La Educación Nacional: La Prioridad fundamental

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La Educación Nacional: La Prioridad fundamental

Por: José Dídimo Escobar Samaniego (Especial para Bayano)

Desde 1979, se destruyó el modelo de educación para quedar sin ninguno. Los que lo destruyeron, no fueron tan ágiles para construir. Y sin duda, pagamos todos; un precio muy alto por el extravío y la pérdida de perspectivas y muchas víctimas, demasiadas.

La esclavitud o lo que es lo mismo: la falta de libertad es una pérdida invaluable. Podría ensayarse con lo que podríamos hacer y lograr, en tanto se tenga libertad. La libertad -sencillamente- no es posible obtenerla sino por el esfuerzo denodado de conseguirla, de quien la anhela con vehemencia.

Todos reconocemos que los más de 2500 millones de balboas que se asignan al sector de educación, por parte del Estado en el Presupuesto Nacional, no tienen el más mínimo rédito que debería esperarse. Casi literalmente tiramos los recursos nacionales por la cañería.

La superestructura educativa no tiene ni el fundamento, ni hay planes ni programas coherentes que respondan a las necesidades de construir un país que desarrolle su potencial, aún teniendo vastos recursos para ello.

No existe un plan estratégico para producir en el Sistema Educativo a un panameño capaz de analizar un contexto sencillo, mucho menos complejo y sacar las mejores conclusiones, como políticas públicas que nos permitan ser competitivos y lograr la excelencia académica con la libertad y fortaleciendo nuestra identidad nacional para luego concurrir al encuentro universal, sin que nos perdamos y terminemos por no saber quienes somos y para dónde debemos ir, sin ser arrastrados por otros vientos que no representan nuestro interés nacional.

Este tema de la superestructura educativa, es decir, los contenidos que deben estar inmersos en los planes curriculares, serán tratados en otra ocasión, y hoy deseamos referirnos a la infraestructura educativa nacional.

En el año 1972, teniendo 14 años, asistí a la Graduación de maestro de mi sobrino César Augusto García Escobar, en la Escuela Normal de Santiago, Juan Demóstenes Arosemena. Quedé tan impresionado con el frontispicio en relieve, con las altura de las aulas, los pasillos amplios, las pinturas de su aula máxima, su amplios edificios y salones, aún el internado y sus jardines acogedores, en medio de la ciudad de Santiago desde 1938.

No puedo entender cómo en la actualidad, con todo el desarrollo tecnológico las construcciones de las escuelas actuales parecen ser cajetones que adolecen de criterios arquitectónicos de eficiencia, estética y aspectos ambientales que son necesarios en la generación de un clima adecuado para el proceso de enseñanza aprendizaje.

La Dirección de Ingeniería y Arquitectura del Ministerio de Educación parece que no existiera y los planes de mantenimiento todos los años acusan un gran déficit que altera el inicio del año escolar porque no conjugan la palabra mantenimiento. Las escuelas se construyen y las tareas de inspección están ausentes. Los costos, no obstante, son altamente onerosos y los pagamos todos.

Tengo información disponible de varias escuelas recién construidas que como la de Las Garzas, construidas por el Gobierno de Martinelli, no han podido ser abiertas a los estudiantes porque al no poseer los fundamentos adecuados, representan un serio peligro para la seguridad de los educandos, docentes y administrativos.

El inventario de nuestras instalaciones educativas, todavía contemplan muchas escuelas ranchos, muy a pesar de haber sido creado un viceministerio especial para esa área específica; ello representa un serio y fundamental déficit que debemos superar en un gobierno que asuma la dignificación de los panameños como su principal tarea y de esta manera resolver una parte importante de lo que representa el rescate de un proyecto educativo nacional que nos traiga, Decoro, Libertad y Decencia.

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