Panameños demandan firmeza gubernamental

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Para que el Estado panameño se fortalezca y prospere, se requiere un proyecto de Nación y una agenda propia. Es algo que hoy nadie pone en duda ante los sucesivos conflictos y escándalos políticos que transmiten a la población y a los observadores internacionales una imagen institucional debilitada, con visos de desgreño y deficiente articulación en las instancias de los tomadores de decisiones.

En primer lugar, hay que distinguir los retos derivados de serias disputas por el dominio de mercados en el ámbito hemisférico, que involucran a Panamá. En un segundo escenario, aflora la idea de la elaboración de respuestas firmes y coherentes para producir consensos y privilegiar el diseño de proyectos unificadores en materia de desarrollo social y humano, y de la efectiva protección soberana.

Sin embargo, nada de ello sería un objetivo realizable sin la activa participación de sectores sociales desprovistos de herramientas para acometer tareas programáticas. La falta de empleo decente, la inseguridad pública, la ausencia de recuperación de bienes patrimoniales, el descalabro de la justicia y la corrupción ahondan la crisis y actúan como disuasivos de una gran fuerza motora.

En los comicios generales de mayo de 2019, la población entregó un voto de confianza al actual gobierno, al que favoreció con un respaldo contundente en las urnas. Ese alto nivel de apoyo estuvo determinado por la lectura coyuntural del electorado y la apuesta de los ciudadanos de capas medias por un cambio y la ruptura con pasadas administraciones rapaces, oligopólicas y entreguistas.

Pero, tras más de 70 días de gobierno, han surgido indicios que describen un penoso distanciamiento entre el Órgano Ejecutivo y el partido político mayoritario que determinó su ascenso al poder. Esas diferencias no generan señales de cohesión interna y ponen en riesgo la posibilidad de acometer tareas complejas encaminadas a la modernización y saneamiento urgente de la gestión pública.

El gobierno tiene la posibilidad de acaparar la plena atención y el respaldo mayoritario, si sus figuras más representativas empiezan a dar un ejemplo de seriedad y eficacia en el cumplimiento de los compromisos del desarrollo en un país empobrecido por las políticas económicas neoliberales, la usurpación, el peculado, el soborno, la desprotección social, el ultraje y la pérdida de la identidad.

Panamá debe apelar a la organización de sus bases, recuperar el orgullo de nación, dictar la línea soberana y desprenderse de los dictados foráneos que desfiguran la política exterior. Ese es el significado de una verdadera gobernanza. Millones de panameños exigen que este país se alce y la economía sea reactivada a través de una estrategia democrática de Estado que multiplique los panes.

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