Por Jairo H. Pertuz S.
Periodista y analista internacional
El mundo de hoy, unipolar, sesgado y arbitrario, debe cambiar por el bien de la humanidad. Ya basta de falsedades, cinismo, imposiciones y crímenes de lesa humanidad que se ocultan bajo un manto de silencio cómplice y de una corruptela de élites socioeconómicas que han ido apoderándose del poder político.
A través del tiempo, han ido creando redes diversas que buscan los mismos fines de dominación. La estrategia ha combinado factores religiosos y racistas, favoreciendo a clanes familiares o afines que, a su vez, crean instituciones nacionales e internacionales para colocar sus fichas en los países claves con el objetivo de ejecutar determinados planes y satisfacer sus necesidades.
Es una especie de juego geopolítico planificado en defensa de intereses hegemónicos y económicos afines, que tienen nombre propio conocido, a estas alturas de la existencia física de los países y sus pueblos. Es de esperar que quienes llegan al poder en esta política tan desgastada y ruin, tengan la visión clara de cuáles son sus deberes para con el territorio de los países, su flora, fauna y su biodiversidad.
Pero, ante todo, deben tener claro que todos ellos son pasajeros y tienen el deber humano, moral y físico de hacerlo bien, pues son servidores públicos, pagados con el sudor, sufrimiento y lágrimas de millones de seres humanos, a los que pueden mentir. Deben comprender que hay un ser Supremo al que no podrán engañar y tendrán que pagar por sus culpas y delitos, aunque hipócritamente se arrodillen y pidan perdón por sus actos.