Urge solución a piratería en transporte en Panamá

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Urge solución a piratería en transporte en Panamá

Por Adriano Mckenzie F.

Hace casi 45 años, el general Omar Torrijos, en un acto simbólico y característico de su personalidad, utilizando su folklórico lenguaje de panameño raizal, decidió darles su “machete de trabajo” a los conductores de autobuses de la ciudad capital. Con esa acción, el general Torrijos, después de largas conversaciones con los anteriores dueños del transporte colectivo, dio la oportunidad a los conductores que fuesen dueños de los autobuses y mediante la utilización de los mismos, pudieran llevar el sustento a sus hogares.

Ese gesto altruista de Omar, fue prostituido por individuos que irrumpieron en el negocio. Algunos de ellos se aprovecharon de trabajadores del transporte para canalizar votos, con el fin de convertirse en políticos y dueños de flotas de autobuses. Resultado: unidades del transporte colectivo en pésimas condiciones mecánicas y estéticas, elevadas cuentas que debían pagar los “palancas” (conductores subcontratados que no figuran en ninguna planilla), regatas en las carreteras, desorden en diferentes rutas, proliferación de accidentes fatales y huelgas para chantajear al gobierno e irrespetar a autoridades y usuarios. En fin, convirtieron al transporte colectivo en un “machete” que amenazaba a toda la sociedad.

Ningún gobierno, por el dichoso costo político que implica ordenar al sector, se atrevía a tomar las medidas pertinentes. La salida pusilánime del gobierno anterior fue indemnizar con 25.000 dólares a los dueños de autobuses desvencijados, para que salieran del viejo sistema, y capacitar a los conductores que quisieran pertenecer al nuevo sistema del Metrobús, de la empresa colombiana Mi Bus.

Por falta de visión y contacto con la realidad panameña, la empresa Mi Bus, no tomó en cuenta tres elementos importantes:

* El tamaño de los autobuses, lo que afectaría la frecuencia.

* El diámetro de las calles y avenidas de la ciudad capital, y

* Operarios de los autobuses, sediciosos e insatisfechos con el sistema, debido al horario, el salario y otros aspectos.

Y se repite el círculo vicioso

Aparecen los denominados “busitos piratas” (unidades que incumplen requisitos básicos del sistema), para suplir las falencias del Metrobús, sobre todo por la falta de una mayor frecuencia en recoger a los pasajeros en diferentes rutas. Esos vehículos no cumplen las leyes de Tránsito y de Seguridad, pero son más rápidos que los autobuses del Merobús. Crean una necesidad en el usuario y como detrás de ellos están los “padrastros de la patria” (representantes de grupos económicos y políticos influyentes), empiezan a chantajear al gobierno con paros, para exigir que no sean multados y les permitan trabajar hasta que legalicen su situación.

El gerente de la empresa Metrobús, ahora bajo el control estatal, aparentemente, intenta reparar los entuertos dejados por los colombianos, sus antiguos operadores. En primer lugar, el gerente anunció la compra de nuevas unidades de autobuses, incluidos unos más pequeños. Asimismo, ordenó reparar las unidades existentes, que se encuentran dañadas, y se comprometió a cumplir y a acelerar los pagos a las víctimas de accidentes en los que están involucrados vehículos de esa compañía.

La bola pica y se extiende

La solución del problema del transporte colectivo no es fácil y mientras impere la conducta del “juega vivo” de los políticos de turno, menos será posible alcanzar esa meta. Lo positivo, es que los panameños saben cómo denominar a esos señores: “piratas”.

En los siglos XVIII Y XIX, se perseguía, encarcelaba y hasta se ajusticiaba a los corsarios y piratas. Hasta que a alguien se le ocurrió “sumarlos” al régimen de turno, perdonándoles sus delitos, y permitirles ser capitanes de barcos y compartir con ellos los tesoros que robaban a embarcaciones de otros países.

El modelo de la piratería vuelve a ponerse de moda en el siglo XXI. De hecho, los “busitos piratas” y “taxis piratas” (incluida la red de transporte privado Uber), prestan el servicio y muchos usuarios claman por ellos. Entonces, habría que legalizar esa actividad. Así ganaría reconocimiento el gobierno, a través de la Autoridad de Tránsito y Transporte Terrestre (ATTT), y tendrían tranquilidad los “conductores piratas”. Los usuarios se beneficiarían, al tener varias opciones de transporte en el fragor de la competencia.

La presencia de UBER en el negocio de movimiento de pasajeros ha provocado la creación de empresas panameñas de taxis online y los “yo si voy”. Entonces ¿es o no positivo sumar a los piratas? De todas maneras, ¿qué tenemos que perder? …¡nada! Y, probablemente, ganar mucho, y que los usuarios estén protegidos con pólizas que los cubran, ante la eventualidad de accidentes.

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