Por Filiberto Morales / Docente universitario
Después del magnicidio del Comandante Omar Torrijos, el rumbo de la nación panameña lo definieron los grupos pro oligáquicos y pro imperialistas en proceso de restauración. Esto se consolidó a partir del golpe de Estado que implicó la Invasión militar, política y cultural norteamericana de la Natividad y el Año Nuevo de 1989.
Los torrijistas creímos de buena fe que, luego de una década de gobierno de la lumpenburguesía financiera e intermediaria y sus aliados transnacionales, el gobierno del Partido Revolucionario Democrático (PRD) daría una direccionalidad estratégica hacia un desarrollo incluyente.
Bastó menos de un año para evidenciar lo iluso de aquella creencia. Y es que como nos enseñó el Maestro, no se le pueden pedir peras al olmo. Los intereses de quienes asaltaron el Estado y las fuerzas sociales y económicas a las que les sirven, definen el carácter antipopular y antinacional del “rumbo” que le han impuesto a Panamá. Hoy, el mensaje del señor presidente de la República no pudo ser más claro y definitorio.
La vida nos enseña, mil y una veces más, que únicamente las organizaciones populares y los movimientos sociales pueden definir para la nación panameña un rumbo nacional-popular, democrático, progresista, capaz de acometer las tareas inmediatas y estratégicas en función del bienestar de las actuales y nuevas generaciones.
Guardadas las particularidades nacionales, lo que ocurre en países hermanos de la región marca algunas rutas dignas de estudiar.