Por David Montolio
En los años ’30, el estado de Queensland estaba en un auge económico que convirtió al estado y a su capital, Brisbane, en el segundo centro económico del país.
Los productores de caña, en todo caso, no podían encontrar una solución para la plaga del escarabajo de caña, que mermaba sus cultivos. Se les ocurrió, entonces, importar un sapo desde Venezuela y Centroamérica que acabaría con los estragos del insecto: el Sapo de Caña, también conocido como Sapo Neotropical Gigante o Sapo Marino.
Más rápidamente que cualquier otro animal en la isla australiana, este sapo comenzó a expandirse y para 1980 había conquistado toda la costa oriental de Queensland y avanzaba hacia el interior. (Esta animación de Wikipedia muestra el avance entre 1940 y 1980: https://bit.ly/eLE2hQ).
Un grupo de científicos descubrió que la necesidad de este sapo de expandirse por el territorio ha puesto en jaque la demasiado famosa Teoría de la Evolución de Darwin, ya que las mutaciones que ha sufrido la especie en los últimos 70 años no tienen nada que ver con su capacidad para reproducirse ni para sobrevivir, como exigió Darwin, sino con su capacidad para expandirse.
Así, las mutaciones de una generación a otra han alargado las patas traseras de los sapos, pudiendo así saltar más largo y recorrer más distancias, pero no dándoles mejores capacidades para su reproducción.
El proceso de Selección Natural postulado por el científico del siglo pasado, decía que la evolución de las especies tenía directa relación con las mutaciones genéticas que daban a un individuo mejores condiciones para su reproducción. El proceso de selección “especial” de estos sapos, ha mostrado que mientras más mutaciones genéticas tienen, menos aptos son para reproducirse, y más enfermedades contraen.
El estudio realizado en la Universidad de Sídney, reveló que los sapos más evolucionados sufren de artritis a la columna, padecimiento causado por una bacteria que se encuentra en la tierra. Además, tienen menos eficiencia genética al momento de reproducirse y son más vulnerables a los depredadores (cocodrilos), porque su veneno es menos efectivo.