Cada vez son más fuertes las advertencias sobre un inminente riesgo financiero sistémico

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Un operador trabaja en el parqué de la Bolsa de Nueva York, el 20 de marzo de 2024. mientras el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell, anunciaba que no habría recortes de tipos pero señalaba que podría haberlos más adelante en el año. [AP Photo/Craig Ruttle]

Por Nick Beams
World Socialist Web

Al principio, apenas eran unos cuantos comentarios aislados, pero ahora existe una oleada de advertencias señalando que el mercado bursátil estadounidense y el sistema financiero en general son una burbuja a punto de estallar, con consecuencias potencialmente muy graves.

Hay dos preocupaciones principales: primero, que el crecimiento explosivo del crédito privado, en su mayoría no regulado, ha conducido a un relajamiento de los criterios financieros, asemejándose a las condiciones que precedieron al colapso de 2008; y segundo, que el impulso de Wall Street está dominado por un puñado de acciones de alta tecnología y vinculadas a la inteligencia artificial, de una manera que recuerda la burbuja de las empresas punto com al inicio del siglo, aunque con consecuencias potencialmente mayores.

Las preocupaciones sobre el mercado de crédito privado fueron planteadas esta semana por el presidente del banco UBS, Colm Kelleher.

En una conferencia sobre finanzas e inversiones en Hong Kong, afirmó que había un “riesgo sistémico inminente” para las finanzas globales debido a la manera en que las compañías aseguradoras buscaban mejores calificaciones para sus activos de crédito privado.

Según un reporte de sus declaraciones en el Financial Times, dijo: “La industria aseguradora, especialmente en EE.UU., está participando en una ‘arbitraje de calificaciones’ similar al que hicieron otras instituciones con los préstamos subprime antes de la crisis financiera de 2008”.

En el pasado, se consideraba que la industria aseguradora sería el último lugar desde donde se originaría una crisis financiera.

Las compañías de seguros eran vistas como instituciones financieras conservadoras, con modelos de negocio simples: vender pólizas a largo plazo e invertir en activos a largo plazo para cumplir con sus responsabilidades, proporcionando así una fuente de estabilidad para los mercados financieros. Eso ya no es así, como dejó claro un extenso análisis publicado la semana pasada por el Banco de Pagos Internacionales (BPI).

Este afirmó que desde la crisis de 2008, el sector asegurador había experimentado “cambios estructurales profundos”. El prolongado período de tasas de interés ultrabajas sobre la deuda pública tras la crisis volvió inviable el viejo modelo de negocio basado en inversiones en estos activos, y las compañías de seguros incrementaron su participación con firmas de capital privado.

Y más allá de eso, el análisis del BPI explicaba: “las aseguradoras de vida han reorientado cada vez más sus estrategias de inversión hacia activos más arriesgados y opacos, como bienes raíces e instrumentos de crédito alternativos. Estos activos a menudo carecen de transparencia y liquidez, dificultando su valoración precisa, lo cual plantea riesgos potenciales para la estabilidad financiera en forma de drenajes de liquidez provocados por ventas masivas que pueden amplificar los movimientos de precios durante períodos de estrés económico”.

En otras palabras, el valor contable de estos activos está artificialmente inflado, y esto se revela en condiciones turbulentas, cuando emerge su verdadero valor de mercado. Pero antes de que esto suceda, la ficción se mantiene buscando agencias que proporcionen una calificación más alta.

Kelleher señaló este fenómeno en sus declaraciones.

“Lo que estamos viendo ahora es un crecimiento masivo de pequeñas agencias de calificación que marcan las casillas para cumplir con los requisitos regulatorios”, dijo.

El BPI explicó que estas agencias más pequeñas, cuyo número ha crecido rápidamente, enfrentan presiones comerciales que las impulsan a asignar calificaciones más favorables, lo que puede “conducir a evaluaciones infladas sobre la solvencia crediticia” y “ocultar el verdadero riesgo de activos complejos”.

