Las llamadas de Trump a Varela

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Presidentes Juan Carlos Varela, de Panamá, y Donald Trump, de Estados Unidos.

Por Marco A. Gandásegui, hijo
Profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA)

La semana pasada, el presidente de EEUU, Donald Trump, llamó por teléfono a su contraparte panameña, Juan Carlos Varela. Varela informó que Trump lo había “felicitado por su gestión”, por lo “bien que va el país”, y que próximamente quisiera recibirlo en Washington.

Según otras fuentes, Trump también le habló a Varela sobre Venezuela. Las relaciones entre Panamá y Caracas son buenas. Todo indica, según quienes analizan la llamada, que el presidente de EEUU quiere alterar ese vínculo basado, sobre todo, en intereses comerciales. En el caso de las relaciones entre Panamá y EEUU, y con el resto de la región, en el trasfondo siempre aparece la analogía del “palo y la zanahoria”. EEUU puede ofrecer una “zanahoria” a cambio de algún favor del país en cuestión. El favor puede ser en especie, en efectivo o, usualmente, la promesa de no usar el “palo” en contra de los intereses del afectado.

Trump aún no ha planteado de manera explícita su política sobre la región latinoamericana. Sin embargo, su desprecio por los gobernantes mexicanos (y de paso el pueblo) lo expresó en su primer discurso de campaña en 2015 cuando anunció su decisión de construir una muralla. Aunque las oligarquías de toda la región latinoamericana consideran que tienen relaciones “especiales” con EEUU, todas son percibidas con desdén por el ‘establishment’ norteamericano. Trump lo hace saber en forma explícita. Trump no habla sólo a nombre de él personalmente o a nombre de un sector extremo de la opinión pública, habla a nombre de la clase gobernante de ese país cuyos padres fundadores lo expresaron claramente hace casi 250 años.

Las llamadas de Trump a sus colegas en el mundo siguieron un patrón muy claro. Hay que referirse al artículo publicado por Néstor García para seguir la cronología. El patrón diseñado, probablemente, por sus asesores privilegiaron, en primer lugar, a los gobernantes de los países con raíces “anglo sajonas”: Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelandia. Seguido por Japón, el ‘honorable’ aliado de los países “anglo sajones”. En África y el Medio Oriente, llamó a los gobernantes que están sentados sobre enormes yacimientos petroleros. Habría que agregar a India, África del Sur e Israel (su portaaviones en el oriente mediterráneo). En América Latina, se dirigió a los países con políticas más cercanas a los intereses de EEUU. Pareciera que la intención es construir una muralla “política” en torno a Venezuela. Panamá, Trinidad y Tobago, y Colombia constituyen los puntos más próximos a la patria bolivariana. También llamó al presidente de Argentina y se sentó en la Casa Blanca con el mandatario del Perú, ambos considerados como parte importante de la “retaguardia” de una futura ofensiva contra Caracas.

Tuvo una conversación de una hora con el presidente ruso, Vladimir Putin, y otra más protocolar con el presidente de China. Ha sido muy publicitada su aparente admiración por el mandatario ruso. Llamó al presidente de Francia y a la canciller de Alemania, con los cuales intercambio saludos diplomáticos. También llamó los dirigentes europeos de España, Italia y Ucrania. Ignoró al resto de los miembros de la Comunidad Europea o de la OTAN.

En América Latina no llamó a los gobernantes de México, Centro América, ni a países supuestamente aliados como Chile, Brasil, Paraguay y Uruguay. Tampoco hizo esfuerzo alguno para construir un puente –aunque simbólico– hacia los países del ALBA.

La dirección que asumirá la política exterior de Trump no se basa en sus llamadas telefónicas. Pueden reflejar una tendencia. Él tiene sus inclinaciones, el poderoso “establishment” norteamericano tiene otras. Trump quiere asegurar la “contención” de China, la “alianza” con Rusia, destruir al Estado Islámico y “llevarse el petróleo de Irak”, así como cobrarle lo que considera viejas deudas a Europa.

En el caso de América Latina, su política se refleja en su campaña contra México que continúa a pesar de que ya ocupó la Casa Blanca hace más de un mes. Quizás centre su atención en Venezuela, por las reservas petroleras que contiene su subsuelo. Ya acusó al vicepresidente de ese país de ser un narcotraficante, sin evidencias. (Fórmula muy utilizada por Washington para deslegitimar). Tiene a la OEA como herramienta para activar la “Carta por la Democracia”. Necesita el apoyo del presidente Varela y de los otros mandatarios de la región para dar primero, el golpe diplomático y, después, desplegar la fuerza militar si es necesaria.

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