Por Benjamín Colamarco Patiño
Analista político
Para entender cómo late la economía de un país, hay que tomarle el pulso a su mercado laboral. Dos conceptos fundamentales para este diagnóstico son la Población Económicamente Activa (PEA) y la Tasa de Desempleo. Suenan a tecnicismo de expertos, pero en realidad son ideas bastante sencillas que nos afectan directamente.
Imagina que divides a toda la población en edad de trabajar (digamos, los mayores de 15 años) en dos grandes grupos. Por un lado, están quienes no quieren o no pueden formar parte del mundo laboral: estudiantes a tiempo completo, jubilados, personas dedicadas al hogar sin remuneración, o quienes, simplemente, no desean buscar un empleo. Este grupo es la población inactiva.
Frente a ellos, está la Población Económicamente Activa (PEA), también conocida como fuerza laboral. Esta es la parte de la población que sí está en condiciones de trabajar y lo demuestra con hechos. La PEA incluye a todas las personas que tienen un empleo (ya sea asalariado, independiente o informal) y también a aquellas que no teniéndolo, están buscando trabajo de manera activa y disponible para empezar a hacerlo. Es decir, es el conjunto de personas que están «en el juego» del mercado laboral, ya sea jugando (ocupados) o en la banca esperando su oportunidad (desocupados).
La clave aquí es la actividad. No basta con tener edad para trabajar; hay que dar un paso al frente y participar. Por eso, un estudiante que solo estudia no es PEA, pero si ese mismo estudiante empieza a repartir currículos los fines de semana, cruza la línea y se suma a la fuerza laboral.
Ahora, dentro de esa PEA, podemos hacer otro corte. No todos los que quieren jugar encuentran un equipo. Aquí es donde entra el segundo concepto: la Tasa de Desempleo.
La tasa de desempleo es un porcentaje simple pero revelador. Su fórmula es:
Tasa de Desempleo = (Número de Desocupados / Población Económicamente Activa) x 100
En palabras sencillas, lo que hace es medir la proporción de personas dentro de la fuerza laboral que, a pesar de estar buscando trabajo activamente, no logran encontrarlo. Es un termómetro del malestar en el mercado laboral.
Un detalle crucial:
El desempleo se calcula sobre la PEA, no sobre la población total. No tiene sentido incluir a un niño o a un jubilado en el cálculo, porque no se espera que trabajen. La pregunta que responde es: ”de las personas que sí quieren trabajar, ¿qué porcentaje se está quedando fuera?”.
Una tasa de desempleo baja (por ejemplo, un 4% o 5%) suele interpretarse como una señal de una economía saludable, donde hay puestos de trabajo disponibles para la mayoría que los busca. Por el contrario, una tasa alta (digamos, un 10% o 20%) es una bandera roja: indica que el sistema económico no es capaz de absorber a toda su fuerza laboral, lo que genera tensiones sociales, pérdida de talento y menor capacidad de consumo.
Hoy en Panamá tenemos una tasa de desempleo de dos dígitos que ronda el 12%, lo que nos expresa una señal de alerta en el sistema económico.
En todo caso, hay que leer entre líneas. Una tasa de desempleo muy baja no siempre es perfecta, puede indicar escasez de mano de obra o una economía informal gigante donde la gente «trabaja» no en las mejores condiciones por pura necesidad. Y una persona que ha dejado de buscar trabajo por frustración, aunque quiera trabajar, sale de la PEA y ya no cuenta como desempleada, lo que puede distorsionar la cifra a la baja.
En resumen, la PEA es el ejército de potenciales trabajadores de un país, y la tasa de desempleo mide cuántos soldados de ese ejército están en reserva forzosa. Juntas, estas dos métricas dibujan el mapa más claro de quiénes producen la riqueza de una nación y quiénes, aunque quieran hacerlo, se ven impedidos de participar en ella.
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