Panamá la brújula del desarrollo urbano

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La densidad en la urbe es uno de los problemas del desenfreno urbanístico. (Foto Bayano).

Panamá la brújula del desarrollo urbano

Por David Carrasco

 Barriadas inundadas, ríos repletos de basura, caserones inhabitables, aceras convertidas en trampas para los peatones y residenciales que crecen en forma desordenada en humedales, revelan la crisis de una urbe cada vez más violenta.
 En materia urbanística, el Estado panameño ha cedido su tarea rectora del espacio púbico a un mercado inmobiliario voraz, que desconoce el valor de los ciudadanos y sus derechos.
 Un tránsito caótico y un aumento del estrés obligan a los psiquiatras a asistir a una población llevada al extremo y exigen que se retire la camisa de fuerza a la urbe.

Para el arquitecto panameño Gerónimo Espitia, la falta de vivienda digna, el congestionamiento vehicular insoportable y la aparente falta de planificación en la Ciudad de Panamá, responden a un plan de los grupos económicos en la cúspide del mercado inmobiliario, que decidieron enriquecerse y arrebataron al Estado su capacidad rectora, y dejaron en la metrópoli un escenario de conflictos.

De hecho, Espitia pronosticó hace cinco años las inundaciones que en 2015 afectaron a las comunidades de Pedregal y Juan Diaz. La destrucción de humedales para construir rascacielos y moles de concreto fue un acto absurdo y perverso, estimulado por un modelo concentrador y excluyente que aumentó el riesgo de calamidades.

Predomina en la urbe un aspecto caótico, poco amigable para los habitantes, pero habría que preguntarse; ¿fue siempre así?, ¿puede ser distinta la realidad?, ¿cuál es la causa de ese fenómeno? Es posible hallar miles de respuestas técnicas, aunque pocos enfoques advierten la esencia del modelo inmobiliario que genera inequidad, desarticulación de la movilidad y traumas en la población.

El dios del mercado manda y el Estado obedece

La reapropiación capitalista de la ciudad es una dinámica en la que es posible identificar elementos recurrentes, como la conversión del espacio urbano en un negocio, el acaparamiento de tierras, la expulsión de antiguos moradores de zonas con valor en ascenso y la dispersión de la miseria en áreas periféricas, unida a la pérdida del espacio público a causa del usufructo desmedido.

Históricamente, el grado de vinculación de los grupos sociales con capitales extranjeros fue definiendo los espacios ocupados por los sectores de altos y bajos recursos. En la actualidad, los distritos de Panamá y San Miguelito concentran más de 1,5 millones de habitantes, afectados por el “desmadre urbanístico” y una crisis en el transporte que deteriora la calidad de vida de muchas personas.

La vicealcaldesa del distrito metropolitano, Raisa Banfield, afirmó tras asumir el cargo en 2014, que “ahorita mismo tendría que reconocer que Panamá es víctima de la contaminación visual”. Añadió que “veo vallas publicitarias de gran tamaño. También tenemos muchos edificios, ya a rango de rascacielos, que de la cintura para arriba se ven muy bien, pero de la cintura para abajo carecen de infraestructura que los sostengan”.

Sacarle la mugre a la ciudad es un imperativo

Harley Mitchell, abogado ambientalista, adujo que las barriadas construidas en la capital panameña enfrentan, además, la “vulnerabilidad ambiental y riesgos por colonización desordenada”, lo que debería desembocar en un ordenamiento territorial para prevenir inundaciones y garantizar seguridad jurídica a favor de los habitantes afectados por la construcción de infraestructuras.

La organización Social Watch ha resumido el paradigma así: “el enfoque de desarrollo económico de Panamá ignora la sustentabilidad y ha conducido a la degradación de sus recursos ambientales, a la vez que tuvo un impacto mínimo sobre la mejora de la vida de la mayoría de sus habitantes. Deforestación, desertificación, contaminación del agua, acceso limitado al agua potable e instalaciones sanitarias inadecuadas son problemas que atentan contra el medio ambiente y la salud de los panameños”.

En 2010, en un congreso regional de Psiquiatría, los psiquiatras panameños Juana Herrera y Carlos Smith solicitaron quitarle la camisa de fuerza a la Ciudad de Panamá y otras ciudades latinoamericanas, donde la pérdida de áreas verdes, los problemas en la distribución de agua y la falta de una nomenclatura clara en calles y avenidas, empujan a la población a un estado de estrés.

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