Por Alberto Velásquez
Periodista y relacionista público
La serie de concesiones obtenidas por Estados Unidos en Panamá, en menos de los primeros cien días del gobierno de Donald Trump, resuenan en los pasillos de la Casa Blanca.
De hecho, la visita de tres altos funcionarios estadounidenses a Panamá en 2025, retrotrae a este país a la época en la que los Estados centroamericanos eran dominados por gobiernos y empresas extranjeras. Aquellos tiempos estaban marcados por la corrupción, la represión y el entreguismo de las clases dominantes.
En pocos días, el gobierno norteamericano, por gestiones de los brillantes papagayos de las mentiras de su impredecible jefe, ha conseguido el dominio de la pista aérea en la comunidad de Metetí, para la repatriación de inmigrantes. No se sabe a cambio de qué ”favores” obtuvo ese privilegio en suelo patrio.
Esa irracional concesión en territorio nacional es contraria a lo expresado previamente por el presidente José Mulino, quien había señalado que Panamá no tiene obligación de recibir a deportados que no sean de nacionalidad panameña.
Tras la visita de tenebrosos mensajeros estadounidenses, quienes cacareaban la influencia china en los puertos de Cristóbal y Balboa, se adelanta el trámite para que el conglomerado CK Hutchison, una empresa de Hong Kong, venda sus acciones de Panamá Ports Company a la multinacional norteamericana Black Rock.
No se conoce hasta dónde esa concesión le brinde algún beneficio económico, social y político a Panamá, pese al la aplicación de una auditoría del Estado con dudosas interpretaciones.
A cambio de las concesiones adoptadas, los rubios del norte impusieron a Panamá aumentos en los aranceles, mientras que el gobierno del presidente Mulino cedía ante las exigencias militares foráneas y ordenaba el retiro de este país de la Ruta de la Seda, iniciativa impulsada por China.
La concesión prevé el paso no sólo el paso expedito, sino totalmente gratis (“free”), según el acuerdo, y sin ningún recargo de peajes en los tránsitos de los buques de guerra en el Canal de Panamá. Todo ello contradice lo estipulado claramente en los Tratados que ambos países firmaron en Washington en1977.
En la condiciones descritas, el mote despectivo de “banana republic” recae nuevamente sobre la historia forjada bajo la frase “Panamá cede”, pero a cambio de no se sabe qué. Lo que queda en evidencia es la violación de la soberanía panameña y la vulneración del Tratado de Neutralidad vigente
Es necesario puntualizar que el leonino memorando binacional fue suscrito en presencia de dos cruceros, dos guardacostas, dos aviones caza F-18 y más de mil soldados apostados en las costas panameñas y en los antiguos fuertes militares que recibirían nombres de héroes latinoamericanos.
Hay que recordar que Estados Unidos se refiere a esas áreas como la Zona del Canal, Sherman, Rodman y Howard. Esas denominaciones absurdas son reminiscencias de la colonia. No hay ninguna duda, hemos sido invadidos otra vez. Incluso con sistemas cibernéticos, con una logística diferente a las de 1989, en la que están involucrados no sólo malos panameños, sino los traidores a la patria.