Piñera sobre un campo minado

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Ex presidente Sebastián Piñera transita por campos minados.

Piñera sobre un campo minado

  • La derecha ahora tiene –sorpresivamente– ni más ni menos que cuatro opciones en competencia. Más allá de la mala noticia para el empresario y ex presidente, esto también refleja la escasa claridad que existe en una oposición que, pese a la caída de popularidad del Gobierno –ya llegó al peligroso umbral del 20%–, no logra capitalizar nada de ese descontento.

    Por Germán Silva Cuadra | El Mostrador (Chile)

La incertidumbre se instaló en nuestra política. Es un hecho que cada vez será menos posible realizar pronósticos, proyecciones e incluso apuestas en el corto ni, menos, en el largo plazo. El mejor ejemplo de esta constatación es lo que ha vivido Sebastián Piñera en poco más de una semana.

Todavía el ex presidente no alcanzaba a terminar de experimentar el éxtasis que le provocó esa especie de lanzamiento informal de su campaña, gracias a la gira nacional que ha realizado al alero del libro con nombre de eslogan presidencial, La historia se escribe hacia adelante, cuando recibió el primer golpe de mano de Manuel José Ossandón. El senador se dio el gusto de retar al, hasta ese entonces, candidato único del sector y anunció que competirá hasta el final, lo que provocó el primer efecto en cadena: despertó a los seguidores de José Antonio Kast, quienes recordaron que el ex UDI es también una carta presidencial.

“Pero faltaba el cuarto y último golpe al mentón. El de sus hermanos. Estoy convencido de que el ex mandatario estaría dispuesto a realizar el esfuerzo que fuera necesario para mantener a José y a Miguel lo más lejos posible. Pero el mayor del clan haría un anuncio que dejaría perplejos a moros y cristianos. Decidió volver al país de la incertidumbre, pese a que su amigo Hernán Büchi le debe haber aconsejado lo contrario, para defender la obra que él creó y que hoy está en el ojo del huracán. Discurso ochentero, de la derecha dura, completamente desintonizado del Chile de hoy”.

A los pocos días vendría la segunda alerta para el entorno del ex mandatario. El fallido intento por instalar a Lavín en Santiago –antes lo había intentado con Cecilia Pérez– terminó por convertirse en un búmeran de proporciones cuando su ex ministro apareció aceptando el premio de consuelo de Las Condes, luego de perder la encuesta en la emblemática comuna de Santiago.

Pero el problema no sólo fue la derrota del delfín de Sebastián, sino que de rebote sumó a un nuevo competidor: Francisco De la Maza. El alcalde, con esa timidez que lo caracteriza, fue más allá y el sábado afirmó en El Mercurio que estaba seguro de que en el escenario actual le ganaría a Piñera. A buen entendedor, pocas palabras. La derecha ahora tiene –sorpresivamente– ni más ni menos que cuatro opciones en competencia. Más allá de la mala noticia para el empresario y ex presidente, esto también refleja la escasa claridad que existe en una oposición que, pese a la caída de popularidad del Gobierno –ya llegó al peligroso umbral del 20%–, no logra capitalizar nada de ese descontento.

El tercer golpe vino de manos de uno de sus posibles contendores: Ricardo Lagos. Pese a que ambos insisten en que no son candidatos –¿no será mejor que sean sinceros y transparenten sus intenciones de una vez a la ciudadanía?–, parece que cuando uno mueve una pieza el otro reacciona de inmediato. Esta vez le tocó al ex mandatario socialista, quien, con una asertividad a toda prueba, planteó que él sí era la opción que Chile necesita para superar el dramático diagnóstico que tiene del país –la verdad es que a estas alturas el Gobierno ni siquiera necesita enemigos en la oposición–. Lagos fue claro y categórico. Habló como presidente.

Pero faltaba el cuarto y último golpe al mentón. El de sus hermanos. Estoy convencido de que el ex mandatario estaría dispuesto a realizar el esfuerzo que fuera necesario para mantener a José y a Miguel lo más lejos posible. Pero el mayor del clan haría un anuncio que dejaría perplejo a moros y cristianos. Decidió volver al país de la incertidumbre, pese a que su amigo Hernán Büchi le debe haber aconsejado lo contrario, para defender la obra que él creó y que hoy está en el ojo del huracán. Discurso ochentero, de la derecha dura, completamente desintonizado del Chile de hoy.

Un flaco favor para el Piñera candidato, que, quiera o no, provocará confusiones en el electorado promedio –si hasta se parecen físicamente– y lo obligará a tomar posición antes de tiempo. Un ruido totalmente innecesario.

Y para rematar, el fin de semana reapareció “el negro”. Estaba alejado del mundo viviendo la vida loca, según sus propias palabras. En revista Paula dio una entrevista de una frivolidad inaguantable. Hizo gala del hombre rico superficial y de excesos. Lo más alejado del chileno actual sumido en tratar de llegar a fin de mes.

Está claro, el interés que generan los hermanos del ex mandatario son una señal del atractivo que tendrá él y su entorno, de aquí en adelante, para los medios. Y para qué decir en la nueva generación de humoristas, como Edo Caroe, Rodrigo González, Natalia Valdebenito, entre otros. El humor despiadado que existe hoy es incomparable al de 2013. Imagine, Sebastián, lo que podría ser soportar semanalmente a Yerko en “Vértigo”, y para qué decir las Piñericosas II.

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