Resuenan los llamados a la Justicia

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Resuenan los llamados a la Justicia

Casi todas las encuestas de opinión reconocen que la Justicia es un tema pendiente en Panamá, y que falta en la población un indicio de convencimiento pleno en la certeza de castigo en los delitos graves que han estremecido a la opinión pública. Todo ello, se traduce en una alta percepción de impunidad, en casos que envuelven a grupos multimillonarios o mafias del narcotráfico.

En el derecho internacional, la impunidad se refiere a la imposibilidad de llevar a la Justicia a los violadores de los derechos humanos. Ello también abarca al saqueo de las arcas públicas y el expolio en perjuicio de comunidades indígenas y campesinas asentadas sobre valiosos recursos mineros, forestales o hídricos, que tarde o temprano son convertidos en objetivos de explotación.

Gran parte del abuso surge del modelo de explotación vigente, del poder ancestral de familias con alto peculio y ahora, con el dominio marcado del capital financiero internacional que sabe moverse en los laberintos jurídicos para imponer sus propias reglas y acallar las voces de resistencia de las organizaciones sociales, a través del chantaje, la amenaza y la fuerza. Bajo ese manto de impunidad se cubren, además, organizaciones delictivas que han penetrado altos mandos en las Fuerzas de Seguridad del Estado.

La población comprende mejor el carácter selectivo de la Justicia y el evidente intento de criminalizar a las protestas en comunidades agobiadas por la falta de eficientes servicios públicos y reiteradas violaciones a las normas ambientales en el diseño de urbanizaciones y megaproyectos. Son los pobres y no los ricos los que ingresan a las sobrepobladas cárceles de Panamá. Asimismo, eluden el castigo los que toman los recursos del Estado y los bienes patrimoniales, o exponen a la colectividad al riesgo de escándalos internacionales.

Los jóvenes tienen el deber moral de no resignarse a vivir bajo ese modelo perturbador e insostenible, en el que se enconan las contradicciones de una sociedad en crisis y aturdida por la corrupción. Es necesario que surjan nuevos liderazgos y prevalezca el anhelo de cambio, y que el movimiento social obtenga la madurez necesaria para construir caminos con objetivos claros de participación política y desarrollo humano con equidad, en defensa de la cultura, la educación y la soberanía nacional.

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