex alto comandante egipcio, quien pidió reserva de su identidad.
Esa “decisión avivará más la actual llama encendida por la disputa entre chiitas, encabezados por Irán, y sunitas, encabezados por Arabia Saudita y los estados del Golfo, y que ahora el presidente Trump contribuyó a insuflar”.
“Estados Unidos mostró su estrategia de apoyo a los estados sunitas del Golfo”, indicó el alto militar egipcio, quien participó en negociaciones secretas regionales por el conflicto de Medio Oriente. “Solo miren el nuevo acuerdo de venta de armas de Trump, por unos 100.000 millones de dólares, con el régimen saudí, y su apoyo tácito, e incluso su participación física, en la actual guerra genocida contra Yemen”.
Los países árabes sunitas del Golfo tienen una alta proporción de chiitas, sistemáticamente gobernados por sunitas. En algunos de ellos, como en Baréin, se estima que estos representan más de 60 por ciento de la población, a pesar de ser considerados minorías.
Petróleo, ese “oro negro”
El analista egipcio no descarta un nuevo conflicto armado entre los estados árabes sunitas del Golfo e Irán, de mayoría chiita, una situación que rompería la ya frágil estabilidad de la región, derivando en el alta de los precios de crudo.
Ese contexto “beneficiaría claramente al sector de las energías fósiles de Estados Unidos, lo que debilitaría a las economías europeas dependientes del crudo, por no hablar del duro golpe que significaría para China, dependiente del petróleo extranjero”, indicó.
Odio y terrorismo
La otra consecuencia inmediata y peligrosa de la decisión de Trump es una nueva ola de ataques terroristas contra Estados Unidos, Israel y otros intereses occidentales en el mundo.
De hecho, el movimiento palestino radical Hamás, que gobierna Gaza, ya urgió a los países árabes y musulmanes a “perjudicar los intereses estadounidenses en la región” y a “rezar a Israel”.
El clérigo libanés musulmán chiita A. Jalil expresó en diálogo con IPS: “su profundo temor de que la decisión (de Trump) ayude a grupos terroristas, que dicen actuar en nombre del islam, a explotar la ira de personas laicas contra la agresión, encabezada por Estados Unidos, contra musulmanes en Afganistán, Iraq, Libia, Yemen, entre otros, para perpetrar más y más ataques brutales e inhumanos”.
Eso desatará de forma trágica y peligrosa una nueva ola de odio e islamofobia, que no hará más que avivar el enfado popular en beneficio de grupos extremistas, añadió el clérigo.
Por su parte, Ahmed El-Tayeb, el gran imán de Al Azhar, en Egipto, considerada la mayor institución de enseñanza sunita del mundo, anunció el 5 de este mes que rechaza la decisión de Trump de reconocer a Jerusalén como la capital de Israel.
“La decisión del presidente estadounidense niega el derecho de los palestinos y árabes a la ciudad sagrada, ignora los sentimientos de un millón y medio de personas, así como de millones de cristianos árabes que tienen una conexión con iglesias y monasterios de Jerusalén”, reza una declaración tras el anuncio de Trump.
La iglesia ortodoxa copta de Egipto y Al Azhar divulgaron una declaración en la que alertan de las “posibles graves consecuencias” del plan de Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel y de mudar su embajada.
Palabras políticamente correctas
Numerosos dirigentes políticos reaccionaron al anuncio de Trump, como el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, quien alertó de las “consecuencias peligrosas”, mientras Ismail Haniyeh, presidente de Hamás, se refirió a que “enciende la chispa de la rabia”.
El presidente de Egipto, Abdel Fattah al-Sisi, subrayó la firme posición de su país sobre mantener el estatus de Jerusalén en el marco de las referencias internacionales y las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), subrayando la necesidad de garantizar que la situación en la región no se complique por medidas de socavan las posibilidades de paz en Medio Oriente.
Por su parte, Arabia Saudita expresó su “grave y profunda preocupación”, mientras el rey Abdalá II de Jordania también alertó sobre las “repercusiones peligrosas”.
Haider al-Abadi, el primer ministro iraquí expresó su “máxima preocupación”, y Aboul-Gheit, secretario de la Liga Árabe, que reúne a 22 países árabes, tildó la decisión de Trump de “medida peligrosa”.
El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, dijo que Jerusalén es una “línea roja para los musulmanes”, y amenazó con cortar las relaciones diplomáticas con Israel.
Por último, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, se expresó contra la “acción unilateral” de Trump, mientras que Frederica Mogherini, responsable de política exterior de la Unión Europea, llamó a resolver el estatus de Jerusalén mediante negociaciones.
¿Las declaraciones de voluntad y “políticamente correctas” revertirán la situación?
Probablemente no, por lo menos a juzgar por lo que ha pasado en los últimos 98 años, desde que el Imperio Británico emitió la Declaración de Balfour, en 1919, dándole a Israel un territorio en Palestina.