La victoria alcanzada en las urnas en todo el territorio peruano por el candidato presidencial del movimiento Perú Libre, Pedro Castillo, confirma los tiempos de cambio en América Latina y la respuesta popular al agotamiento provocado por los gobiernos oligárquicos que entregaron a ese país a las grandes corporaciones y agravaron los niveles de pobreza y marginalidad de la población.
El triunfo de Castillo es importante, porque venció a la costosa maquinaria mediática que infundía terror al electorado, para impedir que un candidato de izquierda asumiese las riendas de un Perú debilitado por la pandemia de Covid-19, el endeudamiento público y el desempleo que condenó a más del 70 por ciento de los habitantes a refugiarse en el sector informal de la economía.
Otro factor importante que explica el resonante resultado del sufragio popular en ese país andino bañado por las aguas del océano Pacífico, es el categórico rechazo a la corrupción, el hartazgo de la población ante los desfalcos multimillonarios que vaciaron las arcas del Estado y la impunidad recurrente de los líderes políticos que convirtieron en una caricatura a la Justicia penal en ese país.
Las campañas contra Castillo no consiguieron torcer la voluntad popular de los electores. Tampoco confundieron a la mayoría los argumentos dirigidos a la satanización del progresismo, una vía rápida para encarar los graves problemas socioeconómicos en una región brutalmente empobrecida por la aplicación del modelo económico neoliberal y la pérdida de su valioso patrimonio.
Las expresiones de reconocimiento de varios estadistas de países latinoamericanos al triunfo irrefutable de Castillo, echa por tierra cualquier resquicio de duda sobre la validez del sufragio y aleja de los tribunales los recursos de impugnación de la candidata rival, Keiko Fujimori, quien no acepta que un maestro de escuela haya levantado la bandera de la dignidad para derrotarla en buena lid.
Los movimientos de izquierda, con Omar Torrijos a la cabeza, dirigieron la recuperación del Canal de Panamá, del petróleo venezolano de la mano del presidente Hugo Chávez, o del litio en Bolivia, en el gobierno de Evo Morales. De hecho, Luiz Inácio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores (PT), protegió a los niños de las favelas y mejoró el Producto Interno Bruto del Brasil.
Con el triunfo de Pedro Castillo en el Perú, se vuelven a abrir las inmensas alamedas a las que se refirió el presidente chileno Salvador Allende. No se trata de un resultado electoral cualquiera. Es un hecho trascendental en el ámbito político latinoamericano que permite al pueblo peruano recuperar el legado imperecedero de los héroes de Ayacucho para ayudar a vencer el miedo en América Latina.