Reflexiones en torno a la soberanía de Panamá

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El patrimonio soberano vuelve a estar en peligro.

Por Abdiel Rodríguez Reyes
Docente universitario

El problema de fondo de la falta de soberanía es el tutelaje a una potencia. En Panamá, hemos sucumbido ante fuerzas externas a lo largo de los últimos cinco siglos. No sólo se trata de un asunto del territorio, como parte fundamental del dominio. También es la servidumbre de la élite económica.

Reflexionamos sobre la soberanía y preguntamos si realmente somos soberanos. La respuesta inmediata es no. Tenemos bien enganchadas las garras del imperio en el territorio y la conciencia.nacional.

El progresismo latinoamericano enarboló la bandera de la autodeterminación de los pueblos. Lo curioso, es que en Panamá no hemos ”surfeado” en esas oleadas progresistas. Hoy, campea el neoliberalismo en forma unidimensional.

En el plano internacional, la fórmula de depender de otra potencia tampoco ayuda. En esa línea, lo útil sería transitar a un mundo pluripolar, de respeto, reconocimiento y convivencia entre países.

En el rejuego de peleas entre elefantes, China y Rusia juegan un papel importante. Asimismo, es necesario pensar en los BRICS, MINT o G11, como contrapropuesta a las potencias occidentales.

La cuestión de la soberanía impera entenderla en un contexto internacional y las mediciones con lo nacional. Se requiere explicar el punto en ese orden de ideas, porque el tema amerita ser pensado en forma global y actuando localmente. No somos una isla. Panamá es un pequeño país dentro de una comunidad internacional.

La historia se resume en las diferentes etapas de hegemonía de potencias extranjeras en el territorio nacional. En 1821, luego de tres siglos de dominio español, nos independizamos para unirnos a Colombia hasta 1903, ya desde el siglo XIX, Estados Unidos inspirado en la doctrina Monroe se presentó como ”salvador” de las naciones ante potencias expansionistas como Francia, Inglaterra y Holanda.

A partir de 1903, Panamá entró en una etapa de neocolonialismo que “terminó” el último día de 1999. Así se puso fin al enclave colonial, como resultado de una larga lucha generacional, desde la participación patriótica de los estudiantes en la década de los cincuenta y como corolario la gesta soberana de enero de 1964.

En la segunda mitad del siglo XX, emergieron en este país varios proyectos de liberación. Uno de ellos fue el encabezado por Omar Torrijos bajo un régimen militar, pero no es el único. Otro proyecto de liberación nacional fue el de MLN-29, también el de toda aquella izquierda que no era ni lo uno, ni lo otro, y enarboló la bandera soberanista o, más atrás, el MUR y el VAN.

En el plano nacional, la tarea es echar a andar un proyecto de liberación política —sin renunciar a lo electoral—, uno para poner fin a la servidumbre de la élite a la política exterior de otros países.A demás, una elite neoliberal, como no podría ser de otra forma, que ha sacado sus garras. En todos los casos, vemos que se promociona lo privado sobre lo social, el individualismo y el libre mercado.

Después de la invasión de Estados Unidos a Panamá, en 1989, a los partidos políticos muy poco les importa la soberanía de este país. En forma descarada, se limitan a promover las relaciones internacionales, los intercambios comerciales y la diplomacia, pero no cuestionan el tutelaje.

Un proyecto político electoral de liberación es posible, cuyo horizonte privilegie la soberanía como un asunto medular, porque pareciera que no tenemos conciencia de su importancia. Muchos decían que de la soberanía no se come, pero en el presupuesto general del Estado, son miles de millones que el Canal interoceánico, en manos panameñas, ha destinado al erario. Sin duda, se requiere una mejor distribución de los recursos de forma transparente, óptima y mesurada.

Es notoria la astucia del pueblo en la percepción política, pero es importante trabajar en la formación de la conciencia revolucionaria, por ejemplo, en una escuela de cuadros. En Panamá, no hay ninguna escuela nacional de cuadros de izquierdas. La socialdemocracia y los sindicatos hacen su esfuerzo, pero se requiere algo más concreto, sistemático y crítico, como la Escuela Nacional Florestan Fernandes, en Brasil, o el Instituto Nacional de Formación Política, en México.

Critica creativa es lo que se necesita. Hay que trabajar colectivamente, porque poco sirve estar criticando, si no diseñamos creativamente un nuevo mundo donde quepan muchos mundos, como dicen los zapatistas: uno donde no haya discriminación, donde seamos los dueños de nuestro destino colectivo. No basta criticar el orden mundial. Necesitamos crear uno de mayor afectividad y sensibilidad. Un orden en el que se respete la soberanía de los pueblos.

En el plano internacional, tenemos que trabajar en la dirección de un mundo pluripolar. Como decía José Martí: plan contra plan. El progresismo en términos generales tiene en su horizonte un mundo multilateral, porque la hegemonía imperial estadounidense no da tregua. La integración de los pueblos de nuestra América muchas veces se ha estancado.

Por otro lado, es vital reflexionar sobre la soberanía alimentaria y potenciar la agroecología, como un asunto estratégico del Estado.

Parafraseando al historiador panameño Ricaurte Soler, la burguesía nacional siempre pensó en convertirse en un emporio comercial internacional y, evidentemente, con la construcción del Canal de Panamá, pretendió extraer beneficios económicos directos.

Es cierto que nos independizamos de España en 1821, pero no fue por una idea preconcebida de nación, ni porque teníamos la presencia de emancipadores. Fue porque a los criollos panameños no les convenía esa dependencia. También se produjo la separación de Colombia, no por una segunda emancipación, más bien influyeron en ello las presiones externas y las élites tomaron ese camino por conveniencia.

Tras el golpe de Estado en 1968 y el inicio de la era militar, se llevó adelante un proyecto de modernización de la estructura estatal, se creó una plataforma de servicios internacionales y fueron asumidas varias demandas sociales, para poner fin al enclave colonial.

Después de varios años transcurridos, otra vez el tema de la soberanía vuelve a adquirir importancia más allá de los círculos de izquierda. Existe una preocupación por la práctica de la minería a cielo abierto en el territorio nacional. Unos dicen que Panamá vale más sin minera y otros apuestan por la nacionalización. Ambos coinciden en el rechazo del polémico contrato del proyecto extractivista sometido a la Asamblea Nacional de Diputados.

La compañía Minera Panamá, S.A., subsidiaria de First Quantum Minerals Ltd.,opera como un enclave colonial en Panamá. Hay que destacar que la consulta pública no vinculante, sobre el contrato minero, fue realizada de la misma forma como se hizo un gran diálogo nacional y representa una farsa inaceptable.

Si queremos vivir en un país soberano, tenemos que luchar por su futuro, en el que seamos dueños del destino colectivo. En el ámbito nacional, se necesita trabajar en la unidad de las izquierdas y en las alianzas regionales tácticas y estratégicas que buscan la integración de los pueblos.

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