“No dejemos que […] el Ejecutivo se salga con la suya. Si llega a burlarse […] del pueblo […], debemos […] salir a la calle […]”
Por Mariela Sagel
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El título de este artículo lo tomé prestado del último libro del filósofo español, Javier Moscoso, que en el año 2016 presentó en Panamá su ‘Historia cultural del dolor’. Y calza muy bien con la desazón que estamos viviendo frente a las designaciones para magistradas que ha hecho el Órgano Ejecutivo y todas las promesas que hicieron en campaña los actuales gobernantes, la mayoría de las cuales ni remotamente han cumplido.
Empecemos por lo básico: la constituyente. La gente que votó a Varela se comió el cuento de que emprendería el urgente proceso de reformar la Constitución y en lo que va de su gestión, se ha ido zafando de esa responsabilidad, aduciendo mentiras baladíes. Otro de sus pregones ante los cuales más de un independiente o miembro de otro partido cayó fue el de la transparencia. A la fecha, el manejo que se le ha dado al caso Odebrecht revela no solo que no darán a conocer ni los nombres ni las empresas que recibieron coimas (para ellos son donaciones) sino que justifican las mismas como apoyos al funcionamiento de su partido. Llama la atención que algunos de esos dineros llegaron en fechas que no coinciden con la campaña electoral. Y tanto el Municipio como el Gobierno central siguen dándole contratos a la constructora brasileña, que seguramente tiene problemas para operar ahora que se ha destapado todo el escándalo de corrupción a nivel regional y congelado sus cuentas.
Igual pasó con el antiguo PAN que, en vez de cerrarlo, como fue prometido, le cambiaron el nombre y quién sabe cómo se está manejando. Si Martinelli hizo las cosas que quiso de la manera más burda, este presidente las está haciendo de todas maneras, hasta con cierto cinismo. En la última designación de magistrados, a pesar del compromiso que supuestamente tiene con algunos grupos que todavía le creen, se sacó a dos ilustres desconocidos de la manga y lo primero que ellos hicieron fue reelegir al impresentable presidente de la Corte Suprema de Justicia, que pasa más tiempo viajando y recibiendo inmerecidos premios que aquí, donde la gente lo abuchea donde va.
Ahora designa a dos damas de indudable capacidad, pero a las que no les hace ningún favor escogiéndolas porque tienen conflictos de intereses: la señora Tovar de Zarak, a la que no conozco, pero que seguramente es una persona que prestigiará el Palacio Gil Ponce –que tanto lo necesita– puede que sea una magnífica selección, pero el hecho de estar casada con quien todavía es el viceministro de Economía la pone en una posición de descalificación. La señora Moore, que tanto protagonismo ha tenido en los casos de corrupción, de ser ratificada, dejaría la puerta abierta a la impunidad del escándalo Odebrecht, ya que tendría que abstenerse de lidiar con los casos cuando llegan –si es que llegan— a la CSJ.
Me duele que el presidente utilice a dos damas en esta farsa y las eche al fuego para que se quemen, ya sea que lleguen a ser magistradas o no. Seguramente no haría lo mismo con los hombres. Pero lo más deleznable han sido los duelos por Twitter que han protagonizado el jefe de la cartera de Economía, su aún viceministro y esposo de la señora Zarak y para colmo, los que creen que “o ellos o nada” tienen la verdad (según les convenga), que han hecho uso de acusaciones temerarias contra los que de una manera u otra criticamos esta desacertada designación para la Corte de la injusticia. A muchos se les ha contagiado la logorrea tuitera de quien fue su aliado y hoy ve pasar los días en una cárcel de Miami.
“Quien miente no quiere recordar, quien incumple sus promesas busca que los demás olviden, quien deshonra sus acuerdos persigue reconstruir el pasado de modo que el eco de sus viejas palabras caiga en la indiferencia. Si la memoria prevalece, la historia de la deslealtad se confundirá con la historia de la locura”, dice Javier Moscoso en su libro. No dejemos que en esta ocasión el Ejecutivo se salga con la suya. Si llega a burlarse una vez más del pueblo al que prometió servir, debemos estar dispuestos a salir a la calle a manifestarnos enérgicamente. No hemos aprendido nada después de 28 años de que nos invadieron los gringos en forma injusta y temeraria. Por eso no tenemos derecho a olvidar.