El papel del crédito privado cobró protagonismo a raíz del colapso de la empresa automotriz estadounidense First Brands y de la prestamista subprime Tricolor, que mantenían relaciones complejas con el crédito privado, o con lo que se denomina instituciones financieras no depositarias (NFDI, por sus siglas en inglés).

Una serie de fraudes recientes en empresas medianas es otra fuente de preocupación. Aunque aún no han provocado una crisis bursátil propiamente dicha, en palabras de un analista citado por el Wall Street Journal, están “generando ondas en los mercados de crédito”, con personas comenzando a preguntarse: “¿Cómo sucede esto?”

Una reciente nota de analistas de JP Morgan Chase indicaba que, si bien el caso de First Brands fue resultado de una mala gestión, también reveló, “más importante aún, una divulgación muy deficiente relacionada con las [NDFI] en todo el sistema bancario”.

En otras palabras, se sabe poco sobre las conexiones entre los grandes bancos y el sistema crediticio no bancario. El Fondo Monetario Internacional ha estado pidiendo mayor supervisión de este sector, y así lo reiteró el mes pasado, señalando que se estima que los bancos estadounidenses y europeos tienen una exposición de 4,5 billones de dólares a las instituciones financieras no bancarias.

El creciente dominio de las acciones tecnológicas en Wall Street, producto del auge de la inteligencia artificial (IA), también enciende señales de alarma.

La importancia de estos valores se evidenció el 28 de octubre. Tal es su peso, y el de las empresas vinculadas a la IA, que el S&P 500 cerró en un máximo histórico—el número 36 del año—aunque 397 acciones en el índice cayeron.

Un artículo del Financial Times de esta semana detalló el dominio del sector tecnológico-IA. Ocho de las 10 empresas más grandes del S&P 500 pertenecen al sector tecnológico, y representan el 36 por ciento del valor total del mercado estadounidense. Aproximadamente el 60 por ciento de las ganancias desde la caída del mercado en abril se deben al auge de estas acciones, y representan el 80 por ciento del crecimiento de ingresos del S&P en el último año.

El valor de mercado del fabricante de chips para IA, Nvidia, alcanzó los 5 billones de dólares, superando ya el valor combinado de las bolsas de valores de Alemania, Francia y Reino Unido.

El peso de las acciones tecnológicas e IA estadounidenses se refleja en el hecho de que casi una cuarta parte de la capitalización de mercado del índice MSCI All World, que reúne a más de 2.000 empresas de más de 40 países, proviene de los ocho grupos dominantes de EE.UU.

El divorcio entre la valoración del mercado estadounidense y la economía real se demuestra por el hecho de que, durante la mayor parte del período desde 1970, la capitalización bursátil promedió alrededor del 85 por ciento del PIB del país. Actualmente ha ascendido al 225 por ciento del PIB.

Esto tiene implicaciones económicas significativas, ya que por mucho que suban los precios de las acciones, siguen siendo capital ficticio. Es decir, en última instancia, no encarnan valor real, sino que son una reclamación sobre el valor de la economía real subyacente, y sobre todo, sobre la plusvalía extraída de la clase obrera, productora de toda la riqueza.

La oligarquía financiera, que se ha enriquecido hasta niveles históricamente sin precedentes gracias al auge de Wall Street—financiado en gran medida por el dinero barato proporcionado por la Reserva Federal—es profundamente consciente de esta relación, como lo evidencian los temblores que recorren el mercado cada vez que hay un repunte significativo en la lucha de clases.

Esta relación objetiva constituye la base de la alianza ahora abierta entre la oligarquía y el régimen fascista de Trump, que busca instaurar una dictadura presidencial—despotricando interminablemente contra el “socialismo”, el “marxismo”, los “comunistas” y la “izquierda lunática”—y que es una expresión de su temor de que, tarde o temprano, el colapso de la burbuja inflada de Wall Street tenga consecuencias económicas masivas y plantee de manera directa frente a la clase obrera la necesidad de la reorganización socialista de la economía.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 5 de noviembre de 2025).

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