Por Ricardo Jaime De Freitas
Que no se quedó posada sobre la rama del árbol conquistado, sino que emprendió el vuelo del ejemplo. Desde hace más de seis décadas aletea por el mundo diseminando racimos de satisfacciones urgentes. Es arco isleño, cuyas plumas son flechas que iluminan los cielos continentales, globalizando el amor a la vida.
Y no se dio al ejemplo de dar pecho henchido luego que las zarpas de la guerra pretendieron encerrarla para dejarla sin alpiste, no, su búsqueda de la felicidad empezó con el ascenso bisoño a la Sierra montañosa perseguida por el egoísmo armado de los parásitos mercaderes de las armas.
Aunque enviaron una parte de la flor envenenada a marchitar el ideal del buen vivir compartido, apostolado por Martí, fracasaron. Ella, allá arriba, desde el primer combate levantó su ala en escudo para proteger a los jóvenes que se atrevieron a enarbolar en lo alto de las ceibas frondosas la gigantesca bandera de la libertad.
Y es que la paloma de la paz es cubana. Así lo afirman con su discurso y rúbrica, una y otra vez, casi doscientas naciones que unidas corean sin pausa la necesidad de crear un mundo mejor al guerrerista. Detengamos las docenas de crímenes coloniales con que los imperios, que se atacan y defienden, incendian el futuro de todas las hermosas formas y colores de la música de la vida.
Hoy, el pueblo cubano celebra como siempre y en contra del acoso creciente, la expansión galáctica de su creación insospechada, aún por ellos mismos. En este caso inédito imitar es servir.
(En ocasión de la gesta histórica del 26 de julio en Cuba).
