Viendo el futuro a través del retrovisor

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La pobreza se refleja en los barrios marginales de Panamá. (Foto Fabiola Ortiz / IPS).

El país se administra como una tienda de chino –sin ser peyorativa– o como un chiringuito.

Mariela Sagel
opinion@laestrella.com.pa

El tema de los acuerdos de la Concertación Nacional para el Desarrollo fue objeto de un sucinto artículo del poeta y escritor Manuel Orestes Nieto en la revista Portada del mes de abril y ha tenido eco en otras publicaciones de articulistas y columnistas, porque nadie se explica que casi diez años después, semejante esfuerzo sea letra muerta, especialmente si la directora del equipo facilitador de esos acuerdos es la hoy vicepresidenta de la República.

En un think tank al que pertenezco, invitamos a un miembro de una consultoría que pretende resucitar estos acuerdos, y confieso que después de ahogar al gentil interlocutor con preguntas, quedé más confundida que cuando no sabía por dónde venían los tiros. A Panamá le sobran los estudios, las estadísticas y los planes, pero ninguno se aplica y la manera que enfrenta cada gestión de gobierno los problemas más medulares –educación, salud, agricultura, ambiente– no tiene continuidad, así que dejemos de estar hablando de visiones 2020 o 2030. No se puede resolver el problema económico si no hay una solución favorable a la cuestión social.

Aquí sobran las estadísticas, pero desde los niveles más altos de los que manejan la cosa pública se siguen guiando por percepción. Encima de que la sociedad tiene poca capacidad de entender las estadísticas, los que deben liderar las políticas públicas tampoco lo tienen claro, y se refugian en los subsidios, que crean un estado espantosamente asistencialista, que desfigura cualquier realidad. El país se administra como una tienda de chino –sin ser peyorativa– o como un chiringuito.

El mentado crecimiento económico versus la reducción de la pobreza, no toma en cuenta el abismo profundo que se está abriendo entre las competencias necesarias para que los profesionales panameños sean competitivos y no se escuden detrás de leyes que protejan las profesiones. De seguir así, en unos veinte años podemos entrar irremediablemente en un proceso de pobreza y eso sí sería un retroceso para el país, con hub logístico, aeronáutico y comercial, entre otros.

Nuestras autoridades no sólo no saben, sino que no quieren saber cómo es que deben hacerse las cosas para que enfilemos al país que debemos construir, son incoherentes, la institucionalidad es cada día más débil, no salimos de la zona de confort en que nos hemos colocado porque siempre hemos tenido el dólar y recuperamos el usufructo del Canal de Panamá.

En los temas educativos, la situación es álgida. Solamente 2 de cada 10 estudiantes culminan sus estudios superiores, lo que agrava la situación de ascender en puestos de trabajo y la falta de conocer un segundo idioma es la peor discapacidad para progresar laboralmente. El Ministerio de Educación, por ejemplo, es una entidad completamente fallida, que solamente repara escuelas –si es que lo hace y a tiempo– pero que no participa en la cadena de desarrollo que debe llevar un país que crece en porcentaje del PIB más que ninguno otro en el área, pero que no puede hacer prospectivas porque no se cuenta con la información.

Lo que sí es una realidad es que la deuda del gobierno alcanzó ya los $29,000 millones de dólares y la participación del sector agropecuario en el PIB bajó al 1%. El tema ambiental, que ha ganado ahora mucha popularidad a raíz de que el anaranjado presidente de Estados Unidos se retiró del Acuerdo de París y que el nuevo presidente de Francia lo ha retado con el “slogan” “make our planet great again” (hagamos grande otra vez a nuestro planeta), en parodia a lo que el gringo no se cansa de repetir: “make the US great again” (hacer grande a los Estados Unidos otra vez), está totalmente ajeno a los planes del actual gobierno y un país que tiene tanta agua y tanta vegetación abusa de sus recursos sin misericordia.

El gran intelectual Manuel Orestes Nieto tituló su artículo “¿Desconcertados?”. Después de toda esta tormenta de ideas, durante la cual bombardeamos al invitado para que nos explicara qué podemos hacer con los acuerdos de Concertación Nacional para el Desarrollo, salimos más desconcertados pero seguros de que debemos empezar a crear conciencia de que la bendición que creemos que tiene el país no va a durar para siempre, si no trabajamos en serio y con luces largas para tener una visión de país desarrollado, no el emparche que tenemos ahora.

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