Preservemos el Cerro Ancón

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Vista panorámica del Cerro Ancón.

Alberto Velásquez M.
Periodista

Cuando Amelia Denis de Icaza escribió el verso “Ya no eres mío, idolatrado Ancón”, este era un grito de rebeldía, desde lo más profundo de su corazón, frente a la serie de cambios y atropellos que se perpetraban a sus faldas para establecer la Zona del Canal. Fue también un grito de dolor, porque desde esos momentos históricos el Cerro Ancón, que conoció en su niñez, comenzaban a transformarlo en un sitio estratégico de defensa militar. Ya no iba a ser el mismo. Desde entonces, ese verso de Amelia Denis de Icaza, de su poema Al Cerro Ancón, ha sido siempre el grito quejumbroso de los patriotas panameños que guardan en sus historias de lucha por la soberanía nacional, la importancia de este faro natural, que resguarda nuestra principal población, la Ciudad de Panamá.

Ahora, más de un centenar de años después, un grupo, no de estadounidenses, sino de panameños, pretende hacerle nuevos cambios, y amenazar sus entrañas. No es difícil percibir en estos tiempos de corrupción, que un pretendido programa de turismo sostenible pueda trocarse en un futuro próximo en una serie de edificaciones que trastornen todo el entorno ecológico. Siendo un bastión de nuestro sentido patriótico, el Cerro Ancón no puede caer en manos inescrupulosas, huérfanas e ignorantes de la historia patria, quienes, maliciosamente y con una sonrisa hipócrita, planifican una cosa hoy y al final hacen otra mañana.

No son pocos los monumentos y sitios históricos que están abandonados de la atención estatal. En algunos casos, tienen que caer en manos inteligentes de la empresa privada. Y tampoco son menos los ejemplos en los que el abandono estatal produce la intromisión de quienes todo lo miden comercialmente.

Es sencillo lo que hay que hacerle al Cerro Ancón para acondicionarlo como un sitio de interés turístico. Sólo habilitar su acceso y un lugar para apreciar los diversos ángulos de la ciudad. Y sentarse en la cima del más fiel de todos los testigos de la imposición del “gold roll”, de los cambios aberrantes de la ciudad durante su crecimiento, y de todas las maniobras militares que dieron origen a sangrientas invasiones, no solo en Panamá sino en otros puntos de nuestra América india.

Nos sumamos a la defensa de la preservación del Cerro Ancón, y nos unimos a las interrogantes de Amelia Denis de Icaza: “¿Qué se hizo tu chorrillo? ¿Su corriente al pisarla un extraño se secó?”.

 

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