Socialismo y Democracia

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La vía al socialismo sigue abierta.

Por Miguel Montiel Guevara
Docente

La antinomia capitalismo-socialismo no es tan simple. Cuestiones como por qué la gente prefiere vivir en países capitalistas con democracia burguesa, neoliberal en vez de vivir en países socialistas, pese a los muchos beneficios sociales que brinda el socialismo y no el capitalismo. La razón es sencilla: la democracia es una forma de convivir con gran arraigo en las personas, un producto histórico cultural que se contrapone al totalitarismo como forma de convivencia.

La democracia está hecha de exquisiteces que deseamos poseer, adheridas a nuestro gen de la individualidad del cual no es posible desprenderse nunca porque junto con el gen de la solidaridad es la esencia de nuestra existencia. Desde la más nimia de las libertades individuales hasta la más conspicua de las libertades colectivas son funciones puestas en el núcleo de nuestras células por esos dos genes como dos caras de la misma moneda: hombre y mujer.

El capitalismo se proclama santuario de la empresa privada y estigmatiza al socialismo como sepulturero de la misma. El socialismo no es enemigo de la actividad empresarial privada per se. Ha sido un error concebirlo así, incluso por los propios socialistas. En consecuencia, la actividad empresarial privada, que hace parte fundamental de la democracia sitúa a ésta como enemiga también del socialismo y la democracia no es propiedad exclusiva del capitalismo.

Pero, ¿es la empresa privada negativa por antonomasia? No lo creo, depende de las circunstancias determinadas por el interés individual o colectivo. Aquí es donde capitalismo y socialismo se separan de su raíz democrática al ingresar al cuadrilátero del mercado. El capitalismo supedita el mercado al interés individual en la actividad empresarial privada, mientras que el socialismo supedita el mercado al interés colectivo en ella. ¿Cómo ocurre esto? Por un fundamentalismo del mercado que funciona sin control alguno por la voracidad desmedida de la máxima ganancia en el capitalismo o planificado y regulado en el socialismo. Esa es la cuestión.

La historia enseña que los ideales de libertad, igualdad, fraternidad y justicia social emergieron de la Revolución Francesa para convertirse en el santo y seña de la civilización occidental y más allá, arraigando en el alma de la gente. Pero casi imperceptiblemente, hábilmente “sin querer queriendo” se arrió una de sus banderas revolucionarias originales: la justicia social. No era del gusto de la incipiente burguesía capitalista líder de la revolución.

François-Noêl Babeuf, mejor conocido como Gracchus Babeuf, fue un revolucionario francés precursor del socialismo que levantó la bandera de la justicia social junto a las demás desde el principio de la revolución y la defendió hasta su muerte en la guillotina. Dirigió La Conspiración de los Iguales, que tuvo un impacto muy importante en la historia del socialismo y las luchas populares y obreras. En su última carta, Babeuf escribió a su mujer y sus hijos:

“Escribid a mi madre y a mis hermanos. Decidles cómo he muerto e intentad hacerles comprender, a esas buenas gentes, que una muerte así es gloriosa, lejos de ser deshonrosa. Adiós para siempre; me envuelvo en el seno de un sueño virtuoso”.

El sueño de la democracia. La conmovedora historia de Babeuf y sus seguidores testimonia que el socialismo estuvo presente junto con el capitalismo en la lucha por los ideales de la democracia.

Grave error del socialismo ha sido dejarse tratar como su adversario. Porque no es así. Son suyas desde su origen las cuatro banderas democráticas de libertad, igualdad, fraternidad y justicia social. Con ellas, plantear el socialismo casado con la democracia como forma de vida en reemplazo del capitalismo deshumanizador y el totalitarismo. Cuba La Grande, no sólo por serlo entre las islas del mar Caribe, sino por lo vivido, porque nunca se ha rendido, con reformas democráticas más profundas y sin ningún inhumano bloqueo, puede ser el país que instale el socialismo democrático por primera vez en el mundo.

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