Los jóvenes deben participar en la lucha contra la corrupción

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Maycol Núñez
Pensamiento y Acción Transformadora
Especial para la pluma joven de Bayano digital

Ser ciudadano debe significar participación integra y activa en la vida pública, ya que el estado somos todos y como dice el primer artículo 2 de la Constitución Política de Panamá “el poder público solo emana del pueblo”, del que claramente formamos parte. El poder de cambio emana de nosotros, debido a que, el espíritu de ímpetu y justicia es propio de lo que representa ser joven.

El velar por los demás y por todo lo que es bueno, ha sido una característica predominante en la juventud panameña, que ha logrado y ganado batallas gloriosas y significantes en el pasado, acentuando las virtudes de lo que es estar consciente cuando lo requiere la coyuntura histórica.

No solo en Panamá se ha visto una juventud combativa y pendiente, sino en toda nuestra América, como alguna vez dijo José Martí, este año se conmemora una de las reformas más importantes calificada como conquistas de las juventudes, que fue la gran Reforma de Córdoba, en donde jóvenes y universitarios argentinos lucharon por lo que es una educación sin corrupción, no elitista, y justa como han querido desde siempre nuestros pueblos. Pablo Freire decía, “la educación no cambia al mundo: cambia a las personas que quieren cambiar al mundo”.

El momento histórico nos obliga a volver a nuestros orígenes, como dijera Karl Marx en el 18 Brumario de Luis Bonaparte, «la historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como comedia». Los retrocesos en el tema educativo, son una constante que se expande por todo el continente, por ejemplo en países como: Argentina, Colombia, Brasil, existen constantes enfrentamientos entre educadores, estudiantes y gobiernos, por la falta de interés del estado en la inversión en educación pública de calidad. Esto ha provocado que comience a abrirse una brecha entre los más ricos y los más pobres.

Cabe destacar que Latinoamérica no está entre las regiones más pobres del mundo, sin embargo, en desigualdad compite por el título del más desigual, teniendo en el 2016 a seis entre los 15 países más desiguales del mundo, según números del Banco Mundial y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

Panamá se encontró en el puesto número 10 de esta lista, visibilizando así, porque en materia de educación y estándares de vida nos encontramos muy por debajo, respecto al producto interno bruto del país, incluso ignorando recomendaciones como las de La Organización de las Naciones Unidas (ONU) que insta a invertir 7% del PIB en cultura, ciencia y educación.

La suma de todas estas contradicciones y frustraciones, por parte de los pueblos ha provocado una nueva marea de jóvenes con suficiente fuerza y voluntad, nuevos líderes sociales que están participando en la vida política en sus comunidades y países desde diferentes espacios de lucha y frentes que afrontar.

En Panamá la aparición de organizaciones juveniles y estudiantiles y el fortalecimiento de las ya existentes, como por ejemplo el movimiento estudiantil universitario y la reestructuración de gobiernos estudiantiles en los colegios secundarios, evidencian la decadencia de las instituciones que manejan los países en donde la juventud indignada y con sed de justicia, debe ser la piedra angular e iniciadora de los cambios estructurales profundos que necesitan nuestras sociedades. Por esto y más como decía el expresidente chileno Salvador Allende: “ser joven y no ser revolucionario es una contradicción, incluso biológica”.

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