Retiren las rodillas de la nuca de las capas medias. Editorial de 16 de junio

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En Panamá, las capas medias de la población son más vulnerables que nunca y se empobrecen en medio del declive económico. Sobre ellas recae el peso de una crisis sistémica, el costo financiero y humano de la pandemia, y un endeudamiento externo atroz que hipoteca al Estado y endurece la historia del descomunal saqueo de las arcas públicas perpetrado en varias administraciones.

Una exigua bolsa de comida y un ridículo bono mensual diseñado con un concepto de caridad no pueden satisfacer las demandas primarias de supervivencia de una familia promedio de las capas medias, empujada a la desesperación y la incertidumbre a causa de las deudas, los impuestos, las letras atrasadas de los préstamos bancarios y la pérdida de estabilidad en el empleo y la capacidad crediticia.

En esas capas medias se concentran profesionales e intelectuales quienes contribuyen con talento y dedicación al auge de distintos sectores de la economía. Su crecimiento exponencial fue alcanzado durante el gobierno del general Omar Torrijos, quien entendió que para recuperar el Canal de Panamá y desarrollar al país se requería de personas con alta formación académica y técnica.

Sin embargo, el papel del Estado rector ha sido desdibujado por políticas entreguistas y la aplicación de un modelo neoliberal que pretende reducir y arrinconar a las capas medias, y entregar a las grandes corporaciones las riquezas del país a través de engañosos mecanismos privatizadores y asociaciones público-privadas que han derivado en un rotundo fracaso en otras partes del mundo.

Es inconcebible que mientras el gobierno ofrecía limosnas en casas de personas de capas medias sin empleo, pactaba con el Fondo Monetario Internacional (FMI) una línea de crédito de 515 millones de dólares para apoyar al sistema bancario. Los autores de esas acciones salieron a buscar el aplauso de los banqueros, pero perdieron credibilidad en un pueblo cansado de reiterados abusos.

Si para algo ha servido la pandemia, es para demostrar, sin ninguna duda, el desprecio oficial hacia los sectores marginados y el severo castigo a las capas medias artífices de la recuperación de la soberanía sobre la Zona del Canal, donde predomina el concepto privado del uso más exclusivo posible, en desprecio al sacrificio histórico y la sangre de los mártires de la gesta patriótica de 1964.

Es necesario exigir al gobierno y al sector privado que quiten las rodillas de la nuca de las capas medias. El silencio de esa parte de la población asfixiada no debe ser interpretado como cobardía ante la pérdida de seguridad laboral y social, porque en ella anida un sentimiento de malestar e indignación, y el deseo de refundar al Estado y liquidar, de una vez por todas, el modelo rapaz y opresor.

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