Por Osvaldo Rodríguez Martínez
Panamá, abr (PL) – El estallido del escándalo Watergate (1972) en Estados Unidos abortó un plan de asesinato contra el entonces jefe de estado panameño, general Omar Torrijos (1929-1981), recordó un diario local.
“Un grupo de matones se encontraba ya en México camino a Panamá para acabar con la vida del líder militar, pero el plan fue abortado en medio del creciente escándalo político que involucraba al entonces presidente Richard Nixon”, publicó La Estrella, que citó un reportaje del magazine estadounidense Inquiry.
Investigaciones anteriores husmearon en este y otros temas similares bajo la hipótesis de que respondían a una estrategia oficial, y así lo confirmó el periodista Jonathan Marshall, en su reportaje The White House Death Squad (El escuadrón de la muerte de la Casa Blanca), publicado en 1979.
Bajo la manida excusa de luchar contra el narcotráfico, los condenados cabecillas en el espionaje de Nixon al Partido Demócrata (Watergate), Howard Hunt (1918-2007) y Gordon Liddy, crearon en 1971 la secreta Unidad Especial de Investigaciones (SIU por su sigla en inglés) por orden presidencial.
Hunt buscó entre sus viejos aliados residentes en Miami, a participantes en la fracasada invasión a Bahía de Cochinos (Girón para Cuba), gente dispuesta al asesinato para servir a la Casa Blanca, señaló Marshall, quien citó las confesiones de Bernard Barker (1917-2009), ex policía del dictador cubano Fulgencio Batista.
Con tales argumentos, el periodista ofreció la siguiente conclusión: “Omar Torrijos, el enemigo de la Casa Blanca, era uno de sus objetivos”, pero como reveló el funcionario de la Casa Blanca John Dean a la revista Newsweek en 1973, que cuando estalló el Watergate, el propio Hunt dio la orden de abortar el atentado.
Negativas de la CIA de que el plan contra el general istmeño ocurriese y dudas sobre la veracidad de las declaraciones de Dean, lanzaron la necesaria cortina de humo para sepultar el tema, porque detrás del crimen estaba realmente el interés por eliminar a quien presionaba a Estados Unidos por la devolución del Canal Interoceánico.
Un gran jurado investigó en Estados Unidos sobre el magnicidio e interrogó, entre otros, a Manuel Artime, jefe civil de la derrotada invasión a Cuba, quien negó trabajar para Hunt o para otros coterráneos en el plan de asesinato.
No obstante, el 3 de noviembre de 1974, Carlos Rivero Collado, exlíder del autodenominado “exilio anticastrista”, declaró que Artime fue un participante directo en el complot contra Torrijos, además de formar parte del grupo de espionaje del Watergate, pero nunca fue mencionado.
En un exabrupto, Baker, a la misma pregunta, encontró la respuesta más apegada a su “lealtad” jurada a la Casa Blanca cuando vinculó el tema con la guerra contra las drogas, para lo cual el presidente creó el grupo secreto del cuál formó parte y justificó las acciones criminales: “golpear la mafia, con métodos de la mafia”, aseveró la fuente.
Sobre Liddy, el comandante de aquel “escuadrón de la muerte”, otro de sus halcones, Frank Sturgis (1924-1993), elogió la pasión por las pistolas y los cuchillos de guerra, además de que siempre hablaba de la disposición a matar.
“Este grupo de asesinatos bajo órdenes, naturalmente, asesinaba a militares o miembros de partidos políticos de países foráneos en los que se infiltraban, asesinando incluso a miembros propios si se sospechaba que cooperaban con gobiernos extranjeros. Nos concentrábamos en Cuba en ese tiempo particular”, expresó.
El embajador de Estados Unidos en Panamá en la década del 70, William Jorden, hizo esfuerzos por convencer a Torrijos de que “aun si fuera verdad, no representaba la política estadounidense”, afirmó el diplomático en su libro Panama Odyssey (Odisea de Panamá), publicado en 2014.
Hasta el propio Jorden no se atrevió a negar el hecho, pues debió responder sobre el asunto desde su cargo en el Consejo de Seguridad durante los presidentes estadounidenses Lyndon B. Jhonson y Nixon, y la documentación sobre las actividades ilegales de la CIA, desclasificadas en 2007, confirman tales métodos.
Joyas de la Familia es el sugestivo título del compendio de más de 700 páginas con informes de inteligencia que evidenciaron las acciones, y revelaron vínculos oficiales con capos mafiosos, entre ellos, el gánster de Chicago John Roselli, a quien encargaron asesinar al líder cubano Fidel Castro en 1960 en la Operación ZRRIFLE.
Al revisar el prontuario de cada uno de los nombres mencionados y otros vinculados a ellos, hay otras conexiones probadas o no con asesinatos como los del presidente estadounidense John F. Kennedy y su hermano Robert, el Watergate, la Operación Cóndor y el derrocamiento de Jacobo Arbenz en Guatemala, entre otros.
La Operación 40 de la CIA cumplía el propósito de derrocar a jefes de estado poco afines con la política de Estados Unidos, y aunque la creó el mandatario Dwight D. Eisenhower en marzo de 1960, fue Nixon en su carácter de vicepresidente quien la tuvo bajo su mando, según múltiples investigadores.
En 1961 tenía 86 integrantes entre antiguos miembros de la fracasada invasión a Cuba y más de una decena de oficiales estadounidenses de la CIA, mientras su creación tuvo como ideólogo al director de esa institución, Allen Dulles, a quien no pocos apuntan como el cerebro del magnicidio de Dallas contra Kennedy.
En la lista aparecen también otros notables asesinos, como Luis Posada Carriles, Félix Rodríguez Mendigutía, Orlando Boch (1926-2011), Rolando Masferrer (1918-1975) y Pedro Díaz Lanz (1926-2008), autores de múltiples crímenes en el último medio siglo.
A estos mensajeros de la muerte los sorprendió el Watergate cuando se disponían a cumplir la sentencia de Hunt contra el general panameño: “yo percibo que Torrijos rectifica y coopera (con Estados Unidos), o desaparecerá”.
Los tratados canaleros se firmaron en septiembre de 1977, y el 31 de julio de 1981 el militar murió al caer su avión sobre un cerro, en lo que algunos catalogan de accidente y otros de atentado. Los documentos sobre el siniestro desaparecieron tras la invasión estadounidense a Panamá en 1989.