Por Toracio P. Iturralde Sh.
¡Unidad!, ¡Unidad!
Unidad es la consigna
que camina perpleja por la avenida,
convocada en mítines dispersos
por dispersas y atómicas consignas.
Los trabajadores deambulan
buscando por doquier la enigmática
frase, recogida en panfletos,
llamando a la realización de lo concreto:
“Trabajadores del mundo, uníos”.
La unidad se mira desnuda,
se pasea frente al espejo
cual corpúsculo que satura
el espacio concurrido.
Se va marcando por el rojo color
aquellos caminos de todas partes,
la magnética ovación del vanguardismo
se perfila en el horizonte,
y la ausente guía arropa el caminar
deambulante, zigzagueante,
del trabajador que busca,
por doquier, su consigna.
La luz nos llega con Martí,
cuando define con espléndida voz
el general concepto de Universo:
“La diversidad en uno”.
Pues, uno es la unidad,
la fuerza centrípeta que atrae
hacia sí, la gran diversidad.
Trabajadores todos… en uno.
Trabajadores que esperan ansiosos
andar, henchidos, con su consigna.
Frente a una sola voz que llama,
que camina, que abraza la pluralidad
densamente estrecha en el simbólico puño.