Sociología y liderazgo

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Hay un vacío de liderazgos y ausencia de oradores confiables.

Sociología y liderazgo

Por Jaime Ford G.
Profesor y sociólogo

Todos reconocemos hoy, que el mundo y sus sociedades están en crisis. Es decir, existe un debate que cuestiona los viejos mecanismos de liderazgo y funcionamiento de las estructuras sociales. Y esta crisis tiene su origen en el cambio permanente que rige la naturaleza de las cosas. Un cambio que ha logrado un alto desarrollo de las comunicaciones, permitiendo el acceso de muchos a la información, o en términos más sencillos, el acceso al conocimiento y al poder.

El liderazgo, como una categoría que establece una relación entre un hombre o una institución con sus seguidores, se encuentra también en una coyuntura de crisis, que obliga a una revisión permanente de todos, de la dirección “por la fuerza y por la razón, por convicción y por imposición”.

¿Por qué los cacicazgos o liderazgos autoritarios en el siglo XXI, parecen estar desapareciendo?

Si reconocemos como caciquismo, la definición del Diccionario de la Real Academia, como la intromisión abusiva de una persona o una autoridad en determinados asuntos, valiéndose de su poder, o influencia; concluiríamos que este tipo de liderazgo era propio de la Edad Media, y de la viejas formas feudales, que mantuvieron su influencia en las sociedades latinoamericanas en los dos últimos siglos y encontraron en los partidos conservadores y liberales su mejor vehículo de expresión.

Durante todo el siglo XX, el control autoritario del líder y su hegemonía, estaban fundados en una dirección que imponía por la fuerza de su personalidad y las colectividades que representaba, las decisiones en las organizaciones, los partidos, y la sociedad. Por otra parte, en sus seguidores se originaba un mecanismo que se confunde con carisma, pero que tiene su base en el temor que produce la posición del líder, que rayaba en lo reverencial. El liderazgo autoritario se sigue practicando en algunos partidos políticos, de manera descarnada, y ejerce violencia sobre la estabilidad y el futuro de los seguidores y, por tanto, limita su capacidad de libertad para emitir su opinión, desarrollar un pensamiento crítico y actuar en base a lo que el individuo considera justo.

El liderazgo autoritario, siempre va acompañado de una burocracia orgánica en las estructuras de poder (conocida en nuestra jerga como roscas), de los partidos u organizaciones. En algunos casos, los miembros de esta burocracia –tipo de dominación que estudió el sociólogo Max Weber- ejercen un poder tan grande en la organización o en el líder, que los efectos de sus decisiones afectan la vida de toda la institución, y se perciben de manera pública como la decisión de él, cuando por el contrario son el resultado de la presión colegiada que ejerce la burocracia que lo acompaña. De esa manera, el líder y su grupo colegiado son responsables de los aciertos y errores que se producen por sus decisiones.

¿Qué cosas limitan el liderazgo autoritario?

La primera de ellas, es que la gente tiene más acceso a la información, lo que crea un sentimiento en los seguidores de que es necesario tomarlos en cuenta en las decisiones más importantes. Este sentimiento escapa, en muchos casos, a los mecanismos disciplinarios que establecen esas instituciones para mantener la unidad de grupo.

Hay que reconocer que en el tránsito del liderazgo autoritario hacia el liderazgo democrático, lo que prevalece como método de unidad no es el acatamiento de la norma per se, sino el convencimiento como resultado de la discusión y el debate.

La segunda, es que la velocidad de las comunicaciones permite que un tiempo muy corto se puedan consultar muchas voluntades, tomar en cuenta de manera científica, tendencias macro sociales, que antes el líder no podía considerar.

Lo tercero, es el alto desarrollo de la sociedad del conocimiento, que permite mayores niveles de análisis de muchos, de manera que si un líder desea ser respetado, debe tratar a sus pares como individuos capaces de aportar, de mirar al futuro, porque el pensamiento estratégico del liderazgo es accesible a muchas personas.

Por último, el cacicazgo o liderazgo autoritario lesiona la autoestima de los seguidores del líder, contrario a lo que hoy promueven los que creemos en el liderazgo de valores y principios.

En las modernas democracias el liderazgo debe encontrar su base de apoyo en la confianza, que reconoce la capacidad de consulta de líder, lo justo de sus decisiones, el equilibrio de sus propuestas y su capacidad de análisis, entre otras.

La suspicacia es enemiga de un liderazgo de valores, fuerte y sano, y quienes promuevan en el líder esos valores atentan contra su capacidad de gobernar la organización sin ejercer violencia física, moral o disciplinaria.

Es necesario reconocer, que la sociedad, la economía y las instituciones transitan por situaciones impredecibles. La estabilidad se quedó en el siglo XX y prevalece el cambio de organizaciones y personas. A ello está sometido el liderazgo del siglo XXI.

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