No somos menos pobres, somos más

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Más panameños ingresan al sector informal de la economía. (Foto: Panamá América).

No somos menos pobres, somos más

Por Alberto Velásquez
Periodista

En el discurso pronunciado en la Asamblea Nacional de Diputados, el presidente de la República, Juan Carlos Varela, señaló con vehemencia que durante su gobierno 150.000 panameños habían salido de la pobreza.

Para los panameños de todos los grupos sociales, esa aseveración fue un chiste de mal gusto, y un pronunciamiento demagógico y un insulto a la inteligencia de los que manejan esos temas.

Decir que 150.000 panameños han dejado la pobreza, no tiene sentido, ya que son conocidas las profundas asimetrías que hay en la sociedad panameña, en la que es evidente todo lo contrario. Cada día, hay más pobres en las calles, a quienes no alcanza lo poco que ganan para atender sus necesidades básicas.

Durante su campaña política, el presidente prometió un aumento de recursos en los bolsillos de los panameños, estableciendo un control de precios a ciertos productos de consumo popular. La intención se desdibujó y los efectos de la medida fueron diferentes a lo prometido, porque se rebajaba en un producto, se elevaba en otro, y el costo verdadero de la canasta básica ha tenido un incremento año tras año.

Un efecto similar fue provocado por el aumento del salario mínimo en el Estado y en el sector privado. La inflación siempre la paga la clase humilde, haciendo que las medidas salariales adoptadas por el gobierno sean cada vez más ineficientes.

A pesar de que los organismos internacionales detectan un crecimiento económico, que le está sirviendo de sustento a las manifestaciones del presidente, ese fenómeno no es inclusivo porque contrasta con la pobreza que se sufre, principalmente, en las zonas rurales e indígenas.

En comparación con otros países, Panamá ha alcanzado tasas significativas de crecimiento, pero ello no ha permeado lo suficiente a los grupos más necesitados. En cambio, se ha profundizado la desigualdad.

Miles de panameños están recibiendo subsidios de diversos programas oficiales, como becas universales, ángel guardián, 160 a los 70, y otros más, que suman anualmente más de 1.500 millones de balboas, una cifra casi igual a lo que recibe el Estado de la anualidad del Canal interoceánico. Ello no significa que estamos realmente combatiendo la pobreza.

Los subsidios aumentan la pobreza de espíritu y producen pereza, y falta de iniciativas de competencia y superación. Un análisis a fondo sobre los efectos de esos subsidios nos daría la razón.

El decrecimiento de los sectores agrícola y manufacturero han afectado a la economía de miles de panameños. Son actividades en las que participa mucha mano de obra. Sin duda, la dramática reducción en el número de hectáreas dedicadas a la producción de alimentos ha contribuido a la pobreza del panameño.

El presidente no puede vanagloriarse de haber disminuido la pobreza. Está equivocado y le ha mentido al país. De hecho, la

planilla estatal fue aumentada considerablemente, tanto en número como en el monto de los sueldos y gastos administrativos, así como la inversión pública, producto del endeudamiento.

El Producto Interno Bruto (PIB) ha disminuido en comparación con años recientes y, aunque el sector de servicios es uno de los más robustos, no es precisamente un gran generador de empleos, razón por la cual no ayuda a disminuir la pobreza.

No se deje engañar, señor presidente. No trate de engañar a los ciudadanos del país. La disminución de la pobreza sólo está en su mente, encapsulada en una burbuja que lo identifica como un fiel continuador del desastre del gobierno de su antecesor.

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