Soborno en el menú para doblegar Estado

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Los sobornos son un antiguo mecanismo de asegurar la contratación de proyectos rentables por encima de los mecanismos de control transparencia. No debería sorprender a la gente curada de espanto. En realidad, son herramientas promovidas desde hace largo tiempo por grupos económicos y elementos dispuestos a obtener el lucro en diversos negocios, en especial del patrimonio público, y no se circunscriben a Panamá, a las instituciones o los dignatarios de turno en el poder, decididos a incrementar sus capitales.

Algunos ciudadanos y ciudadanas que viven una inocencia perpetua, reaccionaron con estupor ante el escándalo de coimas que involucra a la constructora brasileña Odebrecht. No obstante, el golpe a las arcas del Estado es más hondo y lacerante. Hay antecedentes crueles que se remontan a los inicio de la república e historias de familias que ascendieron en la escala social repartiendo favores y ganando aliados con el chantaje o la entrega de propinas a gente que aceptó la dádiva con mansedumbre, servilismo y pérdida de valores humanos.

La diferencia de los nuevos casos de sobornos en relación con los más antiguos, en que en la actualidad afloran en forma más descarnada en la vida pública y privada, en el contexto de un modelo ineficiente que castiga a las mayorías y genera impactos en una población empujada al empobrecimiento brutal. La coima millonaria para conseguir ventajas ilegítimas en el ámbito económico y político, es un asomo primario de la corrupción que implica pérdida de principios, pudor y conciencia colectiva, y no puede ni debe ser aceptada en la construcción de los objetivos nacionales.

Más allá del publicitado escándalo de Odebrecht en 12 países, incluido Panamá, se impone una reflexión crítica y serena sobre los alcances de la impunidad en el ámbito de la justicia, los paradigmas en la administración pública y el papel de las organizaciones sociales en la vigilancia de bienes patrimoniales, como la vía interoceánica y las áreas canaleras, sometidos al expolio promovido por acaparadores y grupos financieros multinacionales.

Es necesario advertir, además, que algunas veces, los escándalos suelen generar una cortina de distracción mediática, para que no se vea más allá de lo aparente, y predomine un hecho fugaz en el escenario político, En Panamá, esos hechos ocultos apuntan a un entreguismo de la política exterior, a la subordinación a un Estado extranjero, a la desnacionalización del Canal de Panamá y los puertos, para convertirlos en peones útiles y complacientes.

Los panameños y panameñas que aspiran a consolidar un proyecto de país íntegro, en el que predomine el consenso y la transparencia, tienen la responsabilidad de enfrentar la corrupción entronizada, pero también el deber de promover un sistema justo y humano, y combatir a los que dirigen a la nave del Estado a un nivel más alto de entreguismo y sepultan en el olvido la sangre derramada por los mártires del 9 de Enero de 1964 en defensa de la soberanía. De inmediato, hay que movilizarse a favor de una conciencia colectiva patriótica, que derrote la mentalidad de waiter y la compra de la intimidad con jamones y roscas de pan, o el pago de coimas millonarias para ganar contratos multimillonarios.

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