La Isla de la Fantasía y el tsunami social. Editorial del martes 23 de octubre

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Un anuncio hecho por la agencia de viajes Lonely Planet (Planeta Solitario), en el que se recomienda a los viajeros visitar Panamá en el 2019, recuerda el argumento de la antigua serie de televisión “La Isla de la Fantasía”, en el que un enano gritaba emocionado: “el avión, el avión”, cuando la aeronave se aproximaba a la pista de esa ínsula en la que los sueños se convertían en realidad.

Parece un chiste la idea de sugerir a los turistas extranjeros que vuelen a Panamá para encontrar una especie de paraíso perdido, cuando el nombre del país acaparó en el 2018 los titulares de las crónicas sobre escándalos financieros, redes de corrupción y usurpación de bienes patrimoniales por parte de la elite del poder económico y político que amenaza la integridad del Estado panameño.

La intensificación en la falta de equidad es notoria en este país de exclusiones, que algunos publicistas comparan con una especie de Shangri-La, llena de mitos envolventes. El catálogo de la agencia de viajes debería describir mejor a este lugar de destino, en el que impera una informalidad en el empleo cercana al 50 por ciento y un costo de la vida figura entre los más elevados de la región.

Una cosa es el país que tienen los panameños y algo muy distinto es la tierra a la que deberían aspirar quienes se cobijan en su suelo. Es justo y necesario que quienes accedan a esta zona de tránsito promovida como una maravilla turística, sepan que verán, además, un sistema de Justicia colapsado, una crisis generada en el abastecimiento de medicinas y el despojo de áreas canaleras.

Este país ostenta múltiples atractivos culturales y geográficos, y en momentos históricos supo empinarse en la conquista de la soberanía nacional, pero también representa un serio blanco de la corrupción, el fraude y el expolio de la elite del capital financiero que se ha coludido para que sean transferidos a manos privadas vitales recursos patrimoniales administrados por el Estado.

Mejor que promover la imagen cosmética de la nación idílica, es apelar a la defensa del derecho que asiste a las organizaciones sociales en el diseño de un proyecto liberador. Panamá no debe tolerar más el esquema de claudicaciones que persiste y puso en manos de la juventud la cartilla de sumisión y desmovilización, para que anduviese sin rumbo en la hechizada Isla de la Fantasía.

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