Transitismo y transitistas en acción

“[…] el modelo transitista tiene rostro… y no es el del pueblo”.

2
194
Ferrocarril transístmico en su recorrido por áreas del Canal de Panamá.

Por Roberto Antonio Pinnock Rodríguez
Sociólogo y docente de la Universidad de Panamá

En principio, podemos decir que el “modelo económico social transitista” es la negación de lo que podría convertirse en un desarrollo integral, sostenible, autocentrado, con carácter soberano e independiente. La cuestión es que, pareciera que el término transitista hace pensar que el modelo se basa en que la economía del país solo desarrolla lo que se localiza en la zona de tránsito. Desgranemos un poco esta visión, de forma tal que podamos identificar mejor quiénes son agentes impulsadores o impulsadoras de tan inequitativo modelo del subdesarrollo panameño.

En efecto, el transitismo se manifiesta en acciones que son contradictorias con ese tipo de desarrollo que beneficia al conjunto del país, aun cuando parte de ese conjunto se localice en la zona de tránsito. Es decir, no por localizarse en este espacio el modelo favorece el desarrollo de esta población. Desde el punto de vista del ciclo del capital a nivel mundial, producción-circulación, los agentes del modelo transitista tienen una vocación profunda por las actividades que se realizan en la esfera de la circulación. De allí, su entrega por completo a las actividades económicas que tienen que ver con el comercio y servicios, especialmente en conexión subordinada -cuando no, servil- con el interés de los grandes capitales internacionales. En realidad, se trata de la asignación que le han otorgado los grandes capitales mundiales a la economía de los países subdesarrollados; en nuestro caso, la de ser sus sirvientes en la fase de la circulación.

Los “transitistas”, se las han arreglado, desde mediados del siglo XIX, para desalentar el desarrollo de actividades productivas agrarias e industriales de carácter autocentrado. La Historia, que poco se difunde en nuestras escuelas superiores, da cuenta de más de una centena de iniciativas favorables al desarrollo agrario, industrial y energético autónomo del país, que fueron aniquiladas en su cuna por los poderes industriales globales con la aquiescencia de los transitistas locales.

Como muestra, los registros del año 1935 hablan de lo que hoy pudiera haber sido una pujante y floreciente industria nacional: la de la “alcoholina panameña”. Esta, fue discretamente eliminada por la diva de los combustibles fósiles de entonces, llamada The Texas Company, conocida luego como la Texaco petroleum. Al grupo azucarero localizado en Coclé, que inició esta prometedora industria, lo forzaron a deshacerse de tal idea, a cambio de cederle cierta cuota de azúcar vendida a las bases militares acantonadas en la zona de tránsito; algo así como el cambio de espejitos por oro, de la impronta hispánica colonial. El ímpetu desarrollista -incursionando en la fase de producción y no de circulación- fue olímpicamente aplastado en su cuna. Además de que, hubiera sido una industria que estaría aportando actualmente al control del calentamiento global, en comparación con los daños a la atmósfera provocados por las corporaciones transnacionales de combustibles fósiles.

El golpe de gracia dado al incipiente sector industrial panameño fue dado con las leyes 3 en 1 bajo el Gobierno del exvicepresidente del Banco Mundial, el señor Nicolás Ardito Barletta, cuyo vicepresidente era uno de los descendientes directos de los dueños de aquella empresa azucarera que pudo haber abierto camino hacia un desarrollo industrial autónomo panameño.

Cuando los agentes del transitismo impulsan actividades agrarias-industriales, no lo hacen para que estas fomenten un desarrollo autónomo del país, sino para que sean parte de la cadena de valor internacional; lo que crean son enclaves. Esto es el caso de la empresa transnacional Del Monte -en Panamá, denominada Banapiña-, misma que, además de despojar a más de 400 familias campesinas de sus plantaciones, no tiene mayor vinculación con la cadena de valor del conjunto de nuestra economía, su vínculo umbilical se encuentra en los centros del poder mundial. Los servicios legales, la venta de productos NO producidos en el país, una mano de obra pauperizada, etc., que alcanzan a proveerles a estos enclaves, son la satisfacción pírrica de quienes sustentan el transitismo.

El oscuro negocio de la especulación y desposesión de la tierra a campesinos y al Estado, es otro ejemplo de su accionar. Los escándalos de tierras mal habidas y la insistencia por convertir en mercancía tierras de áreas naturales protegidas en áreas de Donoso, Santa Fe y comarcas indígenas, retratan de cuerpo entero a los adalides del modelo transitista. Así, el modelo transitista tiene rostro… y no es el del pueblo.

2 COMENTARIOS

  1. Excelente artículo de nuestro hermano patriota Antonio Pinnock, quien retrata en su justa dimensión cual ha sido el comportamiento de estas empresas transnacionales que mutilan las aspiraciones de los hombres y mujeres en los lugares en dónde se establecen y crean una dependencia enfermiza que termina por asfixiar la economía de nuestros países.

    • Hola Marvin:

      Saludos. Gracias por preferir los artículos y notas publicados en Bayano digital.

      David Carrasco
      Director de bayano digital

Dejar una respuesta

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí