Venezuela: lo global, lo regional y la particularidad local de la Marca del Darién

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    Soldados estadounidenses realizando despliegues militares.

    Por Juan Carlos Mas C.

    Antes de entrar en materia, quiero retar a la imaginación del lector y que piensen que al iniciar esta lectura las potencias mundiales inician el tan temido intercambio de misiles intercontinentales. Cuando completen la mitad de la lectura, habrán pasado los ocho minutos que median entre una decisión fatal y el apocalipsis final. Tal es la gravedad del presente momento mundial.

    Ahora, entrando en el tema específico de nuestra región hemos de reconocer que sabemos que la sombra espectral de una inminente invasión militar a Venezuela es la causa inmediata que nos convoca hoy, en las tribunas y en los escritos, en respaldo del derecho soberano de Venezuela a elegir su propio destino, definir la forma de gobierno que mejor le conviene y precisar cómo han de usarse las infinitas riquezas que alberga su territorio. Para ello, conciben un proyecto democrático, igualitario, y participativo que pretende elevar sostenible y equitativamente los niveles de vida de su pueblo.

    Esa amenaza militar que nos preocupa, es un hecho contingente en la estela de amenazas proferidas por el imperialismo, pero son más las amenazas que esgrimen contra Venezuela. Además de la simple y lógica amenaza militar directa, las agresiones económicas que no son sólo la supresión del flujo comercial tradicional por todas las fronteras, terrestres, marítimas y aéreas.

    También, aparte del bloqueo comercial, está la actividad confiscatoria de los depósitos bancarios venezolanos donde quiera que estuviesen guardados. Ello abarca agresivas conspiraciones diplomáticas sin fundamento de derecho internacional, las cuales permiten que los países coludidos transgredan la ley internacional reconociendo delegados diplomáticos sin derecho formal alguno. Está también la terrible agresión propagandística en los medios adocenados; temibles sí, porque pone de cabeza la verdad ante los ojos del público desprevenido.

    Alguien ha teorizado sobre el concepto de posverdad, que consiste en la interpretación que se da a los hechos: tu verdad no es la mía. Esto hace, depender los juicios desde la óptica del opinante, como si la realidad fuese una casa llena de ventanales en cada uno de sus lados, en donde lo que miramos desde el frente no es lo mismo que se ve desde los cuartos de atrás, o en los que dan a los retretes tal vez.

    Invoco esta realidad, en la que nace y crece la verdad, para que comprendamos que lo que se juega en Venezuela nos duele, nos irrita y convoca a nuestro afecto solidario, no solo por el acoso intrínseco a su pueblo, sino que además Venezuela viene a ser como una ventana a esa gran casa global que viene a ser el planeta. De esta forma, debemos comprender que nuestra lucha por Venezuela es una lucha por nosotros mismos y por el planeta.

    Con estas afirmaciones estamos señalando hechos actuales que llegan a nuestro conocimiento como situaciones de la actualidad regional que pueden contingentemente derivar en tensiones gravísimas para toda la humanidad.

    A partir del hecho actual, pretendemos mencionar el desarrollo futuro de la humanidad, pero para saltar al futuro, permítasenos unos pasos atrás para tomar impulso y dar el salto temático. Para ello, nuestros pasos atrás nos llevan a la historia.

    Entramos en consecuencia en la dimensión de lo retrospectivo, que para algo nos sirve la historia. En los primeros tiempos de la edad moderna o post feudal, en los cuales el soberano los era de territorios distintos entre sí, pero adquiridos por herencia, un soberano inglés o francés podía tener territorios situados lejos de sus territorios patrimoniales originales. Así, un rey inglés podía tener territorios en la Aquitania francesa; un rey francés podía tener territorios en Navarra dentro de España, o un rey español tenerlos en Holanda, por ejemplo.

    El creciente desarrollo de los Estados Nacionales produjo una serie de enfrentamientos bélicos sangrientos y prolongados que terminaron con los Tratados conocidos genéricamente como Paz de Westfalia, firmados en las ciudades de Osnabruck y Münster. En estos documentos se reconocía que el Estado no estaba determinado por el legado patrimonial del señor o monarca, sino por un territorio con continuidad física y unidad cultural que se construía sobre la lengua, la religión y las tradiciones, pudiendo ser variadas dentro de una unidad reconocida.

    La visión del mundo actual se funda, en alguna medida, sobre las consecuencias de esa paz de Westfalia, firmada 1648, en forma de estados consolidados en una unidad. Esto ha llegado hasta nuestros días con conocidas excepciones de aplicación por parte de los estados colonialistas. No obstante, es una fórmula para entender la dinámica internacional hasta nuestros días cuando los Estados Unidos, en su carácter de primer actor del imperialismo pretende recrear un mundo en que un estado soberano se segrega en partes controladas desde afuera regresando al pasado. Tal cosa pasó en Yugoslavia, en Irak, en Libia, y pudo ser en Siria.

    En África también, aparte del mencionado caso de la fragmentación de Libia en tres territorios, tenemos como ejemplo la fragmentación de Somalia en tres partes, de Sudan en tres partes: el Sudan original, el Sudan del Sur y en el oeste el siempre convulsionado territorio de Darfur. No hay que olvidar que en el pasado hubo intentos de crear una república separada de Nigeria con el nombre de Biafra, para administrar los recursos petroleros de esa región del país.

    Tal vez, al lector le preocupe por qué me voy tan atrás en esto de los antecedentes. Para justificarme, me remito a citar lo que afirmaba el insigne historiador Eric Hobsbaum: “la destrucción del pasado, o más bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con la de generaciones anteriores, es uno de los fenómenos más característicos y extraños del siglo. Los jóvenes crecen en una suerte de presente permanente sin relación orgánica con el pasado del tiempo en que viven”.

    En un trabajo, encomendado por el establecimiento político-militar estadounidense, el teniente coronel Ralph Peters dibujó un nuevo Medio Oriente, basado en la religión, la cultura y la tradición.

    El caso de Rusia es un ejemplo. Desde la época de la guerra fría y después de ella, Occidente insiste en pintarla como una amenaza para el mundo libre, donde se ve que, más allá del enfrentamiento ideológico persiste en occidente una imposible y obsesiva aspiración colonial sobre Rusia. En la administración de Reagan, el secretario Haig presentaba en sesión secreta un plan para devolverle a Rusia unas dimensiones aceptables, es decir: los Estados Unidos no tolerarían un Estado de las dimensiones rusas y trataría de balcanizarla.

    Veamos como iniciaron la tarea: Después del desgajamiento de las repúblicas populares que constituían el campo socialista, vino la disolución de la propia Unión Soviética, alentando la separación de sus repúblicas constituyentes: es decir las bálticas, bielorrusa, ucraniana, moldava, caucásicas y centroasiáticas; pero quedaba aun la Federación rusa. El proyecto trataría de llevar la Rusia Europea a dimensiones reducidas, buscando crear fuerzas centrífugas que, basándose en las etnicidades de ese país, la transformase en un inválido internacional. He ahí la razón del apoyo a los insurgentes chechenos con el fin de atomizar la Ciscaucasia. Respecto al Extremo Oriente, se pensaba en ofrecer a Japón una participación en el reparto de ese Oriente. Esta visión política se expresó contemporáneamente en lo que se conoce como doctrina Rumsfeld-Cebrowsky.

    Citamos ese trabajo de fragmentación anterior porque podría darse también en América Latina. Ya conocemos cómo las fuerzas oligárquicas, con apoyo imperialista, intentaron fraccionar a Bolivia, creándole un territorio en medialuna en su parte nororiental, para impedir que el Estado boliviano controlara todas sus riquezas petroleras y gasíferas. Pero en el resto de América Latina también podría darse. El denominado plan Balboa pretende segregarle a Venezuela la región del lago Maracaibo y su área circundante para construir un mini estado tutelado y, por otra parte, crear otro mini estado en el cinturón del Orinoco.

    Esa doctrina considera la posibilita de crear zonas territoriales de exclusión de soberanía para que fuesen garantizada por una fuerza protectora internacional que proporcionaría los Estados Unidos. De lo anterior, surge la idea del protectorado de la Amazonia y el protectorado de los estrechos y canales, pero ahora se agrega la obsesión de someter los acuíferos a la protección internacional.

    Ese plan es aplicable en toda América Latina. No vamos a entretenernos meticulosamente en cotejar las infinitas posibilidades de barajar y repartir el territorio como un póquer fatal. Basta con que aterricemos en Panamá como un futuro territorio a parcelar. Antes de la creación de la república se alimentó la idea de crear un Estado del Istmo en la franja ferroviario-canalera. Esa posibilidad fue estudiada y divulgada por el difunto periodista Luis Restrepo Rosas, quien señaló que el plan de intervención estadounidense, previo a 1903, contemplaba únicamente la separación del corredor central conocido como Yanqui Strip, es decir la ruta del ferrocarril que sería posteriormente la del canal.

    En la actualidad, ya en Panamá tenemos estados virtuales dentro del Estado formal de la república. El primero, ya conocido, es la antigua Zona del Canal, transformada ahora en un territorio cuasi autónomo, reconocido como tal dentro de la Constitución Nacional. Este estado tiene dos componentes directivos: la Dirección técnica del administrador y sub-administrador, los que llevan adelante los criterios de factibilidad, que son elementos circunscritos a la técnica; y, en segundo lugar, la Junta Directiva que es la que rige los criterios de viabilidad o políticos.

    Además tenemos otro mini- estado, formado dentro de la Costa Abajo de la Provincia de Colon, al cual se ha dado farisaicamente el nombre de Distrito Especial Omar Torrijos Herrera con lo cual se da cobertura a la segregación semiautónoma de un territorio  igual a la mitad de la antigua Zona del Canal, y el cual está desvinculado del marco regulatorio republicano o con leyes y reglamentos creados específicamente para amparar sus actividades mineras, las declaradas y las ocultas que ocurren bajo la cobertura de la explotación cuprífera.

    Para concluir esta digresión que me lleva de lo general a lo particular y viceversa me permito recordar una experiencia de Carlomagno para luego aterrizar en nuestro país: Carlomagno en su carácter de recreador del Imperio Romano de Occidente, rebautizado como Germánico, adoptó la idea de crear provincias fronterizas de carácter administrativo y militar con el fin de vigilar y contener las incursiones de pueblos ajenos a sus dominios. Estas provincias militarizadas tomaron el nombre de “Marcas” y su jefes o administradores vinieron a ser marqueses. lo cual adquirió el rengo nobiliario vinculado a ese nombre.

    En la provincia del Darién se ha creado una situación de exclusión de la autoridad que surge de la vida civil. En cambio, impera la supremacía de militares yanquis y criollos, utilizando como justificación la idea de tener una zona de avanzada para la vigilancia del sur del continente. Es decir, se ha creado una “Marca”. Esta es otra zona de exclusión de soberanía a la cual nos debemos referir.

    De la forma citada, es posible que en cada parte de la región latinoamericana y del Caribe se prevea la creación de mini estados que asegurarían la continuidad del control de riquezas específicas. Los estados nacionales desaparecerían y volveríamos al estado de cosas anteriores a la paz de Westfalia, sólo que en lugar de príncipes tendríamos banqueros y financistas. Esta balcanización del mundo es la que se intenta poner en experiencia en Venezuela y hace que su lucha sea la nuestra.

    Pasemos ahora de la idea estratégica central a la identificación de métodos propagandísticos. El lector que nos favorece con su atención recordará haber visto, en películas o en televisión, alguna serie de época alusiva a combates de la antigüedad en la cual las líneas enfrentadas, antes de iniciar la lucha, empiezan a batir sus espadas contra sus propios escudos, armando un escándalo de los mil demonios. Después de ello, los frentes se abalanzan unos contra otros. Lo que no registran las películas es que, en gran cantidad de veces, tal vez la mayoría, uno de los ejércitos enfrentados al oír el griterío se acobarda, titubea y sale huyendo, a lo mejor en retirada ordenada, o las más de las veces huyendo despavorido.

    Sabrá el lector que, salvando las distancias y haciendo la similitud con los hechos del presente, que tienen a su favor más medios técnicos, aquello que mencionamos era nada más ni menos que una acción de propaganda sobre el terreno que conseguía el éxito de asustar al oponente alarmado. Otra acción de propaganda, pero mediada por el tiempo la tenemos en los hechos reportados por Sennaquerib el asirio, cuando entraba en una población rebelde y ejecutaba crucificándolos o empalándolos a 10.000 disidentes. El eco de aquella sangrienta represión se difundía entre los que se atrevían a pensar en una rebelión y los disuadía por el simpe efecto de la propagación a través del tiempo de lo que conocemos como “miedo”. Pero, más allá de la disuasión pretendida por la propaganda, el recurso de la misma podía causar disidencias en el campo opuesto, “aterrorizado”.

    ¿Y que tenemos hoy? No negamos las dificultades que atenazan el día a día de la población venezolana, pero indudablemente está resistiendo moralmente a pesar de las bravuconadas de Trump, de Marcos Rubio, de Iván Duque y del jefe del Comando Sur, que desde Cúcuta ladran y hacen sonar trompetas como en Jericó, sin que la moral se derrumbe.

    Después de la guerra mediática, política y diplomática, ahora asistimos a la fase de la bravuconería sobre el terreno. Es una fase militar que persigue aterrorizar, porque “viene el lobo”. Indudablemente, después de esa fase puede ocurrir la movilización real de tropas contra las fronteras, pero antes de esta fase todavía puede surtir efectos la movilización de la comunidad internacional, como la llegada de una nave de una potencia amiga.

    Todo es parte de la vocinglería previa a la batalla, que esperamos que no se dé, pero que es necesario disuadir desde la fase inicial con gestos amigos, solidarios, políticos, diplomáticos, judiciales en cada país contra los cómplices locales de la invasión. Las publicitadas declaraciones recurrentes de la canciller panameña, Isabel Saint Malo, contra el gobierno revolucionario de Venezuela, exhiben ante la opinión publica la realidad de que el gobierno de Panamá asume un papel destacado, al servir de ariete que golpea, tratando de minar la sólida aceptación internacional del gobierno de Nicolás Maduro.

    En este sentido, el gabinete del gobierno panameño en su totalidad incurre en el delito de complicidad en los preparativos de agresión contra Venezuela avalando la comisión de actos de fuerza contra sus instituciones y su población. Aclaramos que dentro del gabinete hay culpables por comisión y omisión de funciones. En el caso particular de la titular de la cartera de Relaciones Exteriores, el ministro de Seguridad y el propio presidente, al no estar facultados por una delegación de funciones que se ejercen sólo en caso de guerra, están incurriendo en violación de los preceptos constitucionales 55 y 159 numeral 5.

    De igual forma. al establecer coordinaciones para la ejecución de una agresión están incurriendo en asociación ilícita para cometer un crimen contra una colectividad política y poblacional, entendiendo que sus actuaciones no discriminan como objetivo a la población civil que ha ejercido el derecho de optar por el presente régimen político constitucional de Venezuela. Esta acción está tipificada en la Declaración de DDHH como crimen.

    Todas esas posibilidades subvierten la condición de neutralidad perpetua a la que se obliga Panamá en su condición de país que alberga un canal, la cual requiere una vocación de paz. Por lo tanto, por ser la canciller quien empuja a este país fuera del marco de la neutralidad, coloca a nuestra patria en el papel indeseable de vulnerar el régimen de neutralidad comprometida.

    En consecuencia, las fuerzas sociales panameñas deben exigir a la Asamblea Nacional en su calidad de Órgano del Estado facultado para la vigilancia y control del Ejecutivo que disponga el encausamiento de los implicados en el nivel judicial que tenga competencia para ello. Lo importante es que el carnaval electoral no debe permitir el ocultamiento de la infracción antinacional cometida aun después de cesada sus funciones actuales la ley debe aplicarse e impedir que asuman otros cargos públicos

    Volviendo al plano de lo general, esperamos que en el continente la sangre no llegue al río. Sería malo para todos. De todas formas, debemos advertir del peligro albergado en los hechos simples: Las guerras mundiales nunca se declararon formalmente, se hicieron mundiales por la sumatoria de hechos simples. Revisemos la historia y demos vuelta atrás a las hojas de su libro: Situémonos en otras latitudes: En 1933, Japón creó un estado títere en Manchuria territorio de China, dándole el nombre de Manchukuo y un emperador. Después, en 1937, desde ese Estado las tropas japonesas comenzaron la invasión de China, iniciando una larga guerra.

    En octubre de 1935, Italia invadió a Etiopia y en 1939 anexó Albania; entretanto Alemania e Italia emprendieron una agresión contra la Republica española apoyando a los falangistas nativos. Entre 1938 y 1939, Japón exploraba desfavorablemente las defensas soviéticas en Mongolia en Jasan y Jalgin Gol, importantes derrotas que alejaron a los japoneses de su tentación siberiana.

    Hitler ocupaba Austria, mordía las fronteras checas primero y luego la ocupaba, atacaba a Polonia, los países escandinavos, luego Holanda, Bélgica y terminaba ocupando Francia. Mientras, Japón ocupaba Indochina y Birmania, arañando las fronteras de India, y, por otro lado, invadía Indonesia. Finalmente, atacaba Pearl Harbor. Hitler atacaría a Rusia y Estados Unidos entraría en guerra.

    Un lector de periódico que lea lo enumerado se daría cuenta de los combates en todas partes del mundo y que el continente americano, aunque no era teatro de esas guerras, sí lo era de los aprestos. ¡Cómo no lo sabríamos en Panamá que fuimos retaguardia de esos trajines! De repente, el lector pasivo de las noticias se da cuenta por sumatoria de la extensión de los teatros de operaciones exclamando: ¡Pero esto es una Guerra Mundial!

    En los años 30, Abisinia, España, China, Mongolia, y todo el sudeste asiático se fueron incorporando a una situación bélica sin fin, hasta que, por sumatoria, el mundo se dio cuenta de que el enfrentamiento era mundial. Otro tanto paso en la Primera Guerra Mundial. La gota que las trasformó en mundiales fue la incorporación de las naciones del continente americano a la declaración de guerra, aunque en el territorio continental no hubo enfrentamientos bélicos, salvo la batalla naval del Rio de la Plata.

    Pero advertimos, que la Guerra Mundial que sigue sería la más corta de todos los tiempos y seria la final. En la actualidad, los aprestos bélicos contra Venezuela pueden, o no, incrementarse, pero si se produjera una chispa bélica, la llanura se encendería y no se salvaría nadie.

    Por ello, la lucha solidaria de amistad y apoyo a Venezuela es una lucha por nuestra propia paz y seguridad.

    La Marca del Darién

    Quien lea el título que encabeza la presente sección del artículo sobe la globalidad y lo regional podrá pensar que me estoy refiriendo a un posicionamiento del país en el mercado publicitario turístico, o tal vez comercial de algún fruto u otras cosas que deban mercadearse. No es así y a continuación expongo mis preocupaciones:

    En la parte inicial de este artículo, me refiero a la situación venezolana y la relación que esta contingencia produce entre las situaciones locales, regionales e internacionales en general. En el aspecto global y regional, mencioné las tesis circulantes de dividir al mundo en dos regiones, según su capacidad de vida independiente.

    En ese sentido, las tesis globalistas sostienen que por lo general la mitad meridional del orbe estaría integrada por estados no viables (salvo países de la anglo-esfera del meridión, como Australia y Nueva Zelandia). Ese conglomerado meridional podría fraccionarse o parcelarse, de conformidad con la apetencia del norte, en mini estados con funciones muy específicas. En el aspecto local, debí aclarar aquellas digresiones, que llevan de lo general a lo particular y viceversa, y señalé cómo en Panamá hay mini estados cuasi autónomos, que son ejemplo de esa tendencia, como la Región del Canal (con título constitucional propio).

    Tenemos, además, la recién creada Zona Minera de Donoso, con autarquía y código minero creado ad-hoc. Tenemos la reciente Zona Bananera del Barú con facultades no sólo de producción, sino de administración territorial al margen de la legislación nacional. En toda la anterior enumeración, me faltó una Zona Especial en la provincia del Darién, de la cual poco se habla, y me referiré a ella con una alusión indirecta.

    En consecuencia de lo anticipado, me permito recordar una experiencia de Carlomagno, para luego aterrizar en nuestro país, haciendo referencia a nuestra realidad: el mentado personaje en su carácter de recreador del Imperio Romano de Occidente, rebautizado como Germánico, adoptó la idea de crear provincias fronterizas de carácter administrativo y militar con el fin de vigilar y contener las incursiones de pueblos ajenos a sus dominios; estas provincias militarizadas tomaron el nombre de “Marcas” y su jefes o administradores vinieron a ser margraves o marqueses. lo cual adquirió el rango nobiliario y militar vinculado a ese nombre. Algunas de aquellas “Marcas” por evolución devinieron en Estados feudales o llegaron a ser países de nuestro moderno mapamundi. Tenemos la Marca Hispánica de la cual evolucionó la Cataluña actual, la Marca Friuli de la cual devino el poderoso Estado Veneciano; tenemos la marca del Norte o Marca de Brandeburgo de la cual devino el actual estado alemán; en fin, otras tantas marcas más como la sajona y la bretona. En fin, que algunos crean Marcas y estas se desmarcan de su ámbito original.

    Bueno, aterrizando en el tema, en la provincia del Darién se ha creado una situación de exclusión de la autoridad que surge de la vida civil y en cambio impera la supremacía de militares yanquis y criollos, utilizando como justificación la idea de tener una zona de avanzada para la vigilancia del sur del continente. Es decir, se ha creado una “Marca” que tal vez sea transfronteriza (no lo sabemos, pero nos atrevemos a intuirla como avanzada posible en los términos de la Colombia Uri-duquista). En la Marca del Darién, las fuerzas militarizadas panameñas sólo sirven de cobertura y de palanca operacional, pero la conducción estratégica está en manos de tropas norteamericanas, aunque de momento su número pueda no ser mayoritario, pero podrá llegar a serlo según las contingencias del continente sudamericano.

    Inicialmente, pensé que la convivencia entre militares estadounidenses y panameños sería expresada en un símil del Quijote y Sancho Panza, pero esa es una figura que está atada a manejos de nobleza e hidalguía. Por lo anterior, pienso que esas patrullas conjuntas en la frontera podrían ser equiparadas al símil caricaturesco de Batman y Robin, donde uno de ellos es el dominante. En fin, resulta que, a la exclusión de soberanía en la Autoridad del Canal, la Minera de Donoso y el distrito bananero de Puerto Armuelles, se suma la Marca del Darién, que es otra zona de exclusión de soberanía, lo cual nos debe preocupar.

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