Sentido y sensibilidad en las aulas

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El Plan Ceibal El Proyecto “One Laptop per Child” (OLPC), que en español significa “una computadora portátil por niño”, fue presentado por el Laboratorio de Medios del Instituto de Tecnología de Massachusetts, en el Foro Mundial de Davos, en el año 2005.

Educación
Sentido y sensibilidad en las aulas

Por Sérgio Branco
(Doctorado y maestría en Derecho, por la Universidad del Estado de Río de Janeiro. Postgraduado en Propiedad Intelectual y en Cine Documental. Profesor e investigador del Centro de Tecnologia e Sociedade de la escuela superior FGV Direito Rio. Es autor de los libros Direitos Autorais na Internet e o Uso de Obras Alheias y Domínio Público no ­Direito Autoral Brasileiro).

Iniciativas como “one laptop per child” muestran muy buenos resultados en programas de alfabetización. ¿Cómo será la enseñanza del futuro?

En 1969, el educador Anísio Teixeira profetizó, en su libro Educação e o Mundo Moderno, que la escuela del futuro se parecería mucho más a un laboratorio, una oficina o una emisora de TV que a la escuela del pasado y el modelo entonces existente.

Sin embargo, cuarenta años después, la práctica demuestra que la educación es, todavía hoy, una fundada en las aulas escolares y en el contenido disponible casi siempre por medio de textos impresos. Ocurre que, a tenor de todos los cambios tecnológicos, el proceso de construcción del conocimiento no debería limitarse a los mecanismos tradicionales. Aparentemente, todos lo saben. Pero, también aparentemente, se ha hecho muy poco para cambiar semejante estado de cosas.

Tanto es así que un médico o un ingeniero del siglo XIX que fuese transferido a nuestros días tendría dificultades para desempeñarse profesionalmente, tan grande es la distancia que el tiempo imprimió al ejercicio de sus especializaciones. Pero cualquier maestro de hace 200 años podría entrar sin mucho espanto a un aula para enseñar. Claro está que no se trata aquí del contenido de la enseñanza (que estaría ultrapasado, ciertamente), sino de la manera de transmitirlo.

Desafíos al mundo académico conservador

Felizmente, algunas conductas están desafiando al mundo académico conservador. Entre una clase tradicional y otra aparecen algunas prácticas sociales que nos apartan del modelo consolidado (y francamente haragán) de enseñar, convirtiendo la realidad prevista décadas pasadas en una posibilidad al alcance de la mano. Veamos dos ejemplos.

Wolenchite es una ciudad en el centro de Etiopía. Se encuentra a unos 84 km de la capital, Adís Abeba. Su población es de aproximadamente 22.000 habitantes, casi todos analfabetos y sin acceso a la luz eléctrica. Y fue ese lugar el que Nicholas Negroponte, el fundador del proyecto “una computadora portátil por niño” (One Laptop per Child), eligió para hacer un experimento que puede ser revolucionario: les entregó tabletas alimentadas por energía solar a los niños de 4 a 12 años, sin darles ninguna información acerca de cómo funcionaban. Los resultados fueron estimulantes.

Según refiere la revista Wired del mes de junio de 2012, sólo transcurrieron 15 minutos antes de que el primer niño lograse activar su tableta. Después de él, a los tres minutos, todos los demás habían activado las suyas. Al cabo de una semana el grupo estaba usando 47 aplicaciones, y al cabo de dos semanas todos los niños consiguieron recitar el alfabeto en voz alta. Si bien no es una novedad que la tecnología sea una forma seductora de acceder al conocimiento, en los hechos resulta sorprendente la rapidez con que se alcanzaron los resultados, a despecho de las circunstancias desfavorables.

En verdad, ya se ha escrito mucho acerca de la extrema habilidad con que la nueva generación lidia con los artefactos tecnológicos, como si fuese una cualidad innata que posee. Pero eso no significa que quien ya no sea niño esté condenado a ser ajeno a las posibilidades que ofrece la tecnología.

En Campinas, al sudeste de Brasil, el matemático José Luís Poli creó el Programa de Alfabetización en la Lengua Materna, destinado a jóvenes y adultos e implementado con el uso de aparatos celulares. Combinando sonido e imagen, los ejercicios son juegos educativos que integran un método tradicional de enseñanza. De acuerdo con un artículo publicado en la revista A Rede de mayo de 2012, una clase de tres horas incluiría de 45 a 50 minutos de ejercicios interactivos. Tales ejercicios son resueltos individualmente, lo que hace que todos los alumnos los practiquen en la misma medida y sin necesidad de exponerse en público (algo que muchas veces es un problema, sobre todo para los adultos). Además de eso, pueden ser rehechos innumerables veces. Cada alumno sigue, así, su propia cadencia. Uno de los resultados del programa fue el aumento de la presencia de los alumnos en las aulas, con la consiguiente disminución de la tasa de absentismo, que cayó del 20 al 5%.

Cómo romper con la tradición secular de la enseñanza

A pesar de los ejemplos reseñados, el uso de la tecnología en las aulas escolares es todavía bastante incipiente. A decir verdad, la generación de maestros y profesores que se desempeña hoy en las diversas instituciones educacionales, desde las de enseñanza elemental hasta las de posgrado, no creció tan tecnológica como los alumnos y estudiantes a los que tiene que enseñar. Tal vez se derive de ello un obstáculo que es al mismo tiempo arduo y fascinante: romper con la tradición de la enseñanza secular donde sólo el maestro habla mientras el alumno sólo escucha.

Tal vez también deriva de ahí la dificultad que las universidades vienen enfrentando en relación al uso de computadoras portátiles y congéneres en las aulas. Algunos profesores de famosas facultades estadounidenses les han prohibido a sus alumnos asistir a clase pertrechados de computadoras o tabletas. Si por un lado el equipamiento facilita el aprendizaje, por el otro es una puerta abierta siempre a la dispersión y a la pérdida de tiempo.

Entretanto, en un escenario absolutamente inverso, puede ser justamente la tecnología la llamada a extrapolar cualquier aglomeración físicamente identificada (un poblado en Etiopía, una escuela en Brasil o las renombradas universidades de Estados Unidos, por ejemplo) para crear una clase verdaderamente globalizada, sin fronteras y de acceso prácticamente universal, siempre que se tenga acceso a Internet.

Uno de los ejemplos más exitosos es el de la Khan Academy. Lo que comenzó con un joven hindú que grababa videos para enseñarle matemáticas a su prima terminó convirtiéndose en una organización no gubernamental que tiene a disposición 3.200 videos sobre prácticamente cualquier asunto, de manera gratuita, acumulando casi 164 millones de clases impartidas a distancia en todo el mundo.

Diversos videos de la Khan Academy cuentan ya con versión en portugués y están siendo usados experimentalmente en algunas escuelas públicas brasileñas como material lectivo. Los profesores han detectado un dinamismo mayor en las clases y una mayor concentración por parte de los alumnos, como beneficios del uso de contenidos de la Khan Academy. Será difícil que el material interactivo llegue a sustituir al profesor, como podría parecer a partir de una lectura simplista de la experiencia con las computadoras portátiles en Etiopía. Pero la complementación parece un camino inevitable.

Los medios tecnológicos avanzados no bastan por sí solos

No basta, por lo tanto, disponer de los medios tecnológicos para volver más eficiente el proceso de aprendizaje. Si no es tan sólo por la racionalidad por lo que aprendemos, es necesario aproximar la enseñanza a la sensibilidad de los alumnos. Cuanto mayor sea la parte realmente activa del alumno en la propia producción del contenido estudiado –cuanto más sea capaz el contenido de envolver personalmente al alumno–, mejores serán los resultados.

Lawrence Lessig describe, en su libro Cultura libre, el proyecto de Daley y Stephanie Barish, del Institute for Multimedia Literacy, para una escuela pobre de Los Ángeles. Según Lessig, desde el punto de vista tradicional de la educación, era un fracaso. Pero Daley y Stephanie crearon una actividad que consistía en hacer que los alumnos se expresaran por medio de videos, narrando su experiencia de algo que conocían muy bien: la violencia urbana.

Lessig comenta que la clase tenía lugar durante los viernes, creando un problema nuevo e inesperado para la escuela. Si en la mayor parte de las asignaturas el desafío consistía en hacer que los alumnos compareciesen en las aulas, la dificultad en esa asignatura era justamente hacer que se fueran de ellas. Los alumnos llegaban a las seis de la mañana y salían a las cinco de la tarde, y durante todo ese tiempo trabajaban con más empeño que en cualquier otra asignatura para hacer lo que la educación justamente debería enseñar: aprender a expresarse.

Siempre según Lessig, el proyecto tuvo éxito al hacer que los jóvenes se expresaran con mayor fortuna y poder que si hubieran usado textos. Barish llegó a afirmar que si se les pidiese a los alumnos que escribieran sobre un asunto determinado, simplemente dejarían de hacerlo y se pondrían a hacer otra cosa. En parte, sin duda, porque expresarse escribiendo no es algo que esos alumnos hagan naturalmente bien. Además de ello, es probable que el texto escrito no sea el medio más adecuado para transmitir esas ideas. El poder del mensaje depende, en este caso, de su conexión con la forma de expresarlo.

Tal vez ése sea el punto central de la aproximación inevitable entre educación y tecnología. Los medios tecnológicos de hoy permiten una adecuación mucho mayor entre la forma de acceder al conocimiento disponible y el modo como los alumnos son capaces de comprenderlo y de transformarlo, a partir de su experiencia, de su sensibilidad.

La tecnología del tiempo actual nos libera de siglos de esclavitud a un determinado modelo educacional que intentaba igualar a todos los alumnos sin tomar en consideración sus verdaderas habilidades y vocaciones, sin darles el derecho de expresarse o los mecanismos adecuados para ello. Quién sabe si ahora, con las redes sociales, los blogs, los videos, las fotografías digitales, el remix, el mash up, la creación en equipo y todo lo demás que haya de ser inventado, no terminaremos por poderle dar la razón a Anísio Teixeira y admitir que el futuro finalmente llegó.

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