Por Alberto Velásquez
Periodista y relacionista público
El próximo 20 de enero, en Estados Unidos, tomará posesión el primer presidente penalizado y con cargos judiciales pendientes. Se trata de Donald Trump, catalogado como un delincuente, pero adorado por una población a la cual ha prometido devolverle hegemonía mundial.
Tuvo la ventaja de vencer a un gobierno sin calidad, como el que le dio la victoria a la oposición política panameña, sobre la base de la ilusión de volver a expandir su poderío, a través de la conquista de tierras y fuentes de riqueza, como lo es el Canal de Panamá.
Numerosas voces de protesta se han levantado en el ámbito nacional e internacional, contra la serie de promesas y mentiras propagadas por Trump. Por la magnitud del país que representa, esa amenaza se ha constituido en una espada de Damocles, debido a su comprometido contenido y consecuencias nefastas.
Pese a que los sectores mas autorizados analizan la situación como un serio peligro, han surgido en el medio local corrientes de opinión que apuntan a manejar el desafío con mente fría, tratando de paralizar toda acción que afiance los sentimientos de plena soberanía sobre todo el territorio nacional, que incluye el codiciado Canal de Panamá.
Mente fría es precisamente la que adosan aquellos que han labrado fortuna con sus relaciones en Washington, cuidando sus propios intereses ante la posibilidad de que les cancelen la visa, si adoptan una posición beligerante.
Tal como lo han anunciado sectores con alto valor patriótico, es el momento en que el país debe volver a robustecer la unidad ciudadana frente a un personaje que intenta extender su poder en un mundo globalizado, como lo intentó en su momento Adolfo Hitler. Ya lo había pronosticado en una columna de opinión anterior. Nada de mente fría. Lo que se necesita es mucho calor y sentimientos de patria soberana.