La caótica transición al uso de tarjetas bancarias con chip en comercios de Estados Unidos

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Desde octubre de 2015 comenzó en EEUU la transición al pago con tarjetas de crédito con chip, pero el proceso ha tenido contratiempos. (WSJ Live).

La caótica transición al uso de tarjetas bancarias con chip en comercios de Estados Unidos

Por Jesús Del Toro
Twitter: @JesusDelToro

Desde hace meses, los usuarios de tarjetas de crédito en Estados Unidos han recibido nuevos plásticos provistos de un chip, y ahora en vez de deslizar la tarjeta por el sensor magnético de los dispositivos de pago en tiendas, ésta debe ser introducida en una ranura especial para leer la información contenida en el chip. O debería.

La justificación del cambio es que el chip ofrece mayor nivel de seguridad que las tarjetas provistas solo de banda magnética y con ese objetivo los comercios han comenzado a introducir terminales de pago compatibles con esa tecnología, denominada EMV.

El problema es que esa transición ha sido dispareja, con multitud de tiendas que, aunque tengan los sistemas lectores de tarjetas con chip, no los utilizan y piden a sus clientes que sigan deslizando sus plásticos al pagar. Además, en muchas ocasiones las terminales para chip que sí están en funcionamiento no ofrecen precisamente la mejor experiencia al cliente y suscitan demoras y confusiones.

La razón de todo el cambio se origina en proteger la información personal de los tarjetahabientes pues el chip ofrece protección adicional para esos datos a la hora de hacer transacciones, que no pueden ser “sustraídos” tan fácilmente como los contenidos en las bandas magnéticas.

Para incentivar esa transición tecnológica, como comentó el portal Quarz, se determinó que si los comercios no instalan las nuevas terminales de pago con lectores de tarjetas con chip, serán responsables de los actos de fraude que se cometan en sus sistemas, y no el banco como es lo usual. En cambio, los fraudes que pudiesen cometerse en una terminal EMV son responsabilidad de la institución financiera y no del comercio.

Según datos de la televisora ABC, en 2014 los datos de tarjetas de crédito de cerca de 31.8 millones de consumidores fueron robados, y casi la mitad de todos los fraudes con tarjetas se cometen en Estados Unidos. Una razón de peso para incrementar la seguridad en esos procesos.

Empero, la introducción de los nuevos sistemas ha sido lenta, si bien la transición comenzó en octubre del año pasado. Muchos pequeños comercios simplemente no han adquirido las nuevas y más costosas terminales, y multitud de comercios siguen indicando a sus clientes que utilicen sus tarjetas de banda magnética incluso si la tarjeta del cliente tiene chip y la tienda cuenta con lector EMV, lo que puede crearles riesgos financieros en caso de fraude.

Como resultado, todo el asunto ha sido caótico y, por añadidura, hay otros problemas o desconfianzas que han hecho toda la transición aún más engorrosa.

El primero es que no existe un mandato del gobierno que obligue a participar en la transición. El incentivo de no tener que asumir responsabilidad por fraudes es la razón principal para el cambio, pero tiendas pequeñas que no enfrentan altos riesgos de esa naturaleza no estarían interesadas en gastar muchos miles de dólares en un equipo nuevo.

Además, muchos comercios, sobre todo restaurantes y bares, desconfían de las tarjetas con chip porque, como menciona Quarz, temen que el proceso de cobro de propinas o el de mantener cuentas abiertas automáticamente (como suceda en los bares) se altere o se vuelva inoperante, forzándolos a llevar esas órdenes de modos manuales, lentos y erráticos.

A veces, el tiempo extra que toma la transacción en una tarjeta y lector con chip llega, al acumularse en comercios con gran carga de clientela, a incrementar de modo significativo el tiempo que el consumidor está en las colas para pagar, lo que puede desmotivar a algunos consumidores y frustrar ventas.

Para colmo, críticos indican que la solución del chip quizá no era necesariamente la más segura de usar, sobre todo porque requiere de que el cliente firme después de haber insertado su tarjeta. Si, en vez de firma, se requiriese al cliente capturar su número PIN (como en los cajeros automáticos y como se hace con tarjetas con chip en otros países), la transacción sería aún más segura.

Con todo, muchos usuarios pueden decir que han utilizado sus tarjetas con chip sin problemas, y una vez que superan las primeras diferencias (por ejemplo, que la tarjeta entre bien en el lector, que no sea retirada antes de tiempo y que la transacción demora un poco más que las de banda magnética), el proceso les ha resultado confortable.

Es de suponer que conforme pase el tiempo, los sistemas se afinen y las tiendas y sus clientes se acostumbren a los nuevos procesos, la transición se volverá más fluida y sin problemas en una u otra parte de la transacción comercial. En el Reino Unido, por ejemplo, esa transición se hizo en 2005 y los fraudes con tarjeta han caído en 63%, según ABC.

El chip no es, con todo, la solución completa. Los fraudes en el comercio en línea, que no requiere la tarjeta física para operar sino solo sus datos clave, no tienen la barrera del chip y por ende continuarán cebándose tanto como puedan en los consumidores.

La cautela y la protección de datos, y el reporte inmediato de cualquier actividad sospechosa, son cruciales para que el consumidor evite sufrir fraudes o logre enfrentarlos favorablemente si los padece.

Muchas tiendas siguen pidiendo a sus clientes utilizar la banda magnética de sus clientes pese a contar con terminales lectoras de chip. (The Verge).
Muchas tiendas siguen pidiendo a sus clientes utilizar la banda magnética de sus clientes pese a contar con terminales lectoras de chip. (The Verge).

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