Por Rogelio Antonio Mata Grau
Docente y especialista en ciencias sociales
En el Partido Revolucionario Democrático (PRD) se percibe una crisis profunda que va más allá de disputas internas o de coyunturas electorales. La verdadera herida no está en los cargos ni en los nombres; está en la pérdida de identidad, de ética y de conexión con el pueblo panameño. Por eso, hoy más que nunca, es necesario raspar el hueso para curar la herida: enfrentar los problemas de raíz, aunque el proceso sea doloroso, para que la regeneración sea real y duradera.
Raspar el hueso implica mirar con honestidad los fallos internos: el clientelismo, la burocracia, la corrupción, la desvinculación con la sociedad y la degradación de los valores éticos que un día dieron sentido al torrijismo. No se trata de poner parches ni de repetir consignas vacías; se trata de un proceso de autocrítica profunda, donde cada dirigente y militante se examine a sí mismo y al partido con transparencia y valentía.
El torrijismo nació como un proyecto de justicia social, de soberanía y de dignidad humana. Fue un movimiento que puso al pueblo en el centro de la política y que consolidó una idea de Estado comprometido con el bienestar de todos. Pero con el paso de los años, el PRD fue alejándose de ese espíritu. El poder dejó de ser una herramienta para servir y se convirtió en un fin en sí mismo. La estructura interna priorizó intereses personales sobre la formación de cuadros políticos, la construcción de ética pública y la conexión con las necesidades reales de la sociedad.
Raspar el hueso también significa reconstituir la base moral y política del partido. No habrá renovación si no se invierte en la formación de líderes comprometidos, en la coherencia entre discurso y acción, y en la recuperación de los principios éticos que deben guiar cada decisión. La regeneración del PRD no puede depender de alianzas coyunturales ni de estrategias electorales superficiales; debe nacer de la integridad, la disciplina política y la conciencia histórica de sus dirigentes y militantes.
El pueblo panameño ha dejado claro que ya no cree en palabras vacías ni en promesas que no se cumplen. En las últimas elecciones, esa desconfianza se tradujo en resultados que reflejan la desconexión entre el PRD y su base social. Recuperar la confianza ciudadana exige actos concretos, decisiones coherentes y, sobre todo, la capacidad de asumir errores sin buscar culpables externos. Raspar el hueso duele, pero es la única manera de curar la herida.
A partir del mes de noviembre, cuando se realice la elección del directorio nacional, el Comité Ejecutivo Nacional asumirá una responsabilidad histórica. Tendrá que trabajar para que la sociedad panameña vea en el PRD su verdadera alternativa política, un partido capaz de representar con coherencia y honestidad los intereses del pueblo. Este desafío no es menor: exige valentía, humildad y determinación para enfrentar los problemas de fondo, raspar el hueso y garantizar que la herida política y ética del partido sane de manera definitiva.
El Torrijismo no puede morir en el silencio de la complacencia. Debe renacer de su propia honestidad y de su compromiso con la justicia social. “Raspar el hueso para curar la herida” no es solo un acto simbólico; es la condición necesaria para que el PRD vuelva a ser un partido vivo, coherente y capaz de liderar el futuro del país con dignidad y credibilidad. Solo así podrá el pueblo panameño confiar nuevamente en que el PRD es una fuerza política al servicio de la nación y no de intereses particulares.