Por Alberto Velásquez
Periodista y relacionista público
Tradicionalmente, en especial por la lucha lideraba desde sus tribunas, el parque de Santa Ana, ubicado en el arrabal de los siglos pasados, fue siempre llamado la cuna de la democracia, como símbolo de las luchas ciudadanas por la libertad y las demandas por un Panamá mejor.
Numerosas personalidades del mundo político, líderes estudiantiles y fervorosos defensores de los derechos ciudadanos se reunieron en el parque de Santa Ana, en la capital panameña, luchando por la dignidad de los pueblos.
Demetrio Korsi, el poeta santanero por excelencia, y Gaspar Octavio Hernández, periodista emergido del barrio de Santa Ana, le dieron luz y brillantez a su origen, junto a otros destacados luchadores. Ellos deben estar avergonzados porque, recientemente, un político desacreditado en el ámbito nacional e internacional ha pisado el parque para iniciar una campaña política, a pesar de estar consciente de que la Corte Suprema de Justicia ratificó su condena por ”lavado de dinero” y otros casos delictivos.
Y la afrenta a la trayectoria histórica santanera se multiplicó porque el personaje condenado judicialmente se hizo acompañar por una pléyade de personajes con trayectorias dudosas.
Pero, quizás habría que sopesar el criterio de cierto sector ciudadano que lo aplaudió. Es parte del resultado de la perversa cuestión del clientelismo, de la forma como se está conduciendo gran parte de la sociedad que vende su voto al mejor postor, o que concluye equivocadamente que no importa que el sujeto de marras haya robado, pero hizo cosas, comparándolo con el actual gobierno que agoniza, con una estela de incompetencia y corrupción.
El parque de Santa Ana ha sido mancillado por individuos que, a diferencia de líderes de épocas anteriores, desconocen el sentido de la democracia y la libertad. Incluso, prometieron ”poner dinero en el bolsillo” del pueblo empobrecido.
La degradación de los políticos en Panamá ha llegado a convertirse en una miasma y la historia hará que se revuelquen en ella. Asimismo, tendrán que tragársela frente al ímpetu de una juventud que no come del cuento y que los tiene medidos desde hace tiempo como lo peor que ha administrado el país en los últimos quinquenios